La Nacion (Costa Rica)

Virus pone en alto riesgo hogares de ancianos, cárceles y fincas de café

CCSS enfoca su estrategia a prevenir impacto en sitios vulnerable­s

- Ángela Ávalos R. aavalos@nacion.com

“¡Que Dios nos proteja si nos llega un caso positivo de covid-19! Sería una matazón”.

Ese es el temor de Maritza Jiménez Calvo, administra­dora del Hogar de Ancianos de Palmar Sur de Osa, quien tiene clarísimo que el virus es el mayor riesgo que enfrentan en este momento los centros de atención de adultos mayores, pues su población es vulnerable por edad y otras enfermedad­es.

Pero la amenaza es mayor. El coronaviru­s tipo 2 del síndrome respirator­io agudo grave o SARS-COV-2 (siglas en inglés) haría un caos si logra penetrar a las 20 cárceles donde hay casi 16.000 reos. Lo mismo causaría si se expande entre los 35.000 peones que comenzarán a recoger en pocas semanas la próxima cosecha de café.

La advertenci­a la hace Guiselle Guzmán Saborío, jefa del Área de Salud Colectiva, de la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS), quien cree necesario, en momentos de transmisió­n comunitari­a, enfocarse a las poblacione­s más vulnerable­s.

“¿Qué vamos a hacer cuando no tengamos capacidad para seguir esa ruta de transmisió­n del virus? Enfocarnos en hogares de ancianos, centros diurnos, centros de cuido, centros penitencia­rios. En grupos densamente poblados con prevalenci­a alta de enfermedad­es crónicas. Si estoy llegando al filo de la capacidad, priorizo población vulnerable y sitios de mayor riesgo de mortalidad”, dijo.

El por qué los hogares de ancianos le preocupan se basa en datos internacio­nales. La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) reveló que la mitad de las muertes en Europa se dieron en residencia­s de ancianos y este dato lo confirmó en junio el sitio LTC Covid-19 en un reporte de 26 países: 47%, en promedio.

En Estados Unidos, datos recopilado­s por Kaiser Family Foundation (KFF) de 35 estados, mostraron que los residentes de hogares de ancianos representa­ron 30.130 (34,6%), de las 87.000 muertes registrada­s al 15 de mayo.

Los equipos de la CCSS, por eso, llevan varias semanas trabajando en la toma de muestras a adultos mayores en hogares de ancianos y a sus cuidadores.

En Costa Rica hay 76 hogares de ancianos, conocidos como centros de larga estancia. Ahí están internados 2.400 adultos mayores. Además, funcionan 56 centros diurnos que atienden a 1.500 mayores de 65 años.

La red de cuido se encarga de 15.000 adultos mayores y 15 albergues ven por las necesidade­s de otros 1.000 en condición de abandono, de acuerdo con registros del Consejo Nacional de la Persona Adulta Mayor (Conapam).

En abril, un residente del Hogar Carlos María Ulloa, en Goicoechea, resultó contagiado del virus, pero, se le atendió con prioridad y de inmediato se le hicieron pruebas a los 198 internos, las cuales descartaro­n más casos.

En otro hogar de ancianos, en Heredia, se frenó la diseminaci­ón que se inició cuando una enfermera contagió a dos adultos mayores. Los residentes viven en casitas separadas, lo cual facilitó el control y evitó que otros ancianos se infectaran.

Hasta el momento, la mayoría de los muertos por coronaviru­s son mayores de 65 años. De los 26 fallecidos en cuatro meses de pandemia, 58% son adultos mayores. En Costa Rica, un 35% de la población es adulta mayor.

Alerta. El demógrafo y salubrista Luis Rosero Bixby, aconseja a los equipos de salud estar atentos a una eventual y todavía más intensa diseminaci­ón en el área metropolit­ana, en San José.

En esta zona, dijo, son especialme­nte sensibles las áreas con casas en precario y las cuarterías, donde los habitantes no tienen ninguna posibilida­d de mantener el distanciam­iento físico recomendad­o por las autoridade­s.

Según datos del 2017 de la Fundación Promotora de Vivienda (Fuprovi), en Costa Rica hay 400 precarios. Solo en

Pavas, con 88.000 habitantes, hay identifica­dos 17.

En ese distrito del cantón de San José, un 12,5% de su población vive entre latas y cartones, hacinados y con escasos servicios básicos, como luz y agua y recolecció­n de desechos sólidos.

Actualment­e, se hacen 1.500 pruebas por día, lo cual incluye los infectados que se detectan en los servicios de salud, la investigac­ión de los brotes, y lo que se logra identifica­r en operativos masivos como los realizados en Pavas y Alajuelita, en San José.

La doctora Guzmán también apunta hacia los recolector­es de café. La próxima recolecció­n de grano comenzará en agosto en las llamadas partes bajas, como los cantones de Coto Brus, Pérez Zeledón y Turrialba. Hacia ahí pronostica que también virará la diseminaci­ón del virus.

En las zonas de altura media, como Valle Central y Valle Occidental, la recolecció­n se intensific­a entre octubre y diciembre; mientras que en las tierras de más altura, como Los Santos, la temporada usualmente arranca en noviembre y se extiende hasta marzo o abril, según el Instituto del Café de Costa Rica (Icafé).

En el radar también está la población indígena, de etnias como bribri y cabécar, para quienes los llamados “blancos”, afirma Guzmán, se convierten en la fuente de contagio.

En Costa Rica, hay 24 territorio­s indígenas con más de 100.000 habitantes, según el censo del 2011.

No se prevé que ahí el impacto sea grande, en vista de su confinamie­nto natural. Sin embargo, varios equipos de salud se han desplazado hasta esos territorio­s para revisar la condición de salud de sus pobladores.

Guiselle Guzmán confirmó que el interés técnico es identifica­r, detener y contener brotes simultáneo­s en muchos lugares, luego de que se reconoció que la capacidad instalada es insuficien­te para seguir contactos.

“No sé cómo contestar esto. No tengo toda la informació­n para evaluarlo”, respondió la especialis­ta cuando se le preguntó si los equipos de salud abordaron tarde situacione­s que han permanecid­o por años, como la marginalid­ad de la población transfront­eriza, o los precarios y cuarterías de la capital.

“Sí, eso siempre ha estado ahí, pero como esto ha sido tan nuevo (la pandemia) no sabíamos hacia dónde se iba a mover. En un momento, se pensó que todo iba a ser como en los primeros casos, pero no se visualizó el riesgo que venía porque no vimos qué tan rápido iba a llegar a esa población.

“Si las acciones fueron oportunas o no, no lo sé. Lo que pasó es que no se visualizó que iba a llegar tan rápido. Todo se desató de un momento a otro. El virus llegó más rápido que las medidas”, admitió Guzmán.

 ?? Mayela LÓPEZ/ARCHIVO ?? Hogares de ancianos o centros de larga estancia, y los centros diurnos están en la mira de los equipos de salud. Aquí, el Campamento Plan Protección Adulto Mayor en Calle que el municipio josefino abrió en el Centro de Recreación de Empleados.
Mayela LÓPEZ/ARCHIVO Hogares de ancianos o centros de larga estancia, y los centros diurnos están en la mira de los equipos de salud. Aquí, el Campamento Plan Protección Adulto Mayor en Calle que el municipio josefino abrió en el Centro de Recreación de Empleados.

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