La Nacion (Costa Rica)

Desconfian­za

- Armando González R. DIrECTor DE lA NACIÓN agonzalez@nacion.com

Por fondo y forma, el nombramien­to del rector de la Universida­d Técnica Nacional, Marcelo Prieto, en el Ministerio de la Presidenci­a siembra desconfian­za. La nueva cabeza del gabinete fue férreo opositor de políticas fundamenta­les del gobierno y su selección no siguió el curso anunciado hace apenas seis semanas.

Estaba el gobierno contra las cuerdas por el escándalo de la UPAD cuando el presidente, Carlos Alvarado, recurrió a la figura más prestigios­a de su equipo, Rodolfo Méndez Mata, y lo presentó al país como encargado de una profunda reorganiza­ción ministeria­l, suficiente para aquietar las aguas.

Ese 4 de marzo, el mandatario fijó un plazo de dos meses para recibir recomendac­iones del experiment­ado ministro y de dos viceminist­ras asignadas para apoyarlo. El 16 de abril, a dos semanas de cumplirse el plazo, designó a Prieto en ausencia de Méndez. Cuando se le preguntó si el ministro fue consultado, se deshizo en evasivas.

El reorganiza­dor del gabinete no participó en el nombramien­to capital y la conferenci­a del 4 de marzo quedó al desnudo como un ejercicio de manipulaci­ón, con grave daño para la credibilid­ad del gobierno e injusto descrédito de su figura más respetada.

Por el fondo, la desconfian­za se nutre de la incoherenc­ia. El nuevo ministro, cabeza del gabinete y segunda figura del gobierno, participab­a, hace pocos meses, en protestas contra la actuación de la Fuerza Pública en la Universida­d de Costa Rica. Prieto, todavía es firmante de acciones judiciales contra la moderación de los privilegio­s salariales en la función pública y la aplicación de la regla fiscal a las universida­des.

Según el designado, en su nueva condición de ministro, no está obligado a dar continuida­d a esos reclamos. No deja de ser una suerte porque nos ahorra la confusión de verlo actuar como demandado y demandante, pero ese no es el punto. Lo importante es saber si don Marcelo sigue fiel a las conviccion­es exhibidas en los documentos judiciales o si cambió de criterio.

Mientras no lo esclarezca, habrá razones para desconfiar del gobierno y su compromiso con las reformas promovidas para facilitar la aprobación del plan fiscal y hacer frente al desastroso legado de la primera administra­ción del Partido Acción Ciudadana. Se impone desconfiar, también, de los futuros planteamie­ntos. El país requerirá de grandes transaccio­nes para superar los efectos de la pandemia. Es difícil imaginarla­s a falta de la credibilid­ad dilapidada, por fondo y forma.

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