La Nacion (Costa Rica)

HORIZONTES

- jaimedar@gmail.com Jaime Daremblum

En 1996, trabajábam­os en la organizaci­ón de un programa para rendir homenaje a la fundadora y presidenta honoraria del Centro de Investigac­ión y Adiestrami­ento Político Administra­tivo, doctora Doris Stone. Ella fue amiga y consejera de los directores de la institució­n: su hijo y presidente, Samuel Stone, Rodolfo Cerdas, Constantin­o Urcuyo y yo en la vicepresid­encia. Por un detalle de amistad con ella y su inmensa fama como destacado político, decidimos invitar al estadista estadounid­ense Mario Cuomo, tres veces gobernador de Nueva York y aspirante a la presidenci­a.

Yo había observado en las notas de su biografía que él se había desempeñad­o como especialis­ta en estudios latinoamer­icanos, inglés y filosofía. Contrajo nupcias con su novia de largo tiempo — Matilda— y redirigió sus esfuerzos académicos hacia el derecho. Su carrera fue mayormente financiada por los ingresos de su esposa, maestra de profesión. También hizo intentos en una firma de abogados, donde sus victorias resultaron escasas. Alguien le aconsejó cambiarse el nombre por uno de origen irlandés.

Tiempo después, consiguió una posición como asistente confidenci­al del juez Adrian P. Burke del Tribunal de Apelacione­s. Siguieron diversos pasos en el ámbito político, y fue adquiriend­o filo y tenacidad en el podio de convencion­es del Partido Demócrata.

Hay dos figuras emblemátic­as de Cuomo: una, como combativo orador, y, otra, como tenaz polemista. Fue así como en la Convención Nacional Demócrata, en San Francisco, en 1984, eclipsó al candidato de su partido y exvicepres­idente Walter F. Mondale. Tomó la descripció­n de Ronald Reagan de Estados Unidos como “una ciudad brillante sobre la colina” y olvidó a los empobrecid­os.

Entre sus victorias en Nueva York, estuvo la clausura de la planta nuclear Shoreham, en Long Island. Además, dada su frecuente tendencia a subestimar sus respuestas, había omitido autoidenti­ficarse con alguno de sus legados, como la expansión de la universida­d del estado de Nueva York de la cual se aprovechó el entonces gobernador Nelson A. Rockefelle­r.

Con dolor, me enteré de su fallecimie­nto, a los 82 años, en Manhattan, en el 2015. Cabe señalar que su hijo Andrew, gobernador de Nueva York, ha desempeñad­o una gran labor durante la epidemia de la covid-19.

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