400 cuarterías de San José tienen 15.000 inquilinos
Hay adictos, pero también familias y desempleados
Hacinadas en estrechos aposentos de dos por tres metros, sin iluminación ni ventilación: así viven unas 15.000 personas en 400 cuarterías de la capital, en momentos en que aumentan los casos de covid-19 en San José.
La población que reside ahí es de bajo ingreso económico, asociado a desempleo, y en algunos casos, trabajadores o profesionales que perdieron sus recursos por abuso de drogas o alcohoismo.
También habitan guardas de seguridad, vigilantes informales de carros, vendedores ambulantes, operarios de construcción o grupos de migrantes en tránsito hacia algún destino.
Además, hay familias enteras compuestas por hasta seis integrantes.
Para Marcelo Solano, director de la Policía Municipal de San José, es determinante derribar la idea de que las cuarterías albergan solamente a drogadictos.
“Aunque encontramos múltiples puntos de consumo y tráfico de drogas en cuarterías, que a veces degeneran en búnkeres y que constantemente son intervenidos por la Policía, lo cierto es que una cantidad mayoritaria de estos lugares da cobijo a personas trabajadoras y familias”, aseveró el jerarca.
Muchos administradores de estos establecimientos operan bajo la ilegalidad y no temen permitir el ingreso de cualquiera mientras pague el monto de entre ¢1.000 y ¢5.000 que se cobra por noche.
Las edificaciones no tienen las condiciones para que sus ocupantes vivan allí todo el día, porque se trata, exclusivamente, de sitios para dormir.
En caso de presentarse un caso positivo del virus en estos lugares, las condiciones precarias volverían insostenible el aislamiento que ordena el Ministerio de Salud.
Daniel Salas, jerarca de Salud, indicó que estas estructuras son un “factor importante” de riesgo en medio de la expansión de la enfermedad.
Este viernes, solo en el cantón Central de San José se registraron 91 nuevos casos, un cuarto del total de nuevos enfermos contabilizados en un mismo día. La capital suma
1.356 casos.
Salas incluso abogó por clausurar cuarterías luego de que un joven que vivía en una de ellas falleció por el virus y obligó a poner en aislamiento a los otros 50 inquilinos.
Sin embargo, Solano tiene una postura clara sobre esa idea: “Cerrarlas es contraproducente”.
El funcionario municipal subraya que quienes están allí son trabajadores activos y, si estos espacios se cierran sin brindarles alguna otra solución, ello dejará a más personas en situación de calle.
Y, si a eso se le añade que cada cuartería tiene entre 15 y 60 inquilinos, “la situación se agravaría y se generaría un problema tanto sanitario
como de seguridad”, expresó.
Instalaciones precarias. Según la Municipalidad de San José, entre los tipos de cuarterías, hay grandes salones o áreas abiertas sin divisiones, donde los inquilinos se acuestan sobre espumas.
Otras son construcciones con paredes livianas que, en algunas ocasiones, tienen cuartos que comparten la luz de un mismo bombillo porque las paredes no llegan hasta el cielorraso o el techo.
En algunas cuarterías ni siquiera hay puertas, sino telas que separan los espacios.
Dichos inmuebles se encuentran en prácticamente todos los barrios del cantón Central josefino, desde barrio Escalante, hasta los márgenes más extremos de Rincón Grande de Pavas.
Son habitadas por todo tipo de personas: niños, mujeres embarazadas, jefas de hogar con bebés en periodo de lactancia, adultos mayores y personas con alguna discapacidad.
Hay un factor que dinamiza el desarrollo de las cuarterías y es la gran cantidad de locales que se encuentran sin uso en este momento.
Talleres que ya no funcionan como tales, oficinas que dejaron de existir, locales comerciales cuya actividad económica cesó. Todo eso deja disponibles segundos o terceros pisos de edificios para convertirlos en sitios de hospedaje.
Generalmente, son estructuras con paredes de madera. Algunas presentan malos olores, porque carecen de sistemas para la evacuación de aguas negras.
Incluso, las autoridades municipales han detectado bodegas y almacenes a los que se les realizan ampliaciones y modificaciones irregulares para habilitar cuartos.
Allí, se pueden encontrar laberintos donde se suben y bajan gradas pasando por decenas de puertas con muy poco espacio entre cada una, lo que también genera un riesgo.
“una VEZ ENTRÉ en una CUARTERÍA Que Si uno estiraba los brazos Tocaba ambas Paredes del Cuarto, de lado a lado. Y de largo, era del Tamaño de una espuma, Posiblemente de unos dos METROS, TANTO ASÍ Que Cuando Se abría la Puerta, Había Que RECOGER la espuma Para Que TERMINARA de abrir Porque No Había Suficiente espacio”. Marcelo Solano director de la Policía Municipal de San josé