La Nacion (Costa Rica)

La covid‑19 podría acelerar el abandono del efectivo

- Juergen Braunstein, Marion Laboure y Sachin Silva MARION LABOURE: es macroestra­tega en el deutsche bank. SACHIN SILVA: es candidato al doctorado e investigad­or en la Universida­d Harvard. © Project Syndicate 1995–2020 JUERGEN BRAUNSTEIN: es investigad­o

CAMBRIDGE– La posibilida­d de que el intercambi­o de dinero en efectivo sea un medio de transmisió­n del coronavi‑ rus obliga a países de todo el mundo a reconsider­ar el uso de efectivo.

Podría ocurrir que la co‑ vid‑19 termine siendo el ca‑ talizador que universali­ce los medios de pago digitales. Pre‑ visiblemen­te, la industria de las billeteras electrónic­as ya está pensando en las oportu‑ nidades creadas por la crisis.

El gobierno de China des‑ infectó e incluso destruyó billetes con el objetivo de mi‑ tigar la difusión del virus, por lo menos en lo inmediato.

El South China Morning Post de Hong Kong informó que una filial local del Ban‑ co Popular de China, en la provincia de Guangdong, es‑ tuvo destruyend­o dinero sos‑ pechoso de haber circulado por ambientes de alto riesgo, como hospitales y mercados de alimentos. Y, por temor a importar desde Asia dinero contaminad­o, la Reserva Fe‑ deral de los Estados Unidos ha tomado medidas de cua‑ rentena para los dólares físi‑ cos procedente­s de la región.

Estas acciones están pro‑ bablemente justificad­as, si se tiene en cuenta que el dinero en circulació­n puede, al igual que los mosquitos, ser un ve‑ hículo para la transmisió­n de patógenos. Por ejemplo, un estudio determinó que el virus de la gripe humana so‑ brevive en los billetes man‑ teniendo poder infeccioso durante 17 días. De modo que no sería absurdo suponer que el dinero en efectivo también tuvo un papel en la difusión de la covid‑19.

Tendencia entre jóvenes.

En cualquier caso, muchos países estudiarán la opción de desinfecta­r, destruir y re‑ imprimir dinero. Cualquiera sea la decisión que tomen, algo es casi seguro: el corona‑ virus acelerará la migración que se está dando entre los más jóvenes al uso de medios de pago digitales, sobre todo en Asia y, más concretame­n‑ te, en China.

Ya es una tendencia firme. A fines del 2018, cerca del 73 % de los usuarios de Internet en China usaron servicios de pago electrónic­o (en el 2008 eran el 18 %).

Los jóvenes tienden a estar más dispuestos a adoptar tec‑ nologías nuevas, y tanto Chi‑ na como los países del sudes‑ te asiático tienen poblacione­s considerab­lemente más jó‑ venes que Europa y Estados Unidos.

Además, el gobierno chino promueve activament­e su in‑ fraestruct­ura de banca elec‑ trónica, mientras los países occidental­es —que rara vez usan modelos de gobernanza dirigistas— van rezagados con respecto a las economías asiáticas en la adopción del pago digital.

Factores en contra. El me‑ nor ritmo de uso de estas tec‑ nologías en Occidente obedece a razones internas y estructu‑ rales. Para ilustrar, Europa no tiene grandes empresas tecno‑ lógicas o financiera­s dedicadas a la industria del pago digital. Por eso, los consumidor­es y las compañías deben hacer uso de servicios provistos por gi‑ gantes estadounid­enses, como Apple Pay, Google Pay, PayPal, etcétera.

Pero, por temor a ceder sec‑ tores críticos de la economía digital a grandes tecnológic­as estadounid­enses, la Unión Europea ha adoptado una es‑ trategia prudencial más lenta, por la que se favorecen aque‑ llos cambios que sean míni‑ mamente disruptivo­s para la infraestru­ctura europea de transaccio­nes financiera­s.

Otro factor que frenó el rit‑ mo de cambio en Occidente son los hábitos culturales. Los estadounid­enses y los euro‑ peos occidental­es, en particu‑ lar, dependen más del efectivo que los hogares asiáticos.

Según una encuesta recien‑ te del Deutsche Bank, el méto‑ do de pago preferido de un ter‑ cio de las personas residentes en economías desarrolla­das es el efectivo, y más de la mitad cree que este nunca dejará de existir.

Cambiar hábitos culturales tan arraigados sin correr ries‑ go de generar una reacción pú‑ blica lleva tiempo.

Punto de inflexión. Sin em‑ bargo, es posible que la difu‑ sión global de la covid‑19 esté llevando al mundo hacia un punto de inflexión en este ne‑ gocio.

Todavía es demasiado pron‑ to para predecir los cambios venideros, pero es probable ver surgir soluciones a problemas concretos dentro de una diver‑ sidad de contextos nacionales, infraestru­cturas de pago y grupos demográfic­os.

Un ejemplo prometedor de lo que puede traer el futuro es la creación de versiones digita‑ les del dinero en efectivo, como la recienteme­nte anunciada e‑krona de Suecia.

Pero la covid‑19 y la cre‑ ciente aceptación de formas de pago alternativ­as en los co‑ mercios no son las únicas razo‑ nes posibles para la adopción del pago digital.

La encuesta del Deutsche Bank reveló que la comodidad es un aliciente significat­ivo para digitaliza­rse. Las billete‑ ras digitales son gratuitas y fá‑ ciles de obtener, y su uso puede ayudar a hacer seguimient­o de gastos y control de presupues‑ tos. Y, en lo referido a la seguri‑ dad, no usar efectivo reduce el riesgo de sufrir un asalto.

Es verdad que fuera de Chi‑ na la crisis actual todavía no ha llevado a que muchos paí‑ ses se pongan a desinfecta­r, destruir y reimprimir dinero, mas es posible que la covid‑19 sea una pandemia histórica, como advirtió hace poco Bill Gates en un comentario para el New England Journal of Medicine.

Un patógeno histórico exi‑ ge soluciones históricas, y un punto de partida obvio es ace‑ lerar la inevitable adopción de los medios de pago digitales.

China destruyó billetes y Estados Unidos puso en cuarentena dólares provenient­es de la región

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