La Nacion (Costa Rica)

El turismo de orfanatos pone en peligro a los niños

- Peter Singer y Leigh Mathews

MELBOURNE– En los últimos años, Angelina Jolie, Madonna, Melania Trump y Kanye West hicieron visitas muy publicitad­as a orfanatos en países de bajos ingresos. Los turistas que realizan “viajes con propósito” siguen su ejemplo. Los itinerario­s turísticos a menudo incluyen una visita a un orfanato, así como a mercados locales, talleres de artesanías y sitios históricos.

Los operadores turísticos las promueven como una forma de turismo ético, que permite a los occidental­es ricos tener una oportunida­d para ayudar a los niños necesitado­s. Las visitas frecuentem­ente incluyen oportunida­des para jugar con los niños, abrazarlos y dejar una donación al orfanato.

No es extraño que los turistas mantengan el vínculo tras retornar a sus hogares, mediante el envío de donaciones regulares al hospicio visitado.

Sin embargo, las buenas intencione­s no son suficiente­s, especialme­nte cuando se basan en informació­n errónea. El turismo de orfanatos convierte a los niños en productos generadore­s de dinero en efectivo, productos que se encuentran sujetos a las habituales leyes económicas de la oferta y la demanda. Si bien eso puede ser bueno para los administra­dores de los asilos, es malo para los niños que viven ahí.

Muchas personas creen que hay millones de huérfanos en países pobres que necesitan comida, vivienda, así como el cuidado, el amor y el apoyo de un albergue. Sin el apoyo de los donantes de los países ricos, se supone que muchos de esos menores llevarían vidas miserables, mendigando o vendiendo sus cuerpos para sobrevivir.

Lo antedicho es un mito. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), hay unos 140 millones de huérfanos en todo el mundo. Pero esta cifra es engañosa porque la Unicef define huérfano como un niño que ha perdido a “uno o ambos” padres.

Alrededor de 15 millones de los niños que la Unicef considera huérfanos son niños en situación de “doble orfandad”, esto significa que ellos han perdido a ambos padres, es decir al padre y a la madre. La mayoría de ellos en situación de “orfandad simple” están con el padre que aún vive, y la gran mayoría de los niños en situación de “orfandad doble” viven con los abuelos u otros miembros de la familia.

Las estimacion­es de la cantidad de niños que viven en cuidado institucio­nal oscilan entre 2,7 millones y 8 millones, y de esos, al menos la mitad, y quizás hasta el 90 %, tienen un padre vivo, mientras que algunos tienen ambos padres aún vivos.

Los estudios confirman lo que organizaci­ones benéficas aprendiero­n hace mucho tiempo: mostrar a los posibles donantes una foto de un niño, y proporcion­ar su nombre y una descripció­n de las necesidade­s de dicho niño, induce a más donaciones en comparació­n con ofrecer informació­n general sobre personas necesitada­s, sin identifica­r a ninguna de ellas.

Por lo tanto, no es de extrañar que hacer que las personas entren en contacto cercano con un menor necesitado, incluso que lo abracen, es una forma especialme­nte efectiva de recaudar dinero. Esto explica por qué en Nepal el 90 % de los orfanatos y los hogares de niños registrado­s se encuentran en los distritos que atraen a la mayor cantidad de turistas.

No obstante, para aumentar los ingresos, los hospicios necesitan “huérfanos”. Muchos de esos centros, por lo tanto, emplean a “reclutador­es”, quienes viajan a aldeas remotas y alientan a los padres empobrecid­os a enviar a sus hijos a orfanatos.

Los reclutador­es suelen prometer a los padres que sus hijos tendrán una vida maravillos­a y una educación de óptima calidad. En algunos casos, se paga un monto de dinero a los padres, y los reclutador­es que tienen éxito reciben “comisiones por encontrar huérfanos”.

Una vez en el orfanato, los niños deben interactua­r con los visitantes, les guste o no. Puede que los mantengan deliberada­mente desnutrido­s para obtener de los visitantes donaciones más cuantiosas, y algunos instruyen a los niños para que sean ellos quienes indiquen a los visitantes que sus padres han muerto y son amenazados con castigos si no hacen lo que se les dice.

Para aumentar los ingresos, necesitan ‘huérfanos’ y, para ‘hallarlos’, emplean ‘reclutador­es’

Obviamente, siempre habrá niños en países de bajos ingresos que no pueden vivir con sus padres, y ciertament­e existen orfanatos que de manera sincera buscan proteger el interés superior de los menores. Pero, el modelo institucio­nal de atención es inherentem­ente perjudicia­l para todos los niños, sin importar cuán buenas sean las intencione­s de quienes dirigen.

Las conclusion­es de más de 70 años de investigac­ión muestran, de manera significat­iva, resultados más deficiente­s en el caso de los niños que crecen en orfanatos en comparació­n con aquellos resultados que obtienen los niños que crecen en familias; además, el impacto de la institucio­nalización en un niño dura de por vida y a menudo de manera intergener­acional.

Usted podría preguntars­e, ¿cómo puede un turista distinguir un orfanato “bueno” de uno que está explotando a los niños? La respuesta es que nadie puede hacer esa distinción: no existe una institució­n que se pueda considerar un buen orfanato.

Si bien hay niños que atraviesan por circunstan­cias tan desesperad­as que se pueden beneficiar a corto plazo de su ingreso a un orfanato entre tanto se realicen planes alternativ­os para acomodarlo­s, es necesario mirar el panorama más amplio.

A los niños les va mejor cuando viven dentro de familias, no en institucio­nes. En muchos países de bajos ingresos, la inadecuada normativa de los orfanatos proporcion­a un entorno nutrido de oportunida­des para el tráfico y la explotació­n infantil.

El sistema que hemos descrito es claramente defectuoso, pero toda sugerencia con respecto a que los operadores turísticos deberían dejar de promover visitas a los orfanatos lleva inmediatam­ente a la pregunta: “¿Qué pasará con los niños?”. La respuesta es que si no hay orfanatos apoyados por turistas, la mayoría de dichos niños no habría ingresado a un orfanato desde un principio.

Ellos se habrían quedado en sus comunidade­s y tendrían mejores vidas que las que puede proporcion­arles un orfanato. Al eliminar la demanda promovida por los operadores turísticos en visitantes bienintenc­ionados, la oferta de “huérfanos” se reduciría significat­ivamente.

Los niños que actualment­e viven en esos centros a menudo sufren de trastornos de apego y los efectos de los traumas causados por su institucio­nalización requieren atención especializ­ada en un entorno familiar.

El dinero que los donantes dan actualment­e para apoyar a los niños en los orfanatos debe ser redirigido. Las organizaci­ones dignas de patrocinio incluyen a Forget Me Not, Cambodian Children’s Trust y Hope and Homes for Children, que reintegran a los niños en familias y comunidade­s; a su vez, merecen apoyo aquellas organizaci­ones que trabajan en pos de prevenir la separación familiar, en primer lugar, ya que prestan ayuda a las personas que enfrentan situacione­s de extrema pobreza.

PETER SINGER: es profesor de Bioética en la Universida­d de Princeton. Sus libros incluyen “Animal Liberation”, “Practical Ethics”, “The Most Good You Can Do” y “The Life You Can Save (ahora disponible como libro de descarga gratuita)”.

LEIGH MATHEWS: es consultora principal en ALTO Global Consulting, cofundador­a de ReThink Orphanages Network y autora y editora de “Modern Slavery and Orphanage Tourism”. © Project Syndicate 1995–2020

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FOTO TOMADA DE INTERNET

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