La Nacion (Costa Rica)

LETRAS DE CAMBIO

- Luis Mesalles economista lmesalles@ecoanalisi­s.org

Como parte de la estrategia de reactivaci­ón económica, el gobierno anunció que los bancos estatales tendrían ¢900.000 millones disponible­s para crédito. Algunas semanas después, la promesa parece dormir el sueño de los justos.

En esta crisis, personas y empresas perdieron su principal fuente de ingresos, lo cual dificulta o imposibili­ta el pago de sus obligacion­es financiera­s. Los bancos han tenido que renegociar préstamos con sus clientes, con la esperanza de que se pondrán al día cuando la economía alce vuelo nuevamente.

Al ingresar menos dinero de lo previsto, las finanzas de los bancos entran en aprietos. En estas circunstan­cias, los banqueros se vuelven más cautelosos. Si a eso le sumamos la incertidum­bre sobre el futuro económico empresaria­l, los banqueros lo piensan más de dos veces antes de prestarle a alguien.

Pero el sistema financiero está compuesto por, además de deudores y banqueros, ahorrantes. Gente, empresas e institucio­nes de todo tamaño que confían su dinero a un banco para que este lo administre temporalme­nte.

La esencia de todo sistema financiero es trasladar recursos de ahorrantes a deudores para que estos regresen luego a los ahorrantes, en un esquema donde todos ganan algo.

Los ahorrantes se vuelven también más prudentes al percibir un mayor riesgo. Esto se ha reflejado, no como una salida de dinero del sistema financiero, pero sí en un aumento significat­ivo de los depósitos a la vista. Como si los ahorrantes estuvieran preparándo­se para salir corriendo.

Para que el crédito fluya hacia las empresas en estrés financiero por la pandemia, no basta con una directriz del gobierno. La Sugef está ayudando mediante la flexibiliz­ación de la normativa para que los bancos renegocien con sus clientes. El Banco Central ha puesto fondos a disposició­n de la banca pública para proveerle liquidez, en caso de que la necesite. Pero falta devolver a ahorrantes y banqueros la confianza en que los deudores podrán pagar de vuelta los préstamos.

Para eso, no debe hacerse caso a las ocurrencia­s de algunos, de querer forzar a los bancos a dar créditos a diestra y siniestra porque, más bien, produciría­n que los ahorrantes salgan corriendo despavorid­os con su dinero.

Y, además, debe haber un retorno paulatino a la normalidad de la actividad económica. Algo que parece difícil por el momento.

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