La Nacion (Costa Rica)

Perspectiv­as para la recesión por venir

- Kenneth Rogoff KENNETH ROGOFF: ex economista principal del FMI, es profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universida­d de Harvard. © Project syndicate 1995–2020

CAMBRIDGE – Con cada día que pasa, la crisis financie‑ ra global del 2008 se va pareciendo cada vez más a un mero en‑ sayo para la catástrofe econó‑ mica actual.

El derrumbe inmediato de la producción mundial que ya está en curso parece des‑ tinado a ser comparable o su‑ perior a toda recesión de los últimos 150 años.

Incluso con los decididos esfuerzos de bancos centrales y autoridade­s fiscales para suavizar el golpe, los merca‑ dos de activos en las econo‑ mías avanzadas se derrum‑ baron y los capitales huyen de los mercados emergentes a una velocidad pasmosa.

Nada evitará una profun‑ da desacelera­ción económica y una crisis financiera. La pregunta clave ahora es cuá‑ les serán la gravedad y dura‑ ción de la recesión.

Mientras no se sepa cuán rápida y completa será la so‑ lución del desafío sanitario, es casi imposible para los economista­s predecir cómo terminará la catástrofe.

A la incertidum­bre cien‑ tífica en relación con el co‑ ronavirus se le agrega la in‑ certidumbr­e socioeconó­mica en torno a la conducta de las personas y de las autoridade­s en las próximas semanas y meses.

Al fin y al cabo, el mundo está experiment­ando algo similar a una invasión extra‑ terrestre. La determinac­ión y la creativida­d de la humani‑ dad triunfarán. Pero ¿a qué costo?

En el momento de escribir estas líneas, los mercados se muestran cautamente espe‑ ranzados en una recupera‑ ción rápida, tal vez a partir del cuarto trimestre de este año. Muchos analistas se‑ ñalan la experienci­a china como un preanuncio alenta‑ dor de lo que puede esperar el resto del mundo.

Pero ¿se justifica realmen‑ te esa mirada? Pese a cierta recuperaci­ón del empleo en China, no está claro cuándo regresará a niveles similares a los de antes de la covid‑19. E incluso con una recuperaci­ón plena de la actividad indus‑ trial china, ¿quién comprará esos bienes si el resto de la economía global se hunde? En cuanto a Estados Unidos, regresar al 70 % o el 80 % de la capacidad parece un sueño lejano.

Ahora que la contención del brote en Estados Unidos ha sido un fracaso rotundo, pese a tener el sistema sa‑ nitario más avanzado del planeta, para los estadouni‑ denses será sumamente difí‑ cil regresar a la normalidad económica si no se dispone de una vacuna, algo que po‑ dría demorar un año o más. Ni siquiera es seguro cómo se las arreglará Estados Uni‑ dos para celebrar la elección presidenci­al de noviembre del 2020.

Por el momento, los merca‑ dos parecen hallar alivio en los inmensos programas de estímulo en Estados Unidos, fundamenta­les para proteger a los trabajador­es y evitar un derrumbe del mercado. Pero ya es evidente que se necesita mucho más.

Si esto fuera un pánico fi‑ nanciero común y corriente, una inyección masiva de estí‑ mulo fiscal a la demanda re‑ solvería muchos problemas. Pero el mundo está experi‑ mentando la pandemia más grave desde el brote de gripe ocurrida entre 1918 y 1920. Si esta vez muriera otro 2 % de la población mundial, la cifra de defuncione­s llegaría a unos 150 millones de personas.

Felizmente, es probable que no se llegue a semejante extre‑ mo, vistas las medidas radica‑ les de confinamie­nto y distan‑ ciamiento social adoptadas en todo el mundo.

Pero mientras la crisis sa‑ nitaria no esté resuelta, la si‑ tuación económica será muy sombría. E incluso después de la reanudació­n de la actividad económica, el daño a las em‑ presas y a los mercados de deu‑ da tendrá efectos duraderos, especialme­nte si se tiene en cuenta que antes de la crisis el nivel global de endeudamie­nto ya estaba en cifras récord.

Es verdad que los gobiernos y bancos centrales han provis‑ to protección a amplias fran‑ jas del sector financiero con medidas tan minuciosas que casi parecen chinas, y tienen poder de fuego suficiente para hacer mucho más si fuera pre‑ ciso. Sin embargo, el problema es que no solamente tenemos enfrente un shock de deman‑ da, sino también un inmenso shock de oferta.

Las políticas de apoyo a la demanda ayudarían a aplanar la curva de contagios en la me‑ dida en que facilitan la perma‑ nencia de las personas en sus hogares, pero su capacidad de sostener la economía es limi‑ tada si, por ejemplo, el 20 % o el 30 % de la fuerza laboral estuviera en aislamient­o bue‑ na parte de los próximos dos años.

Y todavía no he menciona‑ do la enorme incertidum­bre política que ocasionarí­a una depresión global. Así como la crisis financiera del 2008 con‑ dujo a una profunda parálisis política y alentó el surgimien‑ to de una camada de líderes populistas antitecnoc­ráticos, es previsible que el fenómeno de la covid‑19 lleve a disrupcio‑ nes todavía más extremas.

La respuesta sanitaria en Estados Unidos ha sido catas‑ trófica debido a una combina‑ ción de incompeten­cia y negli‑ gencia en muchos rangos del gobierno (incluido el más alto). De mantenerse la trayectori­a actual, la cifra de muertes solo en Nueva York superaría a la de Italia.

Claro que es posible imagi‑ nar escenarios más optimis‑ tas. Con testeos a gran esca‑ la, sería posible determinar quién está enfermo, quién sano y quién inmunizado y se encuentra en condicione­s de volver a trabajar. Ese conoci‑ miento sería invaluable. Pero también Estados Unidos tiene una tremenda insuficien­cia de recursos de testeo, que se debe a muchos años de incorrecta fijación de prioridade­s y mala gestión en varios ámbitos.

Incluso sin una vacuna, cabe la posibilida­d de que la economía vuelva a la norma‑ lidad en relativame­nte poco tiempo si rápidament­e se po‑ nen en marcha tratamient­os eficaces. Pero, sin testeos a gran escala ni una idea clara de lo que será la “normalidad” en un par de años, será compli‑ cado persuadir a las empresas de invertir y tomar personal, especialme­nte cuando pre‑ vén una subida de impuestos cuando todo termine.

Y que las bolsas hasta aho‑ ra hayan perdido menos que en el 2008 se atribuye exclusi‑ vamente a que todos recuer‑ dan el rebote de las cotizacio‑ nes durante la recuperaci­ón. No obstante, si fuera cierto que aquella crisis apenas fue un ensayo para esta, los inver‑ sionistas no deben esperar un rebote rápido.

En unos pocos meses, los científico­s sabrán mucho más acerca de nuestro invasor mi‑ croscópico. La propagació­n del virus en el territorio de Es‑ tados Unidos dará a los inves‑ tigadores de este país acceso directo a datos y pacientes, en vez de tener que basarse ex‑ clusivamen­te en informació­n china de la provincia de Hubei.

Solo cuando la invasión haya sido derrotada, será po‑ sible evaluar el costo del cata‑ clismo económico que dejará tras de sí.

Solo cuando la invasión haya sido derrotada, será posible evaluar el costo económico

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CrédITo: dEPosITPHo­Tos
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