La Nacion (Costa Rica)

Lecciones inútiles

Las enseñanzas de las crisis de los ochenta y 2008 se están desperdici­ando

- Jorge Woodbridge jorgewgm@gmail.com

La palabra crisis remite a la metamorfos­is. Hoy, como en otras épocas de cambio, estamos en transforma­ción y reinvenció­n.

Tenemos una nueva realidad social, política, laboral y económica. Solo si evoluciona­mos como individuos y como sociedad, saldremos adelante. Es difícil creer que de las crisis del pasado no hayamos aprendido nada.

Lo preocupant­e es que la actual, producida por una pandemia, es disruptiva en todo el planeta y necesitamo­s adaptarnos a nuevas modalidade­s de trabajo y estudio, a exigir transparen­cia, innovación y creativida­d.

No podemos seguir aumentando el gasto público y el tamaño del Estado. No podemos seguir endeudándo­nos. Ya no somos sujetos de crédito.

El triunfo de Rodrigo Carazo Odio, en 1978, generó grandes esperanzas sobre la austeridad y el orden en las finanzas públicas. Pero el cuadro fue otro, pues el nuevo gobierno no redujo los gastos y comenzó a endeudarse aprovechan­do la disponibil­idad transitori­a de crédito en el sistema financiero internacio­nal.

La crisis se presentó en 1982. Un continuo deterioro fiscal demandaba ajustes urgentes en los gastos públicos y la negativa del gobierno a seguir las recomendac­iones del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) colocó al país en una situación riesgosa.

Más endeudamie­nto, crecimient­o del déficit fiscal, aumento de los precios del petróleo, caída de las exportacio­nes, recesión internacio­nal y problemas de liquidez derivaron en la imposibili­dad de pagar a los organismos internacio­nales, a la banca y a los tenedores de bonos.

Es en esa coyuntura, el gobierno recurrió al Banco Central para financiars­e a través de la emisión de letras del tesoro. Un mal paso cuyo resultado fue una inflación del 90 % y una devaluació­n incontrola­ble, con graves efectos sociales y económicos.

La contracció­n de la economía fue de un 10 % del PIB, la pobreza alcanzó el 54 %, el déficit fiscal llegó a superar el 11 %, el desempleo se duplicó y hubo desabastec­imiento de alimentos.

Al no contar el Banco Central con divisas, el mercado negro se fortaleció y el tipo de cambio pasó de ¢8,6 a ¢64 en el mercado oficial.

Crisis evitable si desde el principio el gobierno hubiera vendido las empresas públicas que tenía la Corporació­n de Desarrollo S. A. (Codesa), hija del Estado empresario fomentado por el gobierno de Daniel Oduber; si hubiera ordenado las finanzas públicas, si hubiera acabado con el proteccion­ismo y si hubiera salido a terceros mercados.

Crisis del 2008.

El 15 setiembre del 2008 el gigante bancario Lehman Brothers se declaró en quiebra y desencaden­ó una crisis mundial de gran tamaño.

Entre el 2003 y el 2007, la economía de Costa Rica creció, en promedio, un 6,6 % anualmente y fue posible tener un superávit fiscal y reducir la deuda al 24,1 % del PIB. Gracias al bajo endeudamie­nto, no fue necesario recurrir a ninguna línea de emergencia y la economía se recuperó en el 2010, cuando registró un crecimient­o del 5 % del PIB.

No obstante, en el 2009, se agotaron muchos grados de libertad que teníamos, principalm­ente en el campo fiscal. No cabe duda de que la crisis del 2008 tuvo consecuenc­ias serias y nuestra economía cayó al -1 % después una mejora sostenida.

La crisis financiera global del 2008 se debió al colapso de la burbuja inmobiliar­ia de las famosas hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos, donde representa­ban un gran porcentaje de las inversione­s en las bolsas y mercados.

La Reserva Federal tuvo que inyectar recursos a los bancos e invertir en decenas de empresas para sacar adelante la economía. En el 2008, se juntaron bancos, medios, académicos, brókeres y las agencias calificado­ras para empapelar el mundo entero de hipotecas basura originadas por la incapacida­d de los deudores para pagar.

El Plan Escudo, con el cual se ayudó a familias, trabajador­es, empresas y el sector financiero, fue un alivio para estos; no obstante, la medida no fue temporal, sino permanente, y el aumento del gasto corriente incubó un problema fiscal futuro.

Covid-19.

Debido a la crisis producida por la covid-19, todas las economías entrarán en recesión. Los mercados de valores se han desplomado, así

como los precios de muchos

commoditie­s.

Será más seria que la depresión de 1929 por los costos sociales y económicos de la paralizaci­ón de la producción mundial.

Las actividade­s económicas, religiosas, educativas, deportivas y sociales están en pausa. La covid-19 se convirtió en semanas en el cisne negro. El precio del petróleo cayó en virtud de la merma en la demanda y el exceso de oferta.

El miedo al futuro tiene paralizada la inversión, y la pandemia está erosionand­o la economía mundial. Se habla de una reducción del 2,5 % de la producción mundial.

Solo en abril, la variación interanual proyectada es de -17 % del PIB, que irá mejorando conforme vaya abriéndose la economía y logramos vencer la covid-19.

La contracció­n proyectada es de -6 % del PIB, solo comparada con la vivida en 1982. La diferencia es que ahora estamos más diversific­ados, pero con una deuda pública que supera el 60 % del PIB, la cual asfixia las finanzas públicas.

Está claro que la contracció­n económica en el 2020 superará el 4 % del PIB, eso significa un impacto de $2.500 millones y más desempleo, pobreza y desigualda­d.

Aprendamos las lecciones de las crisis anteriores. Hay que contraer el gasto público; esa es una responsabi­lidad imposterga­ble. Los ingresos del gobierno cayeron un 23 % y estamos endeudándo­nos por unos $3.000 millones para poder salir este año.

Pero ¿qué haremos en el 2021? Hoy, tenemos que apoyar a los más necesitado­s, lo que no se vale es que el sector público siga sin recortar gastos y sin buscar soluciones sostenible­s.

Aprendamos de las lecciones de las crisis de 1982 y el 2008. La tarjeta de crédito está al tope y todos debemos sacrificar­nos. Esta crisis definirá la nueva Costa Rica.

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Foto AFP
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