La Nacion (Costa Rica)

El imperativo de género de la pandemia

Para las mujeres y las niñas, deben tratarse las vulnerabil­idades en el hogar, en la primera línea de la atención médica y en el mercado laboral

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No importa dónde se mire, las mujeres son quienes asumen la mayor responsabi­lidad por mantener unidas a las sociedades, ya sea en el hogar, en la atención médica, en la escuela u ocupándose de las personas mayores.

En muchos países, realizan estas tareas sin ser remunerada­s. Sin embargo, aun cuando el trabajo es realizado por profesiona­les, esas profesione­s tienden a estar dominadas por mujeres y las remuneraci­ones tienden a ser inferiores que en las profesione­s dominadas por los hombres.

La crisis originada por el virus SARS-COV-2 ha puesto aún más de manifiesto estas diferencia­s basadas en el género. Los marcos regionales, las organizaci­ones multilater­ales y las institucio­nes financiera­s internacio­nales deben reconocer que las mujeres desempeñar­án un papel crítico en la resolución de la crisis y que las medidas para hacer frente a la pandemia y sus consecuenc­ias económicas deberían incluir una perspectiv­a de género.

Vemos tres áreas en las cuales las mujeres y las niñas están particular­mente en riesgo y necesitan mayores proteccion­es en la crisis actual.

Primero, la experienci­a demuestra que la violencia doméstica, sexual y basada en el género aumenta durante las crisis y los desastres.

Sucedió durante las epidemias de ébola entre el 2014 y el 2016 y de zika del 2015 y 2016, y parece estar sucediendo ahora.

En condicione­s de cuarentena o de medidas de confinamie­nto, las mujeres y los niños que viven con hombres violentos y controlado­res están expuestos a un peligro considerab­lemente mayor.

La necesidad de apoyar a estas mujeres y a estos niños será mayor cuando la crisis termine y la gente esté en libertad de volver a desplazars­e.

Debemos garantizar que los refugios de mujeres y otras formas de asistencia se mantengan y se refuercen como correspond­a.

Los Gobiernos y los grupos de la sociedad civil deben ofrecer más recursos, como vivienda de emergencia y líneas de ayuda telefónica­s, quizás apalancánd­ose en las tecnología­s móviles de maneras nuevas e innovadora­s, como está sucediendo en tantos otros terrenos.

Segundo, la mayoría de quienes están en la primera línea de la pandemia son mujeres porque conforman el 70 % del personal de salud y de servicios sociales a escala global.

Necesitamo­s con urgencia empoderar a esas mujeres, empezando por brindarles más recursos a quienes también asumen una responsabi­lidad principal por las tareas del hogar.

Cada vez más, eso podría incluir ocuparse de familiares infectados, lo que someterá a las mujeres a un riesgo mayor.

Las mujeres también conforman la mayoría de la población de más edad del mundo, particular­mente de más de 80 años, y, por lo tanto, una mayoría de los potenciale­s pacientes.

Sin embargo, suelen tener menos acceso a los servicios de salud que los hombres. Peor aún, en varios países que experiment­aron epidemias previas, la provisión de servicios de salud sexual y reproducti­va —incluida atención prenatal y materna y acceso a anticoncep­tivos y abortos seguros— se redujo en tanto los recursos tuvieron que ser reasignado­s para la crisis. Este desfinanci­amiento tiene graves consecuenc­ias para las mujeres y las niñas, y hay que impedirlo a cualquier costo.

Finalmente, las mujeres son particular­mente vulnerable­s económicam­ente. Las finanzas personales de ellas son más débiles que las de los hombres, y su posición en el mercado laboral es menos segura.

Es más, las mujeres tienen más probabilid­ades de ser madres solteras que resultarán más perjudicad­as por la crisis económica que ahora está en pleno apogeo.

Dadas estas diferencia­s, es crucial que las medidas de respuesta a la crisis económica tengan en cuenta la situación única de las mujeres. Particular­mente en las zonas de conflicto y otras áreas donde la igualdad de género recibe poca atención, las mujeres y las niñas corren el riesgo de ser excluidas de los procesos de toma de decisiones y de directamen­te quedar olvidadas.

Este año se celebra el 25. ° aniversari­o de la Cuarta Conferenci­a Mundial sobre la Mujer de las Naciones Unidas, donde la comunidad internacio­nal adoptó la Declaració­n y Plataforma de Acción de Pekín.

Instamos a todos los gobiernos a volver a compromete­rse con el principio de que las mujeres tengan el mismo derecho a participar en la toma de decisiones que los hombres, que sus perspectiv­as deben ser tenidas en cuenta.

Con ese objetivo, los responsabl­es de las políticas en todos los niveles necesitan escuchar y trabajar con las organizaci­ones de derechos de la mujer a la hora de formular respuestas para esta crisis, y prepararse para la próxima.

La pregunta rectora siempre debería ser: las mujeres y los hombres, ¿están afectados de manera diferente por esta cuestión? De ser así, ¿cómo podemos alcanzar resultados más justos?

Debemos garantizar que las niñas tengan la misma cantidad de tiempo para estudiar que los niños y que no asuman toda la responsabi­lidad por el cuidado de hermanos y padres.

También urge aprender las lecciones correctas de la crisis de la covid-19, que exige una revisión con seriedad sobre cómo valoramos y retribuimo­s los aportes de las mujeres a la atención médica, los servicios sociales y la economía.

¿Cómo podemos garantizar que las mujeres no queden excluidas de los procesos políticos de envergadur­a ahora y en el futuro?

Hoy, todos los países enfrentan la misma crisis y ninguno se impondrá a la covid-19 por sí solo. Dado que compartimo­s el mismo futuro, todos nosotros debemos trabajar para garantizar que sea un futuro construido con base en la solidarida­d y la colaboraci­ón.

Los Gobiernos y las Naciones Unidas deben dar señales de liderazgo. Sabemos que las sociedades con igualdad de género son más prósperas y sostenible­s que aquellas donde imperan disparidad­es profundas.

Quienes toman decisiones a escala global tienen la oportunida­d de hacer que la igualdad de género se convierta en una máxima prioridad. Los instamos a estar a la altura de las circunstan­cias. ESTE COMENTARIO ESTÁ FIRMADO POR: shirley ayorkor Botchwey, ministra de relaciones exteriores e integració­n regional de Ghana; Kamina Johnson-smith, ministra de asuntos exteriores y Comercio exterior de Jamaica; Kang Kyung-wha, ministra de asuntos exteriores de la república de Corea; retno marsudi, ministra de asuntos exteriores de indonesia; Grace naledi mandisa Pandor, ministra de relaciones internacio­nales y Cooperació­n de sudáfrica; marise Payne, ministra de asuntos exteriores de australia; Phumzile mlambo-ngcuka, directora ejecutiva de onu mujeres; ine marie eriksen soreide, ministra de asuntos exteriores de noruega; ann linde, ministra de asuntos exteriores de suecia; y arancha González, ministra de asuntos exteriores de españa.

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Foto Cortesía de la Ccss, Con Fines ilustrativ­os. El 4 de mayo indígenas de Telire recibieron atención de la CCSS.

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