No sea egoísta, use mascarilla
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ELuis Rosero l uso de mascarillas en público, como en Taiwán, Japón o Corea del Sur, países donde ha sido frenada la pandemia, evitaría en Costa Rica más de 3.000 (87 %) muertes en los seis meses venideros, según los escenarios mostrados en el gráfico.
El número de fallecimientos evitados es un valor teórico de lo que podría ocurrir en el país si se aflojaran parcialmente las medidas de distanciamiento social después de la Semana Santa, pero se lograra el uso generalizado de mascarillas de tela, lo cual tendría un 50 % de eficacia para filtrar la dispersión de las micropartículas expulsadas por la nariz y la boca de individuos asintomáticos (los sintomáticos ya usan cubrebocas).
Sin la utilización de la pieza de tela, el área roja en la gráfica muestra los casos nuevos y, la línea roja, las defunciones. Las curvas azules y verdes reflejan los resultados cuando se atiende el uso de mascarillas.
Como escenario alternativo, el gráfico expone en azul el efecto obtenido de una pobre eficacia de los cubrebocas que filtran tan solo el 10 % de las micropartículas. Pero aun en este escenario de mascarillas puretes, la curva de la epidemia se aplanaría algo y se correría a la derecha, ganando tiempo valioso. Lo más importante: se salvarían 700 vidas (19 %) con respecto al no uso.
Parte del atuendo.
La intervención evaluada no es el uso de mascarillas quirúrgicas ni de las poderosas N95, sino de piezas sencillas de tela que podrían llegar a ser un fashion statement de las personas amantes de la moda.
¿Cuán eficaces son las de tela? Estudios muestran que varía entre un 1 % y un 70 % para filtrar el flujo de micropartículas de hasta 0,3 micrómetros. Las más seguras son las de doble tela gruesa (de más de 180 fibras), y mejor si cuentan con un forro adicional de franela.
El tejido de bajo efecto o ineficiente es aquel donde se ven huequitos al trasluz. Aunque uno mismo puede fabricar su mascarilla en casa, pequeñas y grandes empresas están en capacidad de producirlas para atender la demanda de varios millones que se dispararía, y ello generaría ingresos a muchos emprendedores.
Las mascarillas deberían usarse en forma generalizada para que surtan efecto. Es especialmente necesario que individuos sanos —o quienes se creen sanos— se cubran todo el tiempo en lugares públicos. Ayudaría a que los guardas de seguridad, que no permiten el ingreso de personas enmascaradas al establecimiento, den un giro de 180 grados y, más bien, impidan la entrada al banco o supermercado a personas con la nariz y boca destapadas.
Efecto mascarilla. Para la simulación, presumí una prevalencia del uso de mascarillas de hasta el 80 %. El efecto mascarilla tiene lugar principalmente porque mucha gente está infectada, mas no nuestra síntomas y circula en la comunidad contagiando a otros.
De acuerdo con los datos, en promedio, en los primeros cinco días de incubación de la covid-19 no hay síntomas y en 10 días se manifiesta la enfermedad.
Lo anterior significa que hay una persona asintomática en periodo de incubación por cada dos sintomáticos. Pero además existe un grupo grande de personas infectadas que nunca desarrollan síntomas o son muy leves.
No contamos aún con datos reales de la proporción que representan esas personas. En mi modelo, ellas son dos por cada una que sí desarrollará síntomas: principalmente niños, adolescentes y adultos jóvenes.
En suma, el uso de la mascarilla no es tanto por la egoísta razón de protegernos del otro, sino por la altruista razón de proteger al otro. Con la venia de las autoridades o sin ella, la sociedad civil puede actuar vigorosamente para pelear contra la covid-19 y generar presión social, de modo que sea una vergüenza estar en lugares públicos sin el cubrebocas.
La sanción social es una fuerza poderosa para modificar comportamientos. Así, que sea solidario, use mascarilla, ¡carajo!
NOTA PARA LOS INCRÉDULOS Y PARA LOS FIEBRES QUE QUIEREN DETALLES: se trata de un modelo dinámico, basado en ecuaciones diferenciales, con casi 100 variables y circuitos de retroalimentación en que el acumulado de infectados activos influye en la cantidad de personas que se infectan cada día (los casos) hasta que cesan las infecciones al adquirirse inmunidad poblacional. El escenario de línea de base es similar al escenario “apagón de un mes” de mi artículo de la semana pasada en este periódico (“Poniéndole números a la pandemia en Costa rica”, 1/4/2020), pero con un ajuste para tomar en cuenta el efecto benéfico del tratamiento de pacientes, el cual, además, ahora, presumo irá paulatinamente mejorando gracias a la mejor comprensión del virus. lrosero@mac.com
LJaime Daremblum as medidas impuestas por Viktor Orbán, el dictador húngaro, son tenazas autoritarias. Las palabras son ahora, como tantas veces en las épocas de Hitler, Stalin y diversos regímenes de fuerza, manipuladas para estrangular las moribundas libertades fundamentales.
En la realidad, persiste una línea divisoria, fácilmente observable, entre la genuina lucha contra las amenazas víricas y las medidas que gobiernos despóticos utilizan para endurecer sus políticas neofascistas.
Es el caso de una ley aprobada la semana pasada, que salta el precipicio de la verdad a fin de frenar, y así lo ordena la dictadura, todo control sobre las actuaciones oficiales. Tal giro le permitirá a Orbán actuar sin restricciones. ¡Vaya frenos a los despotismos!
Está claro que los obstáculos a la democracia no son nuevos en Hungría. Desde el 2002, cuando volvió a la presidencia y mucho antes de la actual pandemia, Orbán ha socavado el sistema democrático.
Organismos no gubernamentales, entre ellos el prestigioso Freedom House, han calificado al país de solo “parcialmente libre”.
La propagación de la covid-19, que ha enfermado en Hungría a 817 personas (hasta ayer, según datos del John Hopkins), es el pretexto ideal para el más reciente arrebato de poder de Orbán. Bajo la nueva legislación de emergencia, su partido de extrema derecha Fidesz puede gobernar sin desafíos, sobrepasando el Parlamento y las leyes. También, le permite detener y encarcelar por plazos que considere adecuados a quienes promuevan historias o rumores contra su gobierno.
Aunque otros países europeos han tomado sus propias medidas para contrarrestar los efectos del coronavirus, las húngaras son las más extremas y permanentes.
La crisis húngara no pudo golpear a la Unión Europea en tiempos más difíciles, pues pone a la Unión a encarar a uno de sus asociados que más ventajas ha obtenido.
Lo anterior incluye la membrecía en agrupaciones que captan grandes flujos financieros que reparten entre los miembros.
El problema de Hungría va más allá, incluso su amistad con Benjamín Netanyahu y Donald Trump. Todo roce con estas figuras, suele traer graves consecuencias que Orbán difícilmente toleraría. Ojalá mejores vientos ayuden a ese país.