La Nacion (Costa Rica)

Balance de nuestro pacto social

- Juan Luis Bermúdez Madriz MINISTRO de desarrollo Humano

El impacto social y económico de la covid-19 puso de relieve las fortalezas heredadas y algunas debilidade­s pospuestas del modelo de bienestar costarrice­nse.

Renovar el pacto social, escudo protector de riesgos presentes y futuros, no dependerá ni de una dádiva del pasado ni de un golpe del destino, sino de nuestra capacidad de caminar consciente­mente en favor de la justicia social.

Debemos aceptar que esta emergencia no nos encontró en nuestro mejor momento de cohesión e inclusión como sociedad: un 12,4 % de la fuerza laboral en desempleo, un 21 % de hogares en pobreza, un 47 % en informalid­ad, tasas de ocupación femenina relegadas por la falta de correspons­abilidad social —particular­mente masculina— en las tareas domésticas o los cuidados son fenómenos concatenad­os y con otras múltiples manifestac­iones de exclusión.

Son heridas de desigualda­d que, en un cerrar de ojos, recibieron el ácido de esta pandemia en su raíz: cierre de empresas, pérdidas de cosechas y productos, inestabili­dad familiar y amenazas de pobreza que causan un cuestionam­iento a los derechos humanos y la promesa democrátic­a de nuestro Estado social.

Por tanto, la inacabada agenda de la sostenibil­idad financiera de nuestro estado de bienestar debe reposicion­ar varios asuntos estructura­les.

La protección en mercados laborales informales; la integració­n de servicios sociosanit­arios alrededor de sistemas integrales de cuidados que, a su vez, abran espacios de equidad para la inclusión económica de las mujeres; y la progresivi­dad de los esquemas contributi­vos de protección y la eficiencia de los no contributi­vos constituye­n retos que, si bien no son nuevos, ahora revisten especial importanci­a para la recuperaci­ón económica y social del país.

Rectoría sectorial. La agenda demanda, además, la institucio­nalización de una rectoría sectorial centrada en la gente que, lejos de una mera concentrac­ión de institucio­nes, vaya de la mano de estrategia­s disruptiva­s imprescind­ibles para alcanzar la equidad, tales como el modelo de atención integral de Puente al Desarrollo, la autogestió­n del bono proteger, la precisión del Sistema Único de Informació­n y Registro Único de Beneficiar­ios del Estado (Sinirube), la profundiza­da articulaci­ón de programas sociales e intervenci­ones sanitarias, la simplifica­ción vigorosa de trámites y la digitaliza­ción orientador­a de políticas públicas eficientes y basadas en evidencia.

Un balance de pragmatism­o y prudencia debe conducir a ajustes institucio­nales y a la reorientac­ión de recursos al modo costarrice­nse, no como fines en sí mismos, sino como una ruta para evitar que la factura de esta crisis signifique la desatenció­n de las poblacione­s más vulnerable­s.

Nuestra obligación es extirpar el enquistado paradigma burocrátic­o de nuestra institucio­nalidad, colocando en su lugar la movilidad y la justicia social como satisfacto­res máximos del funcionari­ado e indicadore­s de valor público de los programas sociales.

Mandato de universali­zación. En la seguridad social, la vulnerabil­idad financiera que llevó a una crisis de liquidez al seguro de salud hace nueve años, y que hoy da un pronóstico reservado para el régimen de pensiones, obliga a la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) y al país a maximizar su mandato de universali­zación.

El no aseguramie­nto oportuno y previsiona­l de grandes segmentos económicam­ente activos divide, dolorosa e injustamen­te, a nuestra sociedad y desmorona el futuro institucio­nal.

Para esto, las decisiones con el propósito de reducir la informalid­ad y la exclusión son también un imperativo de sostenibil­idad que debe estar a la altura de la merecida confianza que, en esta emergencia, todos le ofrecen hoy a la seguridad social.

Sustituir las barreras al aseguramie­nto por mecanismos simples de acceso y facilidad para la universali­zación contributi­va a la seguridad social es una batalla contra la desigualda­d que requiere el mismo compromiso con el cual pretendemo­s poner fin a esta pandemia.

Las heridas de la desigualda­d, en un cerrar de ojos, recibieron el ácido de la pandemia en su raíz

Pensar en los otros. Para tener un “nosotros” como nación, al otro lado de la curva pandémica debemos pensar y actuar por “los otros” (actuales y venideros), principalm­ente los que corren el riesgo de quedar rezagados, y ser tan consciente­s de sus necesidade­s como para racionaliz­ar las demandas particular­es y esquivar, en este momento de urgencia, la regresivid­ad de la siempre oportunist­a cultura del privilegio.

El impacto de esta crisis precisa plena conciencia de que ni siquiera lo que se nos ha heredado podemos darlo por sentado.

La construcci­ón de una Costa Rica más justa e inclusiva requerirá expresa determinac­ión de alcanzar un equilibrio entre las responsabi­lidades gremiales, sectoriale­s y territoria­les en favor del interés común.

Esa es la esencia y la invitación a un pacto social que, frente a nuevos riesgos y realidades, vale la pena ser renovado.

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Foto Rafael PACHECO

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