Una segunda oportunidad para el río Torres
Toda ciudad se funda al amparo de un río que le provee agua, le sirve de frontera, pulmón o de recreación en sus riberas. San José surgió ligada al río Torres.
Andrés Fernández, en su libro Los muros cuentan. Crónicas sobre arquitectura histórica josefina, reseña que una decisión política y eclesiástica planeó una nueva villa en la Boca del Monte, justo en el cruce entre las antiguas villas de Aserrí, Barva, Curridabat y Pacaca. En ese punto, detrás del actual Banco Central, se erigió una ermita dedicada al patrono san José, en 1737. Sin embargo, ni la construcción de esta ni el ofrecimiento de tierras convencieron a las gentes de trasladarse, pues carecía de agua.
Fernández explica que, en 1750, el presbítero Juan de
Pomar y Burgos “dispuso sacar una taujía del río Torres, pasarla al norte del oratorio (…) y regresarla cien varas al oeste, al caudal”. El hecho marca el origen de la ciudad de San José y de una relación de amor y odio con el río Torres. En otras palabras, desde la mitad del siglo XVIII y hasta entrado el siglo XX, el río marcó la cotidianidad de los josefinos: ciudad y río, en armonía y mutua dependencia.
El nuevo edificio del Banco Central sellaría el compromiso para recuperarlo
Encanto perdido. Con la sobrepoblación de San José, a partir de mediados del siglo XX, la capital se ha ensañado contra el afluente y se ha perdido el sentido de pertenencia de las anteriores generaciones.
Ante la pasividad del gobierno y las instituciones responsables del ordenamiento urbano, la inacción de los municipios y la insensatez de los pobladores, una sombra de odio parece apoderarse de la ciudad contra el río. Se comienza a vaciar en este las aguas negras y jabonosas, y su cuenca se utiliza inescrupulosamente como vertedero de toda clase de desechos. Sucedió a tal magnitud que rápidamente se convirtió en el río más sucio del país, y uno de los más contaminados del planeta.
Una pequeña esperanza. A pesar de la ruptura de una relación equilibrada, una nueva generación de jóvenes, en edad y espíritu, encienden una luz de esperanza.
Las asociaciones Amigos del Río Torres, Rutas Naturbanas, Tertulias en Movimiento, Río Urbano, Vecinos de Los Cipreses, Bandera Azul y otros, lideran una intensa labor de concientización y rescate de este bien natural. Pero todo su esfuerzo será en vano, si las comunidades atravesadas por el río Torres, como Carpintera (La Unión), San Pedro, Sabanilla, Guadalupe, Aranjuez, Tournón, Uruca y otras, no asumen un compromiso de cambio. Resulta imprescindible una actitud vigilante de las municipalidades para garantizar que las construcciones cercanas a la cuenca del Torres desarrollen un tratamiento de residuos que no impacte sus aguas.
El nuevo edificio del Banco Central —que podría hacer honor a Juan de Pomar y Burgos, ¡nobleza obliga!—, cuya construcción administra el fondo de inversión de proyectos del Banco Nacional, en la margen norte del río, en barrio Tournón de San Francisco de Goicoechea, debería sellar el compromiso de acompañar el esfuerzo de quienes han trabajado con las uñas por ver cumplida la meta, largamente acariciada, de recuperar el río Torres para las nuevas generaciones.