Tica: En Migración ‘duraban un buen rato conversando con uno’
Salió a las 11 p. m. del miércoles, de Phoenix, Arizona, en vuelo directo al aeropuerto Juan Santamaría, el cual llegó a las 5 a. m., de este jueves. Eso fue cinco horas después de que entrara a regir la obligación de extender órdenes sanitarias a todos los nacionales y residentes que ingresen a Costa Rica.
Esta vecina de Desamparados reconoce que, por varias razones, fue un regreso inusual para un viaje iniciado el viernes pasado. En el avión en que venía, por ejemplo, solo iban ocho pasajeros y había 200 asientos disponibles.
Los ocho ticos llegaron temprano a la sala de abordaje de la terminal estadounidense. Cuenta que a las 9 p. m., a dos horas del despegue, ya todos estaban ahí.
En el avión, todos se sentaron muy distanciados entre sí. Confesó que resultó extraño viajar en un avión casi vacío, aunque el personal mantuvo los protocolos y rutinas al brindar instrucciones de seguridad, servicio de alimentación y cualquier atención requerida por el puñado de viajeros.
Ya en el Santamaría, no topó con filas en Migración, pero sí con un ingreso distinto. “Ahí sí duraban un buen rato conversando con uno, porque el oficial primero debe explicarle a cada persona (sobre) dos documentos a firmar, incluida la orden sanitaria. Además, solicitan teléfonos, dirección del domicilio y (advierten de) que uno debe respetar la cuarentena o se expone a multas o penas mayores”, recordó.
Al salir del aeropuerto, era evidente la caída en la visitación de extranjeros.
Antes de llegar a su casa, donde vive con sus dos hijas, todo estaba coordinado para que que ella se mantuviera distanciada, aunque bajo el mismo techo.
Según el Ministerio de Salud, su hogar cumple todos estos requerimientos. “Voy a manejarme con platos plásticos y mis residuos del día a día los mantendré en una bolsa para basura aparte. En la casa viven mis hijas, quienes están en teletrabajo y estudio virtual, pero vamos a mantener utensilios separados en todo”, comentó la costarricense de 51 años, quien dijo que también hará teletrabajo. Asegura que pidió a sus hijas colocar en su cuarto una bicicleta estacionaria para hacer ejercicio.
“No es que seré muy feliz metida acá, pero tampoco tengo un problema con eso. Creo que hay que tomar las cosas con calma y acatar las instrucciones”, concluyó.
Luis Molina, un abogado costarricense de 27 años que estudia en Barcelona, tuvo que refugiarse en su apartamento ante el estado de alarma declarado en España.
Desde el balcón de su domicilio, ha visto cómo se apagó una ciudad llena de vida nocturna y se transformó en un paraje desolado.
También, ya le tocó ver a las autoridades sanitarias entrar a su edificio.
“Hace tres noches, estaba trabajando en mi computadora y escucho un burumbúm en las escaleras del edificio. Me asomo por el huequito de la ventana y veo a seis policías. Como a los dos minutos, bajaron.
”Y a los 20 minutos regresaron otros seis policías con guantes, mascarillas y dos paramédicos. Subieron, se quedaron como 10 minutos, dos pisos más arriba, y bajaron con una señora (…), no sé si es que está contagiada.
“Estoy recluido en la casa, ni siquiera he abierto la puerta que va a las gradas”, contó.