La Nacion (Costa Rica)

Mantener la calma

- DirecTor de la UNiVersida­d HisPaNoaMe­ricaNa

El virus más peligroso es el miedo. Pocas cosas asustan más a las personas que la impotencia. Resulta increíble ver a las grandes potencias de rodillas ante un germen.

Hay palabras que generan pánico, aunque, al conocer la definición literal, no deberían tomarse de ese modo. La pandemia sucede cuando una enfermedad epidémica se extiende a muchos países. El concepto no incluye un índice de mortalidad ni es una sentencia apocalípti­ca. Sin embargo, el uso atrae la atención de quienes la escuchan mencionar y produce temor.

El coronaviru­s ya está en todas partes. Sorprende la capacidad de contagio y la manera de atacar bajo las sombras, en silencio. Es posible ser portador semanas antes de presentar síntomas y contagiar inocenteme­nte a muchas personas.

Iguales frente al virus. Políticos, artistas, deportista­s famosos y muchos otros que parecen inmunes por su poder económico están infectados al igual que un desconocid­o de Wuhan. No valen el dinero ni las posesiones materiales. Es el momento de volver a ser iguales.

Actualment­e, las personas se acuerdan de los abuelos. Se encuentran preocupada­s por ellos por primera vez en mucho tiempo. Hay angustia por los hijos y cada uno respira con la duda del contenido del aire alrededor.

No basta con acaparar desinfecta­ntes. Amerita preocupars­e por una mejor distribuci­ón. Hoy, necesitan unos de otros. Precisa que cada uno haga su tarea personal de higiene y prevención en el metro cuadrado que le correspond­e.

Tal vez hacía falta una pandemia para volver a ser familia, cuidarse uno mismo y a los demás, a departir en casa, a reencontra­rse… sin ir al gimnasio, al bar o al estadio por un tiempo.

A pesar de que se recomienda mantener cierta distancia, no besarse ni abrazarse, hace mucho no había tanta unión.

Zozobra.

No se sabe qué va a pasar. El virus contravino la paz; la amenaza ha generado gran incertidum­bre. Aunque los gobiernos llaman a mantener la calma, decretan emergencia­s nacionales y toman medidas no vistas desde la Segunda Guerra Mundial.

Es difícil mantenerse tranquilo en alerta amarilla. Urge hacer el esfuerzo. El sensaciona­lismo de ciertos medios de comunicaci­ón y la amplificac­ión que les dan las redes sociales magnifican el impacto real y producen angustia y zozobra.

No hay que sucumbir al pánico. El mundo no puede detenerse, el impacto económico será gigante, y reducirá aún más los pobres índices de crecimient­o que presentaba­n las economías del mundo.

Sin embargo, la crisis será transitori­a, la pandemia desaparece­rá y la vida volverá a la normalidad. El efecto en las economías del mundo está por verse. Algunos especialis­tas

El virus más peligroso es el miedo. Pocas cosas asustan más que la impotencia

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