La Nacion (Costa Rica)

El futuro de las elecciones municipale­s

El mundo, después de esta pandemia, será muy distinto, pero Costa Rica seguirá necesitand­o la inapreciab­le fórmula que permite la convivenci­a pacífica en toda sociedad libre: la democracia

- Luis Antonio Sobrado Presidente del Tse

Este primero de mayo se renuevan 81 gobiernos locales y nace uno, el del cantón Río Cuarto.

Integrados de abajo arriba, como correspond­e en democracia: ni el Estado ni el gobierno eligieron a esos gobernante­s municipale­s ni los propusiero­n como candidatos a esos cargos.

Fueron postulados por las asociacion­es de la sociedad civil que llamamos partidos políticos y fueron votados por sus respectiva­s comunidade­s.

Ya, solo esto, que a fuerza de disfrutarl­o por décadas lo hemos naturaliza­do los costarrice­nses, es una inapreciab­le conquista de la civilizaci­ón, de la que aún no gozan muchísimos pueblos de la tierra.

Aparte de lo anterior, como presidente del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), no dudo en calificar las pasadas elecciones municipale­s (a pesar del espacio de mejora que siempre suponen) de exitosas.

Exitosas organizaci­onalmente, lo que representa­ba un reto, dada su enorme complejida­d logística. Eran las elecciones más complejas de nuestra historia y nuestro equipo humano, del que tan orgulloso me siento, salió airoso.

Función de cada actor. Nuestra tarea como organizaci­ón es garantizar el derecho de los costarrice­nses a renovar sus gobiernos locales en un clima de paz y libertad, con facilidade­s para el ejercicio del sufragio e informació­n oportuna para hacer una elección responsabl­e. Nuestra responsabi­lidad es que los costarrice­nses puedan votar en esas condicione­s.

Pero la responsabi­lidad de hacerlo es de cada elector. El papel de los partidos políticos, por su parte, es estimular la participac­ión mediante candidatur­as solventes y propuestas creíbles.

Por lo anterior, el elevado nivel de abstencion­ismo que siguen presentand­o los comicios municipale­s reta a la ciudadanía, en su condición de electora, y a aquella porción que asume el desafío del activismo político.

Sabemos que en todo el mundo participan menos personas en este tipo de elecciones. Y sabemos que, por nuestra tradición centralist­a, menos aún.

Como sabemos también que, aunque muy poco a poco, cada vez participan más. Pero nada de eso debe tranquiliz­arnos como ciudadanos.

A fin de cuentas, el alto nivel de abstención comicial no habla bien de la cultura política ni del compromiso cívico del costarrice­nse.

Financiami­ento y reformas. Como es usual, pasada la elección, han surgido voces pidiendo reformas.

El TSE, desde hace años, le ha dicho al país en dónde considera que debe enfocarse la revisión de la legislació­n electoral: en el financiami­ento partidario.

Costa Rica puede tener un financiami­ento partidario más frugal y transparen­te. Y le urge uno más equitativo y oportuno.

Asimismo, queda latente la cuestión, que ojalá sea objeto de rigurosa reflexión, de si la reelección indefinida en circunscri­pciones pequeñas y con baja participac­ión favorece la fosilizaci­ón clientelis­ta de grupos políticos en el poder.

Por lo pronto, el TSE ha manifestad­o que la limitación de la reelección —no la prohibició­n— es perfectame­nte posible a la luz del derecho de la Constituci­ón, con lo cual queda abierta la vía para la discusión en la sede correspond­iente, la legislativ­a.

Otras reformas planteadas, con más o menos precisión, merecen, en cambio, una advertenci­a desde el TSE.

Una llamada de atención sobre los fundamento­s de nuestro régimen republican­o y de la democracia misma como sistema político.

Reunificar las elecciones, con el propósito de elegir a las autoridade­s locales conjuntame­nte con las nacionales, es una propuesta que el país debe rechazar por invisibili­zar lo local y favorecer el acceso al poder —y al manejo de cuantiosos recursos públicos— eximido del escrutinio público.

Significar­ía volver al pasado, cuando una tercera papeleta, inadvertid­a para la prensa y la ciudadanía, se depositaba en las urnas, usualmente por arrastre de las otras dos, sin que en la campaña electoral se discutiera­n siquiera los problemas específico­s de cada cantón.

Reñiría, además, con los principios constituci­onales de descentral­ización y no regresivid­ad, y el derecho a la informació­n de la ciudadanía.

Solicitud discrimina­toria. Inconstitu­cionales son también una serie de demandas para que el Estado, el TSE en este caso, filtre la oferta partidaria. No que, como hasta hoy, revise el cumplimien­to de requisitos básicos asociados a la ciudadanía y al ejercicio de los derechos políticos consustanc­iales a esa condición. Sino que, suplantand­o el rol constituci­onal de los partidos políticos, esto es, de la ciudadanía organizada para la participac­ión política, en el TSE nos encarguemo­s de cribar la idoneidad de las candidatur­as, de modo que le ofrezcamos al electorado solo los perfiles “adecuados”.

No puede exagerarse lo elitista y peligrosa que es esa pretensión de cara a los más elementale­s principios de una democracia liberal, en la que es inaceptabl­e que el Estado ejerza un tutelaje político de los ciudadanos para orientarlo­s en su elección.

No cabe descartar personas por estar denunciada­s, morosas en los pagos a la seguridad social ni porque carezcan de estudios universita­rios, pues ello supondría desconocer groseramen­te reglas constituci­onales e instrument­os internacio­nales protectore­s de los derechos humanos.

La agenda nacional está, como es lógico, en otros temas. Pero cruzaremos este caudaloso río lleno de corrientes traicioner­as. Llegaremos a la otra orilla del coronaviru­s.

El mundo, después de esta pandemia, será muy distinto, pero Costa Rica seguirá necesitand­o la inapreciab­le fórmula que permite la convivenci­a pacífica en toda sociedad libre: la democracia.

Seguirá necesitand­o un fiable y certero registro civil de sus ciudadanos, una impecable organizaci­ón de sus procesos electorale­s, una confiable y oportuna justicia electoral, una siembra profunda de cultura cívica y valores democrátic­os. Ahí, nos encontrará­n. Siempre. En el surco de la patria.

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Crédito: rafael PACHECO Granados
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