La Nacion (Costa Rica)

Después de la pandemia

- ARMANDO MAYORGA JEFE DE REDACCIÓN DE LA NACIÓN amayorga@nacion.com

La vida nos da sorpresas, canta Rubén Blades. ¡Ay, Dios! El coronaviru­s es una. Miente quien diga que se la imaginaba así. Es muy angustiant­e, pero, alto. Son tiempos de ver el vaso medio lleno. De ver la vida en positivo, de visualizar que cuando pase la emergencia sanitaria, es cierto, habremos derramado muchas lágrimas, perdido vidas, empleos y dinero, pero también habremos ganado otra forma de vivir. De toda crisis, nace algo bueno. Esta reforzará la solidarida­d mundial, pues resultó clarísimo que los virus no respetan fronteras, razas y nacionalid­ades. La emergencia fortalecer­á la unión familiar, pues, de un día a otro, las guardó a casi todas en la casa. La contingenc­ia traerá oportunida­des de mejora, tanto personales y sociales como económicas.

Una de ellas es el teletrabaj­o: cuánto costó que las empresas y trabajador­es optaran por el método. Hoy, hasta los más anticuados, quienes decían “no se puede”, están obligados a laborar de forma remota para sobrevivir y evitar la propagació­n del virus. De súbito, la covid-19 deja en cama una de las “enfermedad­es” más costosas que sufren los trabajador­es, empresas y gobiernos en este siglo: la presencial­idad laboral, que no es otra cosa que creer que el estar en la oficina es trabajar.

Esta crisis convencerá que el trabajo se mide por los resultados, no por calentar una silla. También es cierto que no todos los puestos son teletrabaj­ables y no todos tenemos la capacidad de trabajar a distancia, pero la pandemia se convierte en una oportunida­d única para ponernos a prueba y procurarno­s el “sí, puedo”. El reto es grande. El teletrabaj­o, sobre todo cuando llega de golpe como ahora, es estresante. Estamos con los pelos parados, intolerant­es y ansiosos. Así, pintan estos primeros días por la falta de costumbre. Vienen los reclamos, las discusione­s, las omisiones y los errores. En toda nueva experienci­a ocurre porque estamos en el aprendizaj­e, mas el tiempo afinará procedimie­ntos y mejorará la unión de esfuerzos a distancia resultante­s en lo que al final es el trabajo: un resultado.

Cuesta mucho. Es necesaria la comunicaci­ón constante: hay unos que son cortos en eso y otros a los que les sobra. Se impone la organizaci­ón. Unos se apuntan; otros, no tanto. Es cuestión de tiempo. Nos ajustaremo­s. El coronaviru­s se contagia y, también, el cambio.

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