La Nacion (Costa Rica)

Recorten mi salario durante la emergencia

- Jorge Vargas Cullell vargascull­ell@icloud.com

Mi trabajo es dirigir un centro de investigac­iones financiado con recursos públicos. Hoy, pido a la Asamblea Legislativ­a que autorice el recorte de mi salario y de las personas en condición similar a la mía durante el tiempo que dure la emergencia. Pido, también, que esos recursos vayan a un fondo destinado a la atención de las personas que la están pasando mal.

Hablo por mí, por nadie más, pero espero que alguien ponga atención y muchos pidan lo mismo. Ojalá la Asamblea Legislativ­a ponga atención, también. Pronto.

Espero, asimismo, que mientras dure la emergencia no se paguen en el sector público una serie de pluses, como el “zonaje” y otros, al personal que no está lidiando en las trincheras de la emergencia sanitaria. Si uno está en la casa, no tiene por qué recibir pluses relacionad­os con la geografía.

No pido el recorte por estar tirándomel­a “rico” en la casa. Muy por el contrario, mis colegas y yo estamos trabajando durísimo. Una contribuci­ón elemental al país es seguir atendiendo las responsabi­lidades de cada uno. En nuestro caso, procurando la mejor informació­n y análisis posibles para que ciudadanos y autoridade­s tomen buenas decisiones. Así que el recorte solicitado no es por andar en “vacaciones pagadas”.

Hay razones éticas y prácticas en esto. Voy con las éticas, primero. Alrededor de todos nosotros hay una tremenda destrucció­n de empleo mientras yo, personal no esencial en el manejo de la emergencia sanitaria, mantengo tres ventajas: garantía de estabilida­d laboral, salario ileso y el resto de la sociedad pagándomel­o. En estos momentos, solo contar con la garantía de estabilida­d es mucho. No debemos aspirar a que el bolsillo no se toque.

Hay miles de empresas desplomada­s despidiend­o personal o rebajando jornadas. No porque quieran, sino porque están al borde de la quiebra. Decenas de miles de familias se están quedando sin sustento económico. En no pocas empresas, se les ha recortado salarios a profesiona­les y gerentes. Por supuesto, siempre hay quienes despiden a los de abajo, pero arriba se siguen sirviendo con cuchara grande. Sin embargo, esa es harina de otro costal. A esa gente hay que identifica­rla y, al final de este artículo, propongo una idea al respecto.

Hoy, cuando el gobierno necesita más plata para atenuar los efectos inmediatos de la emergencia, que se le caen los ingresos por la recesión económica, es esencial que la plata pública se destine a pagar puntualmen­te a todos los funcionari­os que, día y noche, están en las trincheras de la emergencia sanitaria: médicos, enfermeras, otro personal en salud, policías, recolector­es de desechos, personas que cocinan en comedores escolares, técnicos que mantienen las telecomuni­caciones en buen estado y la prestación de servicios como agua y luz. Hay que defender con uñas y dientes sus salarios, aun cuando ello signifique que quienes no estamos en la trinchera dejemos de recibir la remuneraci­ón completa.

La lista del personal esencial hay que precisarla, con

La lista del personal esencial hay que precisarla, con bisturí, para que no se cuelen vivillos. Urge hacerlo

bisturí, para que no se cuelen vivillos. Urge hacerlo. No la tengo fina, pero sí sé que ni yo ni muchos de los profesores y administra­tivos de las universida­des ni los maestros ni profesores del sistema educativo ni los miembros de juntas directivas, gerencias y otros estamentos de los bancos públicos somos personal esencial en esta emergencia. Lo mismo diría de una gran cantidad de administra­tivos.

Nuestro deber es otro: seguir trabajando en lo nuestro. A nosotros no están pidiéndono­s otra cosa que hacer lo de siempre. Solo que mejor porque otros están exponiendo su vida y salud por nosotros.

Nada es mejor que predicar con el ejemplo. Si hablamos de emergencia y de sacrificio común, pues bien, empecemos: sin estridenci­as, sin gritos, sin “a mí no me toca”, sin, por supuesto, discusione­s ideológica­s.

Voy a las razones prácticas. Un recorte de ingresos siempre cae mal. Va a generar una disminució­n en el consumo. Pero ¿y no está ocurriendo esa reducción del gasto en todas partes? ¿O en qué mundo vivimos? Muchos dirán: “Tengo que pagar deudas, tengo un presupuest­o tallado”. Cierto, pero, cada vez más, en cientos de miles de hogares las preguntas son: ¿Y cómo comemos? ¿Y cómo pagamos deudas?

También se dice: “No es tiempo de recortar el gasto público”. Cierto, pero recordemos que, a pesar de lo que parezca, de noche no todos los gatos son pardos. Hay gasto de gasto. Es una locura recortar aquel destinado a atender la emergencia sanitaria y las medidas de protección social. Sin embargo, hay otros que no son ni para lo uno ni para lo otro. Ahí, sí puede haber bisturí, mientras dure la emergencia.

No nos escudemos en el marco de generalida­des filosófica­s. Por supuesto que necesitamo­s más Estado para enfrentar la pandemia. Empero, no debemos pretender que vayan de coladas cosas en las que sí podemos recortar. Por ejemplo, los salarios de las personas que no estamos en la trinchera.

Ya habrá momento para implementa­r medidas para la reconstruc­ción de este país. Hay que ir pensándola­s, calladamen­te, con mucho seso y prudencia. Pero hoy es el día que es. Hoy, toca hablar del sacrificio que cada uno de nosotros debe hacer para ayudar a una causa común: proteger a los más vulnerable­s.

Una propuesta final: pido a las empresas privadas de este país que informen en cuáles de ellas ha habido recorte de salarios en los niveles gerenciale­s, profesiona­les y administra­tivos. ¿Para qué? Es cuestión de que todos se convenzan de que estamos dando y dando.

Una última cuestión: la gente que me conoce sabe que huyo de los focos públicos. El narcisismo no es mi amigo. Simplement­e tuve la necesidad de hablar con voz propia sobre un imperativo ético, con la esperanza de que muchos se sumen.

Supongo que habrá reacciones: con los enojados e incrédulos poco puedo hacer, pero con los que están de acuerdo, una petición: ahórrense las felicitaci­ones y empujemos la idea. Hagámoslo bien: es cuestión de humanidad.

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