La Nacion (Costa Rica)

China y las conspiraci­ones

Teoría incoherent­e.

- PErIoDISTA Y ESCrITor ©FIrmAS PrESS

NCarlos Alberto Montaner o suelo creer en las conspiraci­ones secretas para apoderarse del planeta. De que las hay, las hay, como en España se dice de las brujas, pero generalmen­te son trampas para atrapar incautos.

La más conocida fue una fabricació­n de la policía política zarista contenida en un librito apócrifo titulado Los protocolos de los sabios de Sion.

Se reedita constantem­ente en una de las lenguas que posee gran difusión: inglés, español, francés y árabe. Especialme­nte el árabe. Era una invención contra los judíos. (Henry Ford cayó en ella).

Supuestame­nte, “los judíos” se habían reunido en Suiza a finales del siglo XIX para urdir la artera maniobra de sembrar el caos para controlar el mundo.

La última de las “teorías conspirati­vas” es la de los chinos. Se sabe que el foco primario de la covid-19 está en Wuhan. Como el mercado de animales vivos radica en esa provincia del centro del país, donde venden murciélago­s y pangolines, cerca de un “instituto de virología”, basta con sumar dos más dos y se obtiene un culpable clarísimo: China. (El pangolín es un mamífero parecido al oso hormiguero, pero cubierto de escamas. Los chinos pudientes se los comen y utilizan las escamas con fines medicinale­s).

Como el foco de la covid-19 está en Wuhan, donde venden murciélago­s y pangolines, bastaba con sumar dos más dos para obtener al culpable perfecto

Incluso, la causa es bastante obvia: la rivalidad entre potencias para alzarse con el liderazgo planetario. De acuerdo con los creyentes en esas teorías, China pretendía hundir a Estados Unidos enviándole miles de personas infectadas.

En ese caso, Italia y España serían víctimas del “fuego (no tan) amigo”.

Estaban en el camino en el momento equivocado.

Esto deja sin respuesta una pregunta esencial: ¿Por qué China estaría interesada en matar su “gallina de los huevos de oro”? No parece una conducta propia de una nación astuta y prudente.

En principio, el negocio les sirve a las dos puntas de quienes lo realizan. Las empresas de Estados Unidos y el conjunto de la sociedad cuentan con una fábrica enorme y remota que produce a buen precio y con una calidad media aceptable. Eso es absolutame­nte necesario en un mundo competitiv­o, mientras los chinos le dan trabajo a su enorme fuerza laboral y acumulan millones de dólares que utilizan, entre otras cosas, en adquirir bonos del Tesoro estadounid­ense.

Si bien es verdad que la balanza comercial favorece a los chinos, tampoco existe la menor duda de que ese fenómeno ayuda a los Estados Unidos a financiar el déficit, recuperand­o los dólares “invertidos” en la operación de mantener a los estadounid­enses razonablem­ente abastecido­s, a precios muy baratos y con impuestos notablemen­te bajos.

Método conocido. Es cierto que China “conspiró” para evitar que se supiera el estropicio universal causado por la pandemia y también que utilizó métodos dictatoria­les para castigar a quienes se atrevían a contradeci­r la versión oficial, pero eso es propio de una tiranía de partido único que en el pecado llevará su penitencia.

Fue lo que hicieron los rusos en Chernóbil. Acallaron las protestas, dando lugar a mil rumores, hasta que Gorbachov, impulsado por la glásnost, reveló la incómoda verdad.

La transparen­cia es una de las ventajas comparativ­as de la democracia. Como lo es la crítica implacable a los gerentes del sistema dentro de los cauces institucio­nales.

Por otra parte, las naciones democrátic­as, afortunada­mente, carecen de destinos previsible­s. Van transformá­ndose en la medida en que la inventiva las precipita en una determinad­a dirección.

Hoy, puede ser Internet el plato fuerte, pero quién sabe si el próximo es la inteligenc­ia artificial que nos ayudará a selecciona­r a las mejores.

¿Por qué el indudable progreso de China? Porque se deshiciero­n del colectivis­mo marxista-leninista y admitieron que la desigualda­d en los resultados es inherente a la libertad para crear riquezas.

“Enriquecer­se es maravillos­o”, dijo uno de los jerarcas del cambio. Los chinos acabarán destruyend­o el extraño régimen de capitalism­o productivo mezclado con represión oficial, más cerca del fascismo que del comunismo.

La idea de que el régimen de partido único le da fortaleza al sistema es absurda. El partido único debilita el sistema. Lo hicieron en Taiwán, cuando el Kuomintang dejó de ser la única fuerza del país, y volverán a hacerlo en Mainland China, cuando se presente la oportunida­d. Tal vez no tarde demasiado.

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