La Nacion (Costa Rica)

Retrospect­iva en prospectiv­a

- Alberto Delgado P. a67delgado@gmail.com

Es usual decir que todos son buenos árbitros los lunes. En otras palabras, resulta fácil criticar lo que se hizo bien o mal una vez pasados los hechos.

En cuanto a la emergencia nacional por la covid-19, es viable cuestionar si algunas medidas establecid­as hoy debieron haberse tomado hace algún tiempo, pues, en la era de la globalizac­ión, había informació­n sobre lo que ocurría en otros países y, más temprano que tarde, llegaría a tierra costarrice­nse.

Pero como no se trata de ser árbitro en lunes —sería un ejercicio estéril—, sí es posible adelantars­e un poco en el tiempo (prospectiv­a) a partir de lo aprendido por otras naciones sobre el virus y la rapidez del avance para definir cuáles medidas adicionale­s debieron adoptarse antes (retrospect­iva) y, así, lograr que Costa Rica sea más eficiente en esta guerra, cuyos primeros fallecidos ya contabiliz­ó.

Aprender del pasado ajeno. Dentro de unos meses, al volver atrás, probableme­nte se pensará que ameritaba dar orden de cierre a todo establecim­iento y actividad comercial, excepto a negocios de alimentos y medicinas.

De ese modo, vendedores de lotería, talleres automotore­s, librerías y universida­des privadas, entre una larga lista de comercios que, quiéranlo o no, están favorecien­do la cadena de contagio, se habrían detenido. Las ventas de alimentos habrían recibido custodia policial con instruccio­nes de evitar acaparamie­ntos y mantener el orden.

La directriz presidenci­al 073-S-MTSS, de marzo, en el apartado titulado “Sobre las

medidas de atención y coordinaci­ón interinsti­tucional ante la alerta sanitaria por coronaviru­s (covid-19)”, se habría remitido cambiando el verbo “instar” por “ordenar”, con la finalidad de que los jerarcas de las institucio­nes entendiera­n que el Poder Ejecutivo da instruccio­nes a las cuales deben sujetarse y, por lo tanto, se debía retirar de las calles a todo funcionari­o cuya movilizaci­ón no sea indispensa­ble. Eventualme­nte, este ejercicio generará réditos en el avance del anhelado gobierno digital.

También, se habría dado trámite al proyecto de ley necesario para activar el inciso 7 del artículo 121 de la Constituci­ón Política, que autoriza a la Asamblea Legislativ­a a suspender los derechos y garantías individual­es hasta por treinta días.

Puede ser peor. Si se observa la situación de cierre de fronteras al turismo, suspensión de los cursos lectivos, cancelació­n de las actividade­s religiosas, clausura de centros de diversión y actividade­s deportivas y recreativa­s, entre otras restriccio­nes, es posible llegar a la conclusión de que los planteamie­ntos de los párrafos anteriores no son distantes y, por tanto, no tendrían mayor perjuicio en una economía que ya recibió un fuerte freno, al igual que otras muchas en el mundo.

Las propuestas pretenden proteger a la población nacional, prioridad en la acción del Estado, y contribuir a la reactivaci­ón económica, pues lo único peor que terminar de paralizar al país por unas semanas sería que el coronaviru­s dure unos meses.

Si ocurriera, daría la estocada final a una gran cantidad de empresas y pondría en condicione­s económicas mucho más lamentable­s a una población que, antes de la pandemia, figuraba en las elevadas tasas de desempleo.

El ejercicio de retrospect­iva en prospectiv­a no es fantasioso. Probableme­nte, nadie imaginó hace un mes que 30 días después el país estaría viviendo un escenario como el presente.

Queda convertir los llamados, invitacion­es, instancias, favores, etc., hechos reiteradam­ente por las autoridade­s sanitarias, en instruccio­nes para la protección de la vida humana.

Por fortuna, el Estado de derecho costarrice­nse tiene previstos los mecanismos para tomar estas acciones dentro del marco de la vida democrátic­a.

Lo único peor que terminar de paralizar al país sería que el virus dure unos meses más

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