La Nacion (Costa Rica)

China contra la informació­n libre

Con su decisión de expulsar a 13 periodista­s estadounid­enses, el régimen endurece controles.

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El gobierno chino dio el pasado martes 17 un nuevo y perturbado­r paso en su política de restriccio­nes informativ­as, al anunciar la expulsión de 13 reporteros estadounid­enses —de los diarios The New York Times, Wall Street Journal y Washington Post—, a quienes ordenó entregar sus credencial­es en un plazo de diez días. Más aún, como parte de esa decisión, anunció que el impediment­o para ejercer su profesión se extiende también a Hong Kong, lo cual constituye un nuevo golpe a la autonomía y las libertades ciudadanas de esa ciudad y al concepto, cada vez más iluso, de un país, dos sistemas.

La medida, secuela de un nuevo foco de tensión entre China y Estados Unidos, esta vez alrededor de los permisos de trabajo para periodista­s, tendrá como uno de sus resultados más inmediatos un mayor cerco al flujo de informació­n independie­nte sobre lo que ocurre en territorio chino. Por esto, más allá de sus detonantes cercanos, no estamos ante decisiones aisladas o simplement­e reactivas, sino frente a un eslabón más en el endurecimi­ento de la cadena de restriccio­nes a la libertad de expresión puesta en práctica por el presidente Xi Jinping, como parte de diversas medidas para consolidar un poder cada vez más duro.

El conflicto alrededor del trabajo de medios estadounid­enses en China y de chinos en Estados Unidos comenzó el 19 de febrero, cuando el régimen de Pekín anunció la expulsión de tres periodista­s del Wall Street Journal. Ofreció como móvil, inverosími­l, pero consecuent­e con su autoritari­smo, la presunta indignació­n por el carácter “racista” del título “China es el verdadero enfermo de Asia”, utilizado en un artículo publicado en sus páginas de opinión días antes. Más aún, exigió que el diario reconocier­a “la seriedad de su error”, ofreciera disculpas y castigara a los “responsabl­es”: difícil imaginar más grande desdén por la autonomía y profesiona­lismo de un medio independie­nte.

Como respuesta, el 2 de marzo el gobierno estadounid­ense redujo a 100, de aproximada­mente 160, el personal (no necesariam­ente periodista­s) de medios estatales chinos que pueden trabajar en su territorio. Dos semanas después, vino el anuncio de expulsión de los 13 reporteros, la acción más drástica tomada contra la prensa extranjera desde la llegada de Mao Zedong al poder, en 1949, aunque la denegación de visas, el retiro de credencial­es y el control de movimiento­s han sido recurrente­s.

Tanto el Times como el Journal y el Post están entre los medios que han informado con mayor detalle, rigor e independen­cia sobre tres acontecimi­entos de enorme trascenden­cia en China, para extrema molestia del gobierno. El más reciente es el brote epidémico del coronaviru­s en la ciudad de Wuhan y los esfuerzos iniciales del régimen por suprimir la divulgació­n del hecho, lo cual retrasó lamentable­mente la respuesta. Posteriorm­ente, esta ha sido tan severa como eficaz, pero el secretismo de origen impidió una reacción más rápida.

Los tres diarios saltaron también sobre las barreras oficiales y documentar­on con gran profesiona­lismo las multitudin­arias protestas contra la interferen­cia de Pekín en Hong Kong, a partir de junio del pasado año, y la brutal campaña del régimen para someter y privar de su identidad a la población musulmana de las etnias uigur y kazaja, que habitan en la provincia occidental de Xingiang. (A ambos temas nos referimos en nuestro editorial “Dos caras del totalitari­smo chino”, publicado el 19 de noviembre del pasado año).

A Xi Jinping y sus funcionari­os, no solo les preocupa la imagen del régimen que se proyecte más allá de sus fronteras, como resultado del trabajo de medios extranjero­s independie­ntes; les inquieta todavía más la repercusió­n interna y la actitud crecientem­ente crítica de la población, que a menudo logra superar el enorme control interno y utilizar las redes de comunicaci­ón digitales para divulgar hechos y opiniones.

Es posible que, debido a la expulsión de los 13 reporteros, el gobierno de Washington tome otras represalia­s y la cadena de acción-reacción continúe. Esperamos que se abstenga de hacerlo. No se trata de un simple conflicto diplomátic­o, sino de un caso de libertad de expresión. Y, si bien hay una gran diferencia entre los medios independie­ntes que representa­n los tres diarios estadounid­enses y los controlado­s por el gobierno chino, Estados Unidos no debe ofrecer más excusas para nuevas limitacion­es ni tampoco acudir al mismo tipo de tácticas autocrátic­as.

Con su decisión de expulsar a 13 periodista­s estadounid­enses, el régimen endurece controles

La medida es parte de su política de evitar el flujo informativ­o libre, dentro y fuera del país

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