El nuevo mito del PAC
Valentía en distintos frentes.
La emergencia está siendo aprovechada para posicionar publicidad estatista
La emergencia sanitaria de la covid-19 puso al país a remar en la misma dirección y esto derivó en un sentimiento de unión nacional para sobrevivir a la adversidad.
La situación, sin embargo, está siendo aprovechada para posicionar publicidad estatista. Circulan memes donde resaltan la labor de la Fábrica Nacional de Licores (Fanal) a pesar de su ineficiencia, pues la oferta de alcohol para la venta por correo no alcanza ni para satisfacer la demanda durante 10 minutos, y soslayan las cuantiosas deudas de la empresa.
La consigna de la campaña es que nada del Estado debe cerrarse o venderse, puesto que el Estado es nuestro salvador en tiempos difíciles.
Los empleados públicos se presentan como héroes y a quienes se atrevan a insinuar la necesidad de echar candado a alguna institución se les “insulta” llamándolos neoliberales.
Innegablemente, un grupo grande de empleados públicos se ha comportado con verdadero heroísmo, sobre todo en el sector sanitario. Pero la proeza no es exclusiva de ellos.
No son pocas las empresas cuya decisión ha sido mantener su planilla intacta a pesar de la caída en ventas. El suministro de los hogares sigue en pie gracias al sinnúmero de negocios privados: supermercados y sus proveedores, restaurantes y repartidores a domicilio, etc.
Tampoco se habla de instituciones estatales inoperantes, que no aportan en nada al momento actual: el IFAM, el CNP o Racsa, por citar solo tres. ¿Por qué no cerrarlas si los ingresos del Estado van a disminuir este año?
El gobierno está tratando de capitalizar la unión nacional para apuntalar su imagen, como ocurrió en la administración anterior durante el huracán Otto.
La tónica de los gobiernos del PAC es la falta patológica de autocrítica. Primero, respecto a asumir la responsabilidad de sus actos: hablan de fincas encharraladas, del Plan Escudo de los Arias y de manejo heroico de las finanzas sin admitir que con el PAC la situación fiscal ha empeorado.
En segundo lugar, existe autocomplacencia en el análisis de la institucionalidad: si un ente deja de funcionar o su razón de existir desaparece, no solo no lo cierra, como procedería para dirigir los recursos hacia áreas más apremiantes, sino que hace todo lo posible para “fortalecerlo”: para ilustrarlo basta con el Banco Crédito Agrícola, la compra millonaria de nuevas grúas de Japdeva o en repetidos esfuerzos de asignar tareas al CNP.
Los resultados siempre son los mismos: crecimiento de la deuda estatal a cambio de nulos beneficios para los contribuyentes.
Uso actual de las redes sociales. La falta de autocrítica contrasta con una sobrada capacidad de mover electores en las redes sociales usando grupos que aparentan ser neutrales, como la Coalición Costa Rica, y a partir de mitos cuidadosamente construidos: un Estado grande es un Estado solidario y todo intento de reducirlo compromete la “paz social”.
Hoy, abundan los mensajes donde se enfatiza que todo recorte en el sector público sería arbitrario e injusto. Mientras
tanto, el sector privado reduce jornadas, planillas y salarios, y el informal se queda sin mercado y sin sustento. En ambos casos, sin acceso a los privilegios que los sindicatos eufemísticamente llaman “derechos adquiridos” porque, en estos tiempos de cuarentena, la solidaridad fiscal solo funciona en un sentido: el sector privado debe continuar financiando el Estado, tolerando y sufriendo el sobreendeudamiento del gobierno, mientras la institucionalidad es incapaz de emprender esfuerzo alguno de reducción del gasto.
La covid-19 logró que se olvidara el escándalo de la UPAD y se soltaran los frenos fiscales. Por lo que anticipo: en la próxima campaña electoral se nos dirá que la economía descarriló por el coronavirus, metiendo bajo la alfombra años de déficits y de gasto no contenido. Ojalá resistamos a que el virus nos borre la memoria.