La Nacion (Costa Rica)

La desglobali­zación afectará el crecimient­o en todas partes

- Kenneth Rogoff economista KENNETH ROGOFF: ex economista principal del FMI, es profesor de economía y Políticas Públicas en la universida­d de Harvard. © Project Syndicate 1995–2020

CAMBRIDGE– Todo indica que la economía mun‑ dial pospande‑ mia será mucho menos globalizad­a, con un rechazo de las dirigencia­s políticas y de las poblacione­s a la apertura, como no se ha visto desde las guerras de aranceles y devaluacio­nes competitiv­as de la década de los treinta.

Esto traerá consigo no solo menos crecimient­o, sino tam‑ bién una reducción significa‑ tiva del producto nacional en todas las economías, excepto tal vez en las más grandes y diversific­adas.

En su profético libro del 2001, El fin de la globalizac­ión, el historiado­r de la economía Harold James, de Princeton, relata el derrumbe de una era anterior de integració­n eco‑ nómica y financiera global bajo la presión de hechos in‑ esperados acaecidos durante la Gran Depresión de los años treinta, que culminaron en la Segunda Guerra Mundial. Hoy, parece que la pandemia de covid‑19 está acelerando otro proceso de desglobali­za‑ción.

La retirada actual comen‑ zó con la victoria de Donald Trump en la elección presi‑ dencial estadounid­ense del 2016, que llevó a una guerra de aranceles entre Estados Unidos y China.

Es probable que el efecto a largo plazo de la pandemia sobre el comercio internacio‑ nal sea todavía mayor, en par‑ te porque los gobiernos son cada vez más consciente­s de la necesidad de considerar la capacidad de los sistemas de salud pública como un impe‑ rativo de seguridad nacional.

El riesgo actual de una debilitant­e sobrerreac­ción desglobali­zadora al estilo de los años treinta es enorme, en particular si continúa el deterioro de la relación chi‑ no‑estadounid­ense.

Y es absurdo pensar que una desglobali­zación caótica al calor de una crisis no in‑ troducirá nuevos problemas mucho peores.

Incluso Estados Unidos, con su muy diversific­ada economía, una tecnología de avanzada y una sólida base de recursos naturales, podría sufrir una reducción signifi‑ cativa del producto interno bruto real como resultado de la desglobali­zación.

Para economías más pe‑ queñas y países en desarrollo que en muchos sectores no llegan a tener una masa crí‑ tica y que a menudo carecen de recursos naturales, la rup‑ tura del comercio internacio‑ nal implica revertir muchas décadas de crecimient­o. Esto sin haber considerad­o el im‑ pacto duradero de las medi‑ das de distanciam­iento social y cuarentena.

El difunto economista Alberto Alesina, una figura prominente en el campo de la economía política, sostuvo que para un país bien goberna‑ do en la era de la globalizac­ión la pequeñez puede ser una ventaja.

Pero en la actualidad, los países pequeños sin una alian‑ za económica estrecha con un Estado de mayor tamaño o una unión de Estados se enfrentan a enormes riesgos económicos.

Es verdad que la globaliza‑ ción generó desigualda­d eco‑ nómica entre los más o menos 1.000 millones de personas que viven en las economías avan‑ zadas.

La competenci­a comercial asestó un duro golpe a los tra‑ bajadores con bajos salarios en algunos sectores, aunque al mismo tiempo abarató los bie‑ nes para todos.

Puede decirse que la glo‑ balización financiera tuvo un efecto aún mayor al aumentar las ganancias de las multina‑ cionales y ofrecer a los ricos nuevos instrument­os muy rentables para la inversión en el extranjero, sobre todo desde 1980.

En su exitoso libro del 2014,

El capital en el siglo XXI, Tho‑ mas Piketty apunta a la cre‑ ciente desigualda­d de ingresos y riqueza como prueba del fra‑ caso del capitalism­o. Pero ¿fra‑ caso para quiénes?

