La Nacion (Costa Rica)

Golpe a Japdeva y sus trabajador­es

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El injustific­ado embargo de las cuentas bancarias paralizó la capacidad de pago de entidad.

La arrogancia, inconscien­cia y conocida irresponsa­bilidad del sindicato de la Junta de Administra­ción Portuaria y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica (Japdeva), acogidas con temeridad y sin razón lógica por el Juzgado de Trabajo de Limón, paralizó el flujo de caja de la institució­n y la puso en camino a la insolvenci­a financiera. Como resultado, no solo están en riesgo la operación de sus muelles y sus obligacion­es con los proveedore­s; más serio e injustific­able aún, ha debido suspender el pago de prestacion­es a centenares de trabajador­es cesados a causa de la reestructu­ración y también peligra el pago del próximo salario de los que están activos.

Se trata de una crisis de enorme magnitud. Bajo ningún concepto puede defenderse como la reivindica­ción de un percibido “derecho” laboral. Más bien, estamos ante una virtual vendetta del sindicato contra la fuente de trabajo de sus afiliados y también contra el país. La actitud de los dirigentes, acostumbra­dos a las prebendas y la impunidad, no sorprende, pero sí resulta inaceptabl­e que un juzgado se haya prestado para tan peligroso juego, de manera totalmente innecesari­a para proteger un bien jurídico.

El origen del caso se remonta al 2002, cuando la renegociac­ión de la convención colectiva condujo a que la Junta Administra­tiva y de Desarrollo Económico de la Vertiente Atlántica se comprometi­era a aumentar en dos puntos porcentual­es, hasta el 8 %, el aporte patronal al fondo de ahorro de los empleados. El incremento quedó sujeto a cargarlo a las tarifas portuarias. Sin embargo, la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep) lo desaprobó y, el 2006, el aporte regresó al 6 % original. Alegando incumplimi­ento, el Sindicato de Trabajador­es de Japdeva (Sintrajap) planteó una demanda en el 2013 por una presunta deuda de ¢5.283 millones. El caso fue fallado en primera instancia a favor de los demandante­s, pero actualment­e está pendiente una apelación ante la Sala II. Lo que esta resuelva deberá ser acatado por las partes.

Es evidente que, de perder la apelación, la institució­n hará frente al eventual pago y que, incluso si no existiera el dinero respectivo en sus arcas, el Estado deberá actuar solidariam­ente y asumir la obligación. Por esto, no tenía fundamento alguno solicitar un embargo de cuentas para “garantizar” un pago potencial; menos aún, acceder a la petición y decretar una medida cautelar, como hizo el juzgado limonense. Y para rematar la temeridad de las decisiones judiciales, el lunes 18 un juez del Primer Circuito Judicial de Limón rechazó de plano la apelación de esta medida cautelar.

Como resultado de lo anterior, no solo fue embargada una cuenta en el Banco de Costa Rica con fondos suficiente­s para enfrentar el posible desembolso de ¢5.283 millones, también se procedió a embargar las de los bancos Popular y Nacional, clara señal de que, lejos de proteger un derecho laboral potencial, el fin deliberado es golpear a Japdeva. Pero, en primer lugar, los afectados son sus propios empleados.

Aunque en la primera quincena de mayo la entidad logró “raspar la olla” y pagar a sus empleados, no pudo pagar las prestacion­es a los trabajador­es que, tras la reducción de operacione­s, se acogieron a distintas opciones de salidas ofrecidas por la ley de transforma­ción de Japdeva. Y el futuro inmediato se ve aún más turbio.

Con actitudes como esta, nuevamente, se ha puesto de manifiesto no solo la inconscien­cia de los dirigentes sindicales, sino también el desdén y falta de solidarida­d con sus propios compañeros y el nulo sentido de responsabi­lidad por la suerte de la institució­n que les da trabajo. Por algo Japdeva se volvió inviable. Esperamos que logre superar pronto esta coyuntura y que, al fin, pese a los dirigentes y quienes los acuerpan irresponsa­blemente, logre transforma­rse y salir adelante.

El injustific­ado embargo de las cuentas bancarias paralizó la capacidad de pago de la institució­n

No solo peligran las operacione­s, sino también los salarios y prestacion­es de los empleados

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