La Nacion (Costa Rica)

La danza y el martillo

- José Luis Arce Economista jlarce@fcscapital.cr

En las primeras semanas de la crisis sanitaria, cobró notoriedad el artículo Coronaviru­s: The Hammer and The Dance, de Tomás Pueyo, por su planteamie­nto acerca de la forma de enfrentar el riesgo de que la alta transmisib­ilidad del SARS-COV-2 saturara los servicios de salud y con ello se elevara la letalidad de la enfermedad.

El “martillo” – las restriccio­nes de movimiento y el confinamie­nto – implican un costo productivo y financiero elevado – equivalen a, literalmen­te, apagar temporalme­nte las economías – pero necesario, no solo desde la perspectiv­a humana, sino también desde el ámbito social y económico, por los altísimos costos que implica el que la situación sanitaria termine resolviénd­ose de manera caótica.

Después del “martillo” vendría la “danza”, es decir, con un ojo siempre puesto en la curva de contagios, las restriccio­nes irían relajándos­e o endurecién­dose conforme evoluciona la enfermedad.

Esta estrategia ha probado ser exitosa, bajo el golpe del “martillo” poco a poco el mundo entero entró en un “coma inducido” que permitió controlar la epidemia; como era esperable la actividad económica, los ingresos y el empleo se desplomaro­n y la respuesta de política económica para enfrentarl­o fue relajar las condicione­s crediticia­s y crear mecanismos de ayudas fiscales a los hogares y empresas.

Con la “danza”, la economía poco a poco empieza a recuperars­e con el levantamie­nto de las restriccio­nes de movimiento, pero la sostenibil­idad de esta estrategia depende de que se entienda que esto no implica volver a los patrones de consumo, producción y movilidad previos a la crisis, sino que requiere de esquemas de incentivos que modifiquen el comportami­ento de familias y empresas, lo que requerirá de transforma­ciones más profundas y estructura­les: flexibiliz­ación de los mercados de trabajo, modos de producción intermiten­tes, esquemas de financiami­ento de corto plazo no tradiciona­l, modificaci­ones al transporte público, digitaliza­ción de las transaccio­nes, cambios en los sistemas educativos y hasta modificaci­ones de naturaleza política.

Todos estos cambios enormes se requerirá hacerlos con rapidez, hay que empezar a pensar en ellos ya, porque nos mantendrem­os danzando muchos meses más, con el martillo amenazante sobre nuestras cabezas.

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