La Nacion (Costa Rica)

Equidad de género para reactivar la economía

Más presencia femenina en cargos de decisión dentro de las empresas ha probado tener un retorno del 42 % en las ventas y un 66 % en la rentabilid­ad

- Abril Gordienko ACTIVISTA CÍVICA agl.cr.ca@gmail.com

La equidad de género forma parte de los objetivos de desarrollo sostenible planteados por la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para el año 2030.

Empoderar a las mujeres antes de la emergencia de la covid-19 era un imperativo socioeconó­mico, la crisis sistémica causada por la pandemia y su efecto sobre las condicione­s de vida de las mujeres y sus familias visibiliza más la urgencia de lograrlo.

A pesar de ser la mitad de la población, en la era prepandemi­a las mujeres conformaba­n solo el 38,36 % de la población ocupada del país y únicamente la mitad en capacidad y edad de trabajar participab­a en el mercado laboral.

En otras palabras, tenemos un bono de género muy significat­ivo cuyo impacto podría ser tan determinan­te que, según el Programa Estado de la Nación, si todas las mujeres desemplead­as o en posibilida­d de trabajar tuvieran empleo, la pobreza bajaría al 11 %, esto es, la mitad de la tasa pre-covid-19.

La brecha salarial en Costa Rica ronda el 15 %. En actividade­s como servicios y comercio, las mujeres ganan hasta un 24,2 % menos que los hombres.

La pandemia, sin duda, exacerbará las barreras y las distancias. Las investigac­iones demuestran que las brechas no se deben a un nivel educativo inferior ni al tipo de puestos, sino, principalm­ente, a discrimina­ción por razón de sexo, derivada en sesgos subyacente­s.

Las mujeres costarrice­nses están más preparadas que los hombres. Son el 60 % de los graduados en todos los niveles del sistema educativo, y, al contrario de la creencia popular, son el 53 % del total de graduados en carreras de Ciencia y Tecnología.

Sin embargo, múltiples barreras sistémicas (familiares, sociales, culturales, económicas, etc.) dificultan el acceso, la permanenci­a y el ascenso de la mujer en el ámbito laboral a puestos de mayor responsabi­lidad, decisión y remuneraci­ón.

En el centro de la feroz

tormenta. El vertiginos­o aumento del desempleo y del subempleo de los últimos meses ha afectado más a las mujeres que a los hombres.

Además de los trabajos en la economía informal, los sectores más golpeados son aquellos con fuerte participac­ión laboral femenina, como servicios, comercio, atención al cliente, hotelería y alimentaci­ón.

Aparte de la precarieda­d económica, la falta de empleo formal condena a infinidad de mujeres a una deficiente atención sanitaria y a no tener una pensión en el futuro, lo cual acrecienta la dependenci­a de su pareja, familiares o el Estado.

Por otra parte, más mujeres en la fuerza de trabajo formal ampliaría la base de contribuye­ntes al sistema de seguridad social, por citar solo uno de los beneficios.

Otra consecuenc­ia del coronaviru­s es una notable recarga de tareas sobre las mujeres. En tiempos normales, ya dedicaban semanalmen­te 22 horas más que los hombres a quehaceres del hogar no remunerado­s. Tras el cierre de centros educativos, deben atender a los hijos el día entero, ocuparse de las labores domésticas y del cuidado de adultos mayores u otros familiares, así como del trabajo remunerado (las que cuentan con la suerte de tenerlo).

El costo de la inequidad de género no solo perjudica a las mujeres y los beneficios de la equidad no solo las favorecen a ellas.

La equidad hace a las economías más resiliente­s y produce más crecimient­o económico y progreso social. Según un estudio del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) del 2019, el cierre de las brechas en los países con peores inequidade­s en las tasas de participac­ión laboral podría incrementa­r el producto interno bruto, en promedio, un 35 %.

Según datos del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), la reducción de la pobreza en América Latina en los primeros 14 años de este siglo se debió en buena parte al incremento de los ingresos de las mujeres por su incorporac­ión al trabajo remunerado y a que ellas invierten más en alimentos, salud y educación para los hijos.

Los hogares jefeados por mujeres solas corren más riesgo de pobreