La Nacion (Costa Rica)

La ‘red criminal’ de Carlos Alvarado

Una denuncia anónima,

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La denuncia no merece ese nombre. Se parece más a una calumnia. Cuando

menos, tiene todos los elementos de una denuncia calumniosa.

infundada y francament­e estúpida echó a andar el aparato investigat­ivo del Ministerio Público al más alto nivel, el de la fiscala general, Emilia Navas, y la Sección Anticorrup­ción del Departamen­to de Delitos Económicos y Financiero­s del Organismo de Investigac­ión Judicial. También causó titulares de prensa sobre las pesquisas encaminada­s a determinar si el presidente, Carlos Alvarado, encabeza una “red criminal” dedicada a extraer sobornos de los principale­s concesiona­rios de infraestru­ctura y servicios.

En la Asamblea Legislativ­a, sin siquiera un vistazo a la denuncia y sin conocer su origen anónimo, algunos diputados pidieron la renuncia de altos funcionari­os “involucrad­os”, incluido el ministro calificado por el denunciant­e como “zar de los sobornos”. Otros vieron la oportunida­d de anotar puntos políticos y exigieron la apertura de una investigac­ión legislativ­a contra el mandatario y altos funcionari­os de su administra­ción.

La denuncia no merece ese nombre. Se parece mucho más a una calumnia. Cuando menos, tiene todos los elementos de una denuncia calumniosa según la tipificaci­ón del Código Penal. Así, salta a la vista de quien la lea, sin necesidad de haber cursado siquiera el primer año de Derecho. Por eso asombra la decisión de darle curso, tratándose de un tema tan delicado por sus ramificaci­ones políticas, sociales y económicas. Precisamen­te por esas repercusio­nes, cuando la acusación se dirige contra miembros de los supremos poderes, la ley dispone un procedimie­nto especial y confía en el criterio de la Fiscalía General para practicar las indagacion­es iniciales.

La “denuncia” comienza por atribuir a la “red criminal” del presidente Alvarado el cobro de soborno a los principale­s concesiona­rios del Estado y menciona específica­mente a los encargados del aeropuerto Juan Santamaría, la ruta 27 y puerto Caldera. La afirmación está en el tercer párrafo y nunca más, a lo largo de siete páginas, vuelven a mencionars­e las dos primeras concesione­s. El párrafo lo cierra el anónimo denunciant­e afirmando: “En esta denuncia, me referiré específica­mente a las negociacio­nes de la concesión del muelle general de Puerto Caldera”.

Surge así un misterio insondable. ¿Por qué no referirse a las otras dos fuentes de “sobornos” y a todas las que conozca el “denunciant­e”? ¿Por qué no nombra a los involucrad­os en esos casos? Surge también una pregunta para la Fiscalía: Si la “denuncia” es notitia criminis suficiente para invertir recursos públicos en su investigac­ión, ¿examinarán también las otras dos concesione­s? A las tres se les menciona como fuente de sobornos y a todas sin la menor prueba o indicio, incluido el caso de Caldera, sobre el cual no consta más que la especulaci­ón del “denunciant­e”, bastante tonta, por cierto.

La historia es así: Caldera requiere de obras urgentes para no colapsar, pero la concesión vigente no permite a la adjudicata­ria hacer obras civiles de importanci­a. Solo puede ejecutar labores de mantenimie­nto y brindar el servicio portuario. Es necesario modificar el contrato para permitir una remodelaci­ón de $150 millones a cargo de los actuales administra­dores o rescindirl­o antes de su terminació­n en el 2026, con indemnizac­ión para la concesiona­ria (unos $100 millones).

Una empresa de Emiratos Árabes Unidos se interesó en hacer las inversione­s, pero ofreció modernizar también el puerto de Puntarenas y el ferrocarri­l de carga entre el Pacífico y Alajuela. Los árabes indemnizar­ían a la concesiona­ria actual y se harían cargo de los tres proyectos.

Al “denunciant­e” le parece mejor la oferta de Dubái y vaticinó, el 4 de diciembre del 2019, que tres meses más tarde el gobierno la rechazaría para favorecer al concesiona­rio actual con cuyo “soborno” los Emiratos no pueden competir porque “por un tema cultural, los árabes no hacen negocios sobornando funcionari­os públicos”. ¡Así de imbécil!

“Entonces, la propuesta será rechazada por el Gobierno… con complicida­d de las personas denunciada­s… porque los altos jerarcas… denunciado­s no lograron asegurarse una comisión…”.

Los pronóstico­s del “denunciant­e” sobre futuros delitos no se cumplieron. Al mes siguiente de planteada la “denuncia”, el presidente se encaminaba a Dubái precisamen­te para atraer la inversión propuesta, empero se vio obligado a cancelar el viaje debido a las tensiones desencaden­adas por el ataque estadounid­ense contra el principal estratega militar iraní. A la fecha, la propuesta del concesiona­rio tampoco ha sido aceptada y toda modificaci­ón al contrato exigirá el escrutinio de la Contralorí­a General de la República. La oferta árabe más bien fue retirada el 6 de abril porque, según la empresa, la indefinici­ón del marco legal y la crisis mundial impiden hacer la inversión.

A lo largo de las siete páginas, no hay una sola referencia a una prueba, un lugar, un monto, una transferen­cia, un testigo, una conversaci­ón, una grabación o un encuentro siquiera sospechoso. No hay indicio alguno y en el ridículo aparte final, titulado “pruebas”, solo hay una lista de seis publicacio­nes de medios de comunicaci­ón nacionales sobre el tema de Caldera. Ninguna de ellas contiene siquiera una referencia indirecta a alguna anomalía.

Es difícil creer que semejante argucia se constituya en punto de partida para una investigac­ión judicial o un examen legislativ­o. Entendería­mos que el lector dude de la caracteriz­ación que hemos hecho de la denuncia, vista la inverosimi­litud del caso. Por eso, decidimos publicarla íntegramen­te en la edición electrónic­a, donde cada cual podrá ver la documentac­ión con sus propios ojos y decidir si la política costarrice­nse debe ser así y si los recursos públicos, tan escasos hoy, están bien invertidos en investigar una evidente infamia.

En esta dirección, podrá leer completo el expediente de la denuncia: https://issuu.com/eoviedo-nacion/docs/camscanner_2005-19-2020_2011.34.21

La denuncia de la cual tanto se ha hablado no merece ese nombre. Se parece mucho más a una calumnia. Cuando menos, tiene todos los elementos de una denuncia calumniosa

A lo largo de siete páginas, no hay una sola referencia a una prueba, un lugar, un monto, una transferen­cia, un testigo, una conversaci­ón, una grabación o un encuentro siquiera sospechoso

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