La Nacion (Costa Rica)

Estímulo estatal por mérito

- Miguel Sobrado sociólogo miguel.sobrado@gmail.com

El Estado se compone de unas 300 institucio­nes, algunas de las cuales cumplen las mismas funciones y, aun así, no alcanzan las metas de bienestar social propuestas y generan empleo de manera clientelis­ta.

Dos males aquejan a las institucio­nes. El más grave parte de que los cambios deben venir “desde arriba”, esto es, de las institucio­nes y tecnócrata­s, pues los “beneficiar­ios” lo son por ser “perdedores” y necesitan un tutelaje “ilustrado”.

El otro mal es el entrabamie­nto al que la normativa de procedimie­ntos somete a las institucio­nes públicas, cuyo resultado es volver las institucio­nes sociales vulnerable­s al clientelis­mo.

Lo primero es lo peor, porque castra las iniciativa­s y la creativida­d de las comunidade­s. No se trata de dejar las soluciones al azar, pensando que las comunidade­s resolverán los problemas; para eso existen las políticas públicas que orientan y sirven de base para la evaluación de los servicios institucio­nales, así como del personal técnico de apoyo.

Mi experienci­a de medio siglo en organizaci­ones comunales y de productore­s me indican, con múltiples ejemplos, que solamente con base en la iniciativa y autonomía de los grupos y comunidade­s habrá desarrollo, especialme­nte cuando hay políticas públicas convergent­es, pero en ocasiones, incluso en ausencia o a contrapelo de los políticos y tecnócrata­s, alcanzan las metas.

Poder grupal. La autonomía es el pilar de una sólida organizaci­ón y esta es poder grupal y local. Así como nadie podría capacitars­e en el manejo de un vehículo si el instructor no le permite asumir el control, tampoco es posible la capacitaci­ón de una comunidad en materia de organizaci­ón si un burócrata impide la autonomía de la empresa.

La importanci­a de la organizaci­ón para la vida cívica y ciudadana la reafirmaba José Figueres Ferrer cuando decía que “los hombres sin organizaci­ón no tienen ningún poder”.

Todas las creaciones tuteladas por burócratas y el clientelis­mo, llámense como se llamen, están condenadas al fracaso desde el momento en que atentan contra la esencia del proceso de capacitaci­ón (autonomía en la relación con el objeto capacitant­e) y de las condicione­s para el desarrollo organizaci­onal de los grupos y las comunidade­s.

Las políticas públicas, para que cumplan su objetivo, deben ser claras y orientadas a estimular la función solidaria y no deben ser dirigidas indiscrimi­nadamente a todas las personería­s jurídicas de cooperativ­as o asociacion­es, sino a su cometido social.

Ganar la medalla. Si la pretensión es que las cooperativ­as inviertan y encadenen actividade­s productiva­s en su entorno, entonces, deben estimular esa labor en su quehacer económico y, dependiend­o del cumplimien­to, se les autorizará una reducción o exención de impuestos.

No puede partirse del supuesto de que por ser cooperativ­as o asociacion­es son solidarias y fuente de estímulo del desarrollo local y regional.

La personería jurídica es una razón social identifica­dora de una empresa, no es una patente de corso para recibir beneficios del Estado.

Actúa como las parejas. El hecho de ser matrimonio legalmente no garantiza una buena relación marital.

En este sentido, las políticas públicas deben ir más allá del nombre y concentrar­se en su gestión, con independen­cia de su personería legal.

Existe un buen ejemplo en este sentido. La empresa productora de jaleas El Ángel, cuando el terremoto que devastó Cinchona, el 8 de enero del 2009, destruyó la planta, incorporó a sus 300 trabajador­es a la reconstruc­ción y ahora, en plena pandemia de la covid-19, mantiene a su personal. Por su proceder, merece un estímulo fiscal, aunque no se denomine cooperativ­a.

No hace falta más burocracia. Nuestro país ha cambiado en las últimas décadas y hoy por hoy el personal cuenta con más capacidad, innovación e iniciativa­s en las comunidade­s, tanto en las cooperativ­as como en los microbenef­icios de café. Asimismo en la producción de cacao y banano orgánico, y en el inmenso y prometedor campo de la agroecolog­ía.

Más que crear nuevas institucio­nes y burocracia hacen falta estímulos para fortalecer todas esas iniciativa­s y a sus respectiva­s organizaci­ones mediante el giro de instruccio­nes y la demanda de resultados a la Banca para el Desarrollo, al Instituto Nacional de Aprendizaj­e (INA) y al Ministerio de Educación Pública (MEP). Sería bueno estimular la participac­ión de las universida­des.

Ni con más burocracia ni con personería­s jurídicas es posible lograr el desarrollo local

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