Una crisis compleja
Los motores.
TJorge Woodbridge odo costarricense debe ser solidario y apoyar a los trabajadores de la salud por su esfuerzo y sacrificio.
Hoy, como nunca antes, debe prevalecer la unidad social para contener la pandemia. La indiferencia es injusta cuando se sabe de muchos costarricenses sin trabajo o en condición vulnerable.
Ser solidario es dar protección, colaboración y apoyo a quienes más lo necesitan. El 65 % de los costarricenses registran algún grado de afectación a causa de la covid-19, pero los más perjudicados son 1,2 millones en pobreza, especialmente los 93.000 que sufren pobreza extrema.
La crisis trae consigo la informalidad y el desempleo en forma acelerada, por lo cual los programas de ayudas sociales necesitan fortalecerse, principalmente aquellos destinados a los adultos mayores de escasos recursos, doblemente vulnerables: por su situación económica y por encontrarse en el grupo de más peligro en caso de contagio.
La economía global se encamina hacia una recesión. El mundo se paralizó para hacer frente al virus. Cierran fábricas, comercios, centros educativos, parques, hoteles, aeropuertos, estadios y gimnasios, excepto actividades de primera necesidad.
Es difícil imaginar el drama humano por los fallecidos diariamente. El SARS-CoV-2 dejará una factura humana, social y económica jamás imaginada.
Estados Unidos deberá lidiar con un desempleo por encima del 20 % en el primer semestre y un decrecimiento a fin de año entre un 3,2 % y un 4 %.
Para el 2021, se prevé volver a tasas de crecimiento de un 1,5 % y un 2 %. El gobierno, el Congreso, el Senado y la Reserva Federal aprobaron un paquete de ¢2 millones de millones ($2 trillion), superior al aporte durante la crisis del 2008, con el agravante de que la deuda del Gobierno Federal es del 109 %.
La desaceleración del principal socio comercial del país será un fuerte golpe en cuanto a inversión y llegada de turistas, lo cual hará más larga la recuperación de Costa Rica.
Volver a estabilizar la economía y el empleo en Europa, por ejemplo, requerirá muchos años de sacrificio. De hecho, los países del Viejo Continente están negociando diferentes propuestas para combatir la crisis.
La capacidad de reacción de China, Corea del Sur, Taiwán y Japón para contener la propagación de la enfermedad del coronavirus posiblemente se repita en la labor de levantar sus economías.
A Latinoamérica le costará más. Basta con ver cómo Brasil, México y Argentina, los países más fuertes por el tamaño de su economía y población, no están tomando las decisiones correctas para enfrentar la pandemia.
Costa Rica no es la excepción. Las empresas privadas tomaron decisiones dolorosas para sobrevivir. La incertidumbre por la caída de sus ingresos, los problemas de liquidez, la imposibilidad de pagos, problemas con proveedores y logística les han exigido contraer la inversión y el gasto. De paso, al gobierno le ingresarán menos impuestos.
El sector turístico se contrajo al cerrarse el ingreso de visitantes extranjeros y a la política de aislamiento. Empresas dedicadas a alojamiento, gastronomía, bebidas, transporte, arte, viajes, agricultura, alquiler de vehículos y comercio están heridas de gravedad.
El turismo genera $4.000 millones al año y 225.000 empleos directos y 400.000 empleos indirectos. El comercio está también en un situación financiera complicada al detenerse la movilización de personas y perderse el poder adquisitivo del 65 % de los consumidores. El sector industrial que suple la demanda interna es el más perjudicado a causa de los exorbitantes costos operativos.
El sector inmobiliario es otra actividad sacudida debido a la incertidumbre sobre cuándo se reactivará la demanda. La construcción podría percibir una mejora si el gobierno aumenta la inversión en infraestructura.
Prudencia. El gobierno cuenta con préstamos por $1.800 millones inicialmente para atender la crisis y poner al país a crecer y generar empleo. Sin embargo, la pandemia exigirá recursos y prudencia.
No es viable acelerar la demanda interna con más gasto en el empleo público. Este año el déficit crecerá entre un 8 % y un 9 % y la deuda del gobierno, entre un 65 % y un 70 %. Lo inteligente es recurrir a créditos a muy bajo costo del Fondo Monetario Internacional (FMI) para no presionar los intereses en el mercado interno.
Es predecible que la producción nacional caiga entre un 6 % y un 6,5 % este año, pero si el gobierno es disciplinado fiscalmente logrará volver a crecer en el 2021.
La administración, aparte de medidas monetarias, posposición de pagos, apoyo bancario y otras más, debe revisar cuidadosamente la eficiencia, tamaño y el costo del Estado.
Durante la crisis, todos deben poner una cuota de sacrificio. Hay que aprobar la ley de empleo público porque se requiere austeridad y solidaridad con urgencia. Es imposible seguir dando las millonarias prebendas que los sindicatos recibían en el pasado.
Después de la pandemia, no será posible pagar pensiones de lujo ni salarios superiores al del presidente, excepto las instituciones en competencia.
El país se hundirá si el gobierno sigue la histórica fiesta de gastos en el sector público.
HJorge Vargas Cullell oy, quisiera hablar sobre un tema que, entre tanta incertidumbre, creo que ha emergido como una tarea estratégica por resolver, ojalá lo más pronto posible, una vez hayamos salido de este enredo. Me refiero a la necesidad de que todos los hogares, instituciones públicas, empresas grandes, pequeñas, minis y start ups estén conectados a Internet por medio de banda ancha de alta velocidad. Y, cuando digo todos, quiero decir precisamente eso: todos, incluida la escuelita como la de Sierpe y la casa de doña Tere y don Paco. Así como hace décadas dijimos que la educación debía ser obligatoria, en pleno siglo XXI deberíamos asegurar, como meta nacional, que todos los habitantes, físicos y jurídicos, estén conectados a la Internet de avanzada.
En esta pandemia, ya nos dimos cuenta de que una buena Internet es medular para el teletrabajo, para implementar una educación a distancia que no excluya a los estudiantes más desfavorecidos, mantener a flote las redes de comercio local o contactar en tiempo real a los hogares que la están pasando muy mal. Se vuelve vital para que las empresas vendan sus productos y servicios por otros medios y para que las autoridades sanitarias sepan el estado de salud de las personas en tiempo real. Nos cazaron pelando elotes: no teníamos lista la infraestructura digital y, por esto, en muchos sectores, nos está costando tiempo precioso ensayar respuestas oportunas en la emergencia. Estas respuestas serán, en todo caso, menos eficientes y socialmente incluyentes de lo que pudieran haber sido de haber estado preparados.
La cuestión va más allá de la pandemia. Otra cosa que también nos dimos cuenta es de que los patrones de movilidad de cientos de miles de personas pueden ser modificados si todo mundo está bien conectado, que la huella de carbono puede bajar. Que nos podemos ahorrar casi todos los trámites personales: de repente, lo que siempre las instituciones públicas decían que no se podía, ahora se puede hacer. No soy ningún experto (me encantaría serlo) para recomendar la estrategia para lograr rápidamente la meta que antes enuncié. Sé pocas cosas: que debiéramos juntar a nuestras mejores mentes y especialistas para que digan cómo hacerlo; que implicará una buena alianza pública y privada y, finalmente, que Fonatel y el ICE podrían desempeñar un papel clave si dejaran de arrastrar los pies como lo han hecho durante tanto tiempo.
Si las grandes economías tendrán problemas para recuperarse, ¿cómo le irá a Costa Rica?