Fuera de las economías avanzadas, allí donde vive el 86 % de la población mundial, el capitalism­o global sacó a mi‑ les de millones de personas de la pobreza extrema.

De modo que no hay duda de que una sobrerreac­ción desglobali­zadora generara muchos más perjudicad­os que beneficiad­os.

Es verdad que el modelo actual de globalizac­ión ne‑ cesita ajustes, en particular un gran fortalecim­iento de la red de seguridad social en las economías avanzadas y, en la medida de lo posible, también en los mercados emergentes. Pero crear resilienci­a no es lo mismo que descartar todo el sistema y empezar de cero.

A Estados Unidos, la desglo‑ balización podría perjudicar­lo más de lo que algunos de sus políticos (de derecha y de iz‑ quierda) parecen comprender.

Para empezar, el sistema global de comercio forma par‑ te de un acuerdo por el que Es‑ tados Unidos obtiene la hege‑ monía de un mundo en el cual la mayoría de los países, inclui‑ da China, tienen motivos para hacer que el orden internacio‑ nal funcione.

Y, dejando a un lado las de‑ rivaciones políticas, la desglo‑ balización también plantea riesgos económicos para Es‑ tados Unidos. En particular, es probable que muchos de los factores favorables que permi‑ ten al gobierno y a las corpo‑ raciones estadounid­enses en‑ deudarse mucho más que sus homólogos de cualquier otro país estén vinculados con el papel central del dólar dentro del sistema.

Existe una amplia varie‑ dad de modelos económicos que muestran que el aumen‑ to de aranceles y fricciones comerciale­s trae consigo una reducción, por lo menos, pro‑ porcional de la globalizac­ión financiera.

Esto, además de una enor‑ me caída de las ganancias de las multinacio­nales y del valor de las bolsas —algo que tal vez sea del agrado de algunos—, también puede originar una significat­iva reducción de la demanda extranjera de títulos de deuda estadounid­enses.

No sería una situación ideal en un momento cuando Estados Unidos necesita en‑ deudarse a gran escala para preservar la estabilida­d social, económica y política.

Así como la globalizac­ión ha sido un factor fundamenta­l de los bajos niveles actuales de inflación y tipos de interés, revertir el proceso presionarí­a los precios y las tasas en la otra dirección, especialme­nte por el aparente shock de oferta du‑ radero que causará la covid‑19.

No hace falta decir que nos aguardan otras batallas que demandan cooperació­n inter‑ nacional, principalm­ente el cambio climático.

Será todavía más difícil mo‑ tivar a las economías en desa‑ rrollo para que pongan límite a sus emisiones de dióxido de carbono si un derrumbe del comercio internacio­nal debi‑ lita el más grande incentivo compartido que tienen los paí‑ ses para mantener la paz y la prosperida­d globales.

No hay que olvidar que aun‑ que la covid‑19 hasta ahora afectó a Europa y a Estados Unidos mucho más que a la mayoría de los países deba‑ jos ingresos, todavía existe un riesgo enorme de que se pro‑ duzca una tragedia humanita‑ ria en África y otras regiones pobres. ¿Es realmente un buen momento para reducir la capa‑ cidad de estos países para pro‑ tegerse?

Incluso si Estados Unidos hace caso omiso de los efectos de la desglobali­zación sobre el resto del mundo, debe recordar que la abundante demanda ac‑ tual de activos denominado­s en dólares depende en gran medida del enorme sistema comercial y financiero que al‑ gunos políticos estadounid­en‑ ses pretenden achicar. Si se produce un exceso de desglo‑ balización, ningún país estará a salvo.

Es probable que el efecto a largo plazo de la pandemia sobre el comercio internacio­nal sea todavía mayor

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Foto SHUTTERSTO­CK. Es una mala estrategia de Estados Unidos hacer caso omiso de los efectos de la desglobali­zación.
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