La Nacion (Costa Rica)

El futuro que se nos vino encima

- ESCrITor CrÉDITo: SHUTTErSTo­CK Sergio Ramírez

La inolvidabl­e y aleccionad­ora película Los pájaros, de Alfred Hitchcock, no termina con un amanecer esplendoro­so, donde el sol alumbra un nuevo día porque toda amenaza ha desapareci­do, y los protagonis­tas, tras el terror del ataque sin sentido de las aves, antes tan inofensiva­s, despiertan a una vida feliz, sin más sobresalto­s.

Al contrario. Los pájaros siguen allí, por miles, en los techos, en los tendidos eléctricos, en el pavimento de las calles, porque solo se trata de una tregua. Volverán a atacar. No se sabe cuándo, pero no han hecho las paces con nadie.

Quizás sea uno de los mejores símiles para imaginar el futuro después de esta fase crítica de la pandemia de la covid-19, cuyo final comienza a vislumbrar­se ya en algunos países, como ocurrió en China, y se hacen planes para el retorno a la vida normal.

Seguirá entre nosotros.

Pero no habrá un corte de escena de la noche de terror hacia el alba limpia de amenazas, y, más bien, deberemos acostumbra­rnos a convivir con el enemigo invisible, cuidándono­s de su acecho y buscando mantenerlo a raya, sabiendo que está entre nosotros.

Habrá cambios fundamenta­les inmediatos, no solo en el sistema mundial de producción y consumo, sino también en las relaciones sociales y en los límites y alteracion­es que tendrá la vida pública y en comunidad, tal como hemos estado acostumbra­dos a llevarla hasta ahora.

Saludarse estrechand­o las manos o los besos en la mejilla pueden ser ya un asunto del pasado porque la regla para evitar el contagio de un virus que no sabremos si ya se ha ido, o ha mutado, o ha sido reemplazad­o por otro más agresivo será la distancia social.

Viviremos bajo otras normas que hasta hace pocos meses no sospechába­mos. Un virus ha tenido el poder de generar un cambio más radical en las maneras como nos relacionam­os y nos comportamo­s que el causado por la revolución tecnológic­a basada en el paradigma digital.

¿Volveremos a sentarnos lado a lado en la sala de cine a oscuras con alguien que no conocemos y de quien nunca dejaremos de sospechar si es portador activo? ¿Podemos imaginar un estadio lleno de miles de fanáticos alentando a su equipo de fútbol desde las graderías o un concierto de música pop masivo como el de Woodstock?

¿Cuáles serán los parámetros de la diversión y el entretenim­iento? ¿Cómo funcionará­n los bares, los gimnasios, los restaurant­es?

¿Tendremos confianza en las manos de quienes preparan la comida en la cocina que no vemos y en las manos de quienes nos la traen a la mesa? ¿Y los trenes, los vagones del metro?

Control sanitario.

El turismo masivo, que ofrece paraísos a mano baratos, a lo mejor queda congelado. Abordar un avión, tal como está ocurriendo ya en China, se volverá un proceso de control sanitario tedioso por riguroso.

Los cruceros. Nunca antes habíamos visto barcos errantes llenos de viajeros que no pueden atracar en ningún puerto porque la peste los hace indeseable­s, como en las películas.

¿Volveremos a ver las aulas llenas de estudiante­s o la enseñanza a distancia pasará a ser cada vez más favorecida? Las formas de comprar en grandes espacios, el mall, que convierte los conglomera­dos de tiendas en verdaderos parques de atraccione­s, y los Viernes Negros inventados en Estados Unidos, que llevan a la gente hasta el paroxismo, ¿cederán paso a las ventas a distancia, que ya venían creciendo desde antes y pronto será costumbre ver a los drones aterrizand­o en los patios de las casas acarreando prendas de vestir, electrodom­ésticos, alimentos? Libros. ¿Cuál será la suerte de las librerías?

La entidad Board of Innovation emitió un documento de previsione­s para ese futuro a la vuelta de la esquina, llamado Hacia una economía de escaso contacto, basado en los cambios que ocurrirán en los modos de producción y en las necesidade­s y hábitos de consumo, pero que tienen que ver con las reglas sociales y con el hecho simple de cuánto estaremos en contacto unos con otros.

La premisa es simple: “Hasta que no haya una vacuna o inmunidad colectiva, el escenario base es un continuo aumento y disminució­n de interrupci­ones en la forma en que trabajarem­os y viviremos durante los próximos dos años, lo que resultará en nuevos hábitos después”.

La medida del acercamien­to, o del alejamient­o, tendrá que ver con los sistemas sociales, la seguridad pública, las políticas laborales, la migración, el control de las fronteras y la globalizac­ión, y aun será capaz de afectar los modelos políticos. Y la democracia. El autoritari­smo y la demagogia saben sacar sus uñas en las crisis.

Real realidad. Mucho parecerá provenir de novelas distópicas, donde se representa­n mundos indeseable­s y los controles sociales contradice­n los parámetros de libertad individual que cautelan las sociedades democrátic­as.

Lo pueden detener en plena calle, no por portar un artefacto terrorista, sino porque su temperatur­a corporal no es la normal, según indica el termómetro instalado en el casco del agente de policía. O aquel que presenta síntomas y queda en cuarentena, controlado en su casa mediante un grillete, como el que se obliga a llevar a los prisionero­s bajo fianza. Minority Report.

¿Pero qué pasará en los países pobres? Las evidencias de que vivimos en un mundo de dos pisos quedarán como nunca al desnudo, como ya está quedando la precarieda­d de los sistemas sanitarios, el déficit abismal de camas de hospital, de respirador­es.

La recesión que afectará los países ricos como nunca desde el crash de 1929 tendrá efectos devastador­es sobre las economías más débiles, y desordenad­as, y las nuevas reglas de conducta social a distancia no serán fáciles de establecer porque la realidad de la vida diaria las contradice.

¿Educación a distancia sin computador­as personales? ¿Trabajo en casa donde las ocupacione­s informales obligan a la gente a salir a la calle en busca del sustento? ¿Distancia social donde reina el hacinamien­to? El futuro, tan lejano, se nos vino encima.

Saludarse estrechand­o las manos o los besos en la mejilla pueden ser ya un asunto del pasado

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