Reactivación sin garrote
Según la última encuesta del INEC, el desempleo subió al 12,4 %. Cifra preocupante porque refleja que la actividad económica no crece suficientemente. De la misma encuesta, surge otro porcentaje del que poco se habla, pero también debe prestársele atención. Cerca de un 40 % de los empleos son informales. Se trata de trabajadores sin las garantías laborales de ley y que, ya sean ellos mismos o sus patronos, no pagan impuestos o cargas sociales.
Que el porcentaje de informalidad sea tan elevado y, peor aún, tienda a crecer, revela un problema estructural de fondo. Obviamente, hay quien no es formal porque no quiere pagar impuestos, pero también están los informales porque el costo de ponerse al día es muy oneroso, tan gravoso para algunos que puede significar la diferencia entre sobrevivir o no. Ser formal es caro porque significa pagar una numerosa carga de impuestos —IVA, renta, cuotas obrero-patronales, entre otros—. Aunado a lo anterior, el costo en que se ha de incurrir para formalizarse suele ser cuantioso.
Los trámites son engorrosos y arbitrarios, lo cual significa pérdida de tiempo y dinero muy grande para quien se atreve a buscar ser formal. Como ese costo es proporcionalmente más caro para los pequeños, la informalidad está dominada por trabajadores independientes y mipymes.
Paradójicamente, se habla de la necesidad de reactivar la economía para ayudar a bajar el desempleo, pero tanto la Caja como Hacienda más bien han reforzado su lucha contra los informales y los llaman morosos y evasores. La Caja ha intensificado su voracidad en contra de los trabajadores independientes y el ministro de Hacienda, Rodrigo Chaves, reiteró que el mandato principal del presidente es reducir la evasión.
La ley deben cumplirla todos. Mas, junto con el garrote, debe venir la zanahoria. Y ahí es donde, me parece, las acciones del gobierno para facilitar la formalización se han quedado cortas, como para que a quien desee formalizarse no le salga tan caro ni tan difícil. Tampoco, se han visto cambios sustanciales en la eficiencia y eficacia del gasto público, como para que a quien quiera pagar impuestos no le duela tanto hacerlo.
Las ansias de atrapar a morosos y evasores no deben perjudicar la reactivación de la economía ni la creación de empleos de calidad.