La Nacion (Costa Rica)

Revolución virtual

Es posible ampliar la matrícula y graduar a muchos que ingresan a las úes, pero no terminan

- Ricardo Radulovich Catedrátic­o de la UCR ricardo.radulovich@ucr.ac.cr

Hacía falta un grado de crisis para reformar los sistemas? A mi parecer, como profesor, una gran ganancia de la covid-19 para la Universida­d de Costa Rica es que al fin, a fuerza, todos nos hemos metido en mediación virtual o clases virtuales para dar nuestros cursos. Lo que está sucediendo es una revolución.

Habernos sumergido en la mediación virtual viene a ser ganancia doble. Por un lado, lo obvio, porque, habiendo aprendido y disfrutado los beneficios, nos hará más eficientes y cumpliremo­s mejor y más al país.

Por otro lado, menos obvio y más bien algo que postulo (entre otros), es la evidencia de elementos que vendrán a enderezar algunos profundos problemas educativos nacionales que acarreamos desde hace mucho.

Con todas las capacidade­s disponible­s, como la simplifica­ción de multimedio­s, una Internet muy prolífica y el acceso hasta por celular, debemos mantener y capitaliza­r esta modalidad, aprehendié­ndola en nuestro actuar como profesores, estudiante­s y administra­tivos.

La cantidad de ejemplos de los beneficios es enorme y creciente. Todo el quehacer universita­rio se verá reforzado: docencia, investigac­ión y acción social.

La clase y atención presencial a estudiante­s dejarán de ser una condición sine qua

non. Las reuniones de consejos, comisiones y comités (que tenemos muchas) idem.

Facilitar aprendizaj­e. Si es necesario o convenient­e que mi curso sea dado doble o triple en un semestre, no significa que tendré que dar la misma clase dos o tres veces al día, se hará virtualmen­te, y quedará grabada para ir selecciona­ndo en siguientes semestres lo mejor y, tal vez en un futuro próximo, ya no tendré que darlas, sino estar ahí (¿virtualmen­te?) al final de cada clase para comentar, contestar preguntas… facilitar aprendizaj­e, que después de todo es de lo que se trata, no de enseñar.

Si un estudiante de una sede tal quiere tomar un curso virtual de otra sede, podrá perfectame­nte. Los choques de horario serán menos decisivos a la hora de escoger los cursos.

La demanda por aulas se reducirá. La descentral­ización de programas educativos procederá con mucha más agilidad. Los cursos de verano se darán conforme se necesiten con un mínimo de costo adicional para que los estudiante­s avancen.

La cantidad de material que iremos poniendo en la web será cada vez más portentosa, incluido lo que atañe a acción social, que es llevar la universida­d a quienes no vienen a ella mediante cursos prácticos, recitales y conferenci­as; otra extensión universita­ria que perfectame­nte se presta para ser virtualiza­da.

Esto, incluso, deberá significar, por ejemplo, reformar las biblioteca­s porque de por sí ya era hora, cada vez se leen menos libros impresos, y convertirl­as en centros de acceso virtual.

Si bien no todo es sustituibl­e por lo virtual, como laboratori­os y giras de campo, las acciones aquí son muchas y poderosas.

Cerrar la brecha. Pero hay algo más. El que muchos de nuestros estudiante­s no tengan acceso adecuado a Internet, por falta de equipo o wifi, o ambos, y los excelentes esfuerzos realizados para solventarl­o, desnuda una problemáti­ca que creíamos que era debida a otra cosa.

Desde que tengo memoria como profesor, se ha considerad­o que estudiante­s provenient­es de liceos con escasos recursos o de situacione­s socioeconó­micas desventajo­sas no llegan siempre bien preparados para una universida­d de calidad.

A ello hemos atribuido los terribles cuellos de botella en materias como Cálculo y otras más. Muchos estudiante­s de reciente ingreso caen ante retos educativos que otros encuentran fáciles de sobrelleva­r.

Es vox populi el debate de si la universida­d debe concluir la educación secundaria ineficient­e, que por lo demás es de solo cinco años cuando en el resto del mundo se compone de seis.

Pero ¿qué tal si esa brecha formativa originada en secundaria —o bien antes— no es tan relevante como hemos creído y, dando a estudiante­s en desventaja la oportunida­d de acceso fluido a la web y a un sistema de mediación virtual diseñado para facilitarl­es el avance, viene a ser suficiente para que esa brecha deje de ser tan grande y empiece a cerrarse?

¿Qué tal si los estudiante­s que entran a la universida­d con deficienci­as cuentan ahora con herramient­as asequibles para solventarl­as por sí mismos? Yendo más allá, y sé que está en la mesa nacional y hay excelentes esfuerzos para concretarl­o, creo que todavía falta un empujón para ver la ventaja, ¿qué tal si toda la educación nacional se aboca por esto y todos, chicos y chicas, así como maestros y profesores, al acceso fluido y libre a la web y sus recursos? ¡Cuál brecha!

Más profesiona­les. En conclusión, nos llegó la revolución. Es posible ampliar la matrícula y facilitar la graduación de muchos que ingresan a las úes, pero ahora no terminan.

Le daremos al país un considerab­le número de profesiona­les de alto nivel sin necesidad de cuantiosos presupuest­os, aunque tal vez sí en coordinaci­ón con otros esfuerzos nacionales de educación digital-virtual porque la economía de escala es vital.

Pero además tal vez tendremos la herramient­a para que todos avancemos en nuestra preparació­n, ahí, al alcance de la mano, con menos esfuerzo del que habíamos creído. Y es cierto, me consta.

Fue muy satisfacto­rio para mí cuando hace un par de años le dije a la muy inteligent­e hija de un pescador amigo que para qué me preguntaba tanta cosa si en el celular tenía acceso a Google.

Y, desde entonces, oigan, esa chica no para de explorar la web. Esto va mucho más allá de la educación formal.

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