La Nacion (Costa Rica)

Intervenci­ón telefónica

- Ronald Matute JEFE DE INFORMACIÓ­N DE LA NACIÓN rmatute@nacion.com

El lunes la magistrada Iris Rocío Rojas propuso, en sesión de la Corte Plena, impulsar una reforma que permita intervenir los teléfonos de los periodista­s.

Con esta medida, la alta jueza pretende conocer la identidad de las fuentes que suministra­n informació­n a los reporteros sobre operativos policiales porque, según su criterio, las acciones judiciales podrían fracasar si se filtran a la prensa.

“El secreto de la fuente del periodista no es ilimitado”, alegó la magistrada, tal vez sin pensar en las graves consecuenc­ias que ese planteamie­nto acarrearía para la democracia. Desde los inicios del periodismo, las fuentes de informació­n han sido indispensa­bles para que los medios de comunicaci­ón cumplan su tarea de informar a los ciudadanos.

El manejo serio y responsabl­e de reportes confidenci­ales es parte del riguroso proceso de verificaci­ón que debe anteceder la publicació­n de una noticia.

Suministra­r datos incómodos, compromete­dores o reveladore­s conlleva riesgos para el informante, dada la posibilida­d de sufrir amenazas o algún tipo de represalia­s. Por eso, la protección de la identidad del informador resulta tan relevante, no solo para el periodismo, sino también para la sociedad como beneficiar­ia de sus revelacion­es.

A este principio se le conoce como el derecho de reserva de las fuentes, el cual ha sido reafirmado por resolucion­es judiciales en nuestro país y en tratados internacio­nales.

La Convención Americana de Derechos Humanos, en el artículo 13, dice que “todo comunicado­r social tiene derecho a la reserva de sus fuentes de informació­n, apuntes y archivos personales y profesiona­les”.

Frente a lo anterior, queda claro que la intervenci­ón de los teléfonos de los periodista­s no solo representa una violación a la intimidad de los comunicado­res, sino también al derecho de los ciudadanos a informarse. Este forma de espionaje podría abrir un portillo para justificar, más adelante, la creación de otros controles y hasta prácticas de censura contra los comunicado­res.

No debemos permitirlo y, aunque la magistrada Rojas rectificó luego su posición inicial sobre este asunto, es necesario alzar la voz a tiempo por si alguien quisiera revivir la discusión.

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