Debemos saber
Contra el capitalismo bancario.
CrÉDiTo: SHUTTerSToCK
Rechaza la democracia y suprime la discusión.
Debemos saber que solo existe una democracia, y es la real, la que hemos llegado a construir y que lejos está de la ideal democracia de los filósofos.
La democracia real debe luchar por conseguir lo posible, sabiendo que en ninguna etapa histórica se puede alcanzar la totalidad.
La democracia real es la que puede avanzar con pasos cortos, manteniendo la institucionalidad democrática que se ha logrado consolidar. Los derechos, los principios y los grandes objetivos siguen siendo una máxima aspiración.
Vivir con ilusión. Nos encontramos frente a una paradoja: solo existe la democracia real, la otra es ideal. No obstante, si la real aparta el ideal, si lo desecha, desaparece. Ninguna democracia puede vivir si prescinde de la ilusión.
El líder democrático está obligado a conocer esta realidad y a actuar de conformidad. Si continúa ofreciendo el paraíso, engaña al pueblo, le miente y lo defrauda. Es un simple demagogo.
Debemos saber que para los grandes problemas es necesario tener a mano grandes soluciones. En la presente crisis, y cuando el ministro de Salud anuncia la posibilidad de un 60 % de la población contagiada a corto plazo, deben suspenderse las garantías inmediatamente.
El gobierno debe tener a su alcance el poder para cuando, de la noche a la mañana, tengamos mil muertos a causa del virus. Carlos Alvarado merece esa confianza.
Debemos saber también que, cuando aparece una crisis como la de hoy, la democracia real, no la teórica, muestra su gran debilidad, pero también sus posibilidades según la Constitución Política y las leyes.
Como todo en la vida, las crisis afectan más a los pobres, es decir, a quienes no tienen defensas particulares, a quienes se quedaron sin trabajo, a los miles y miles que no tuvieron ni tienen oportunidad.
Para ellos es para quienes debe inclinarse la balanza de la justicia social. Si la realidad es injusta y golpea y margina más al pobre, la ley y las disposiciones oficiales deben equilibrar tendiendo la mano a los pobres, a los marginados, a quienes han sido explotados por los siglos de los siglos.
Dejar de pagar la deuda pública. Apreciamos que el gobernante que tenemos se desespere por encontrar soluciones; es hombre de buena fe, pero, al parecer, está mal aconsejado.
La situación es sumamente seria. La muerte toca diariamente las puertas de las casas. Entonces, las resoluciones que se tomen deben corresponderse con esa gravedad.
No es pagando los miles de millones de colones en intereses de la deuda pública, como prioridad, como lo ha solicitado el ministro de Hacienda.
Si es la muerte de cientos de costarricenses lo que tenemos como posibilidad cierta en el futuro inmediato, pagar intereses de la deuda pública sería irónico si no fuera trágico y vergonzoso.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) aprovecha el desconcierto actual para obligar a los países pobres a pagar los intereses de las deudas usando el poder que ha logrado acaparar.
Sus dirigentes olvidan que esa institución se creó, cabalmente, para ayudar en época de grandes necesidades, no para oprimir.
La solución no es rebajando salarios, no es aprobando impuestos indirectos, no es golpeando más a quienes ya no soportan golpes.
Dice bien el presidente que la solidaridad es de todos, pero ha de ser en correspondencia con la capacidad de cada cual.
Los empleados públicos no pueden, ellos mismos, soportar la carga. Hay que volver a inclinar la balanza.
Tal vez, como lo hizo José Figueres Ferrer en 1948: un impuesto directo al capital. O sea, el impuesto Robin Hood, como se sugirió en un país europeo.
Debemos saber también que ya es hora de estar sembrando cientos de hectáreas de maíz, frijoles, arroz y hortalizas, y comprando miles de cabezas de ganado para regalar comida al pueblo.
Debemos saber también que ha llegado la hora de declarar una moratoria de, por lo menos, cinco años para el pago de deudas de los pobres. Y los bancos del Estado deben inclinar su balanza para ayudar a los pobres.
Si son parte del Estado solidario, solidarios deben ser también. Fueron creados para ayudar. Despójense ahora, en emergencia, de su mercantilismo capitalista, de su competencia empresarial y regresen a la solidaridad, a su función original, según los principios filosóficos, democráticos y morales para los que fueron creados: para ayudar al pueblo y no para ser una banca capitalista más. Tal vez a los bancos del Estado se les debe imponer también un impuesto al capital.
Sí, debemos saber que, a pesar de la realidad que comento, tenemos que defender apasionadamente nuestra institucionalidad porque representa, no obstante todos los pesares, un grado de libertad, derechos y garantías como pocos pueblos del mundo han logrado.
Esa institucionalidad es lo único que nos permite continuar hacia adelante; el escalón que asegura subir otro escalón más.
Sí, debemos saber que la democracia es una lucha sin fin. Nos lo enseñó el más demócrata de los gobernantes que hemos tenido en el país.
El gobernante demócrata debe democratizar, y democratizar es equilibrar la balanza, no debemos olvidarlo.
El gobernante demócrata debe democratizar, y democratizar es equilibrar la balanza