Agua llovida llega a magma del Turrialba y provoca erupciones
El volcán Turrialba registró al menos ocho erupciones en menos de 24 horas, pero los científicos descartan una reactivación del coloso.
Más bien lo atribuyen a la interacción entre el segmento de magma que subió años atrás y la carga de agua recientemente recuperada por los acuíferos.
A las 8:18 a. m. del 29 de junio se registró una erupción cuya columna se elevó a 100 metros sobre la altura del cráter, que está a 3.440 metros sobre nivel del mar.
Al igual que la mayoría de las erupciones que, desde la semana pasada, han venido ocurriendo en ese volcán, la duración de las erupciones es, en promedio, de un minuto.
La cámara de vigilancia captó varias erupciones de ceniza y al menos dos fueron acompañadas de balísticos proyectados contra la pared norte del cráter activo.
De acuerdo con Javier Pacheco, del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori), al asentarse la estación lluviosa surge la reacción explosiva que él califica de normal.
Lo que está pasando es que una gran cantidad de agua está siendo infiltrada dentro del sistema y todavía hay un cuerpo caliente al fondo, por lo que, cuando interactúan, el agua pasa de estado líquido a vapor, lo cual incrementa su volumen en más de 1.600 veces. Por ello, surgen las explosiones que expulsan ceniza fina y rocas calientes.
El científico recalcó que se originan por el magma residual y que no hay nuevo magma entrando al sistema.
“Por supuesto, la vigilancia se mantiene, porque es un sistema abierto y en cualquier momento podría ocurrir una nueva intrusión magmática que produzca otro tipo de erupción, pero en este momento lo que estamos viendo es que el volcán va de caída”, precisó.
Pacheco recordó que a menos de un kilómetro del cráter activo, hay una base de magma que en el 2017 subió y fue captada, en enero del 2018, por un dron a unos 200 metros del cráter. La temperatura de ese material alcanzó esa vez más de 800 grados Celsius. Luego desapareció en el fondo.
Ese cuerpo caliente que originó las erupciones fuertes del 2015 y el 2016, puede tardar, según Pacheco, entre 50 y 80 años para enfriarse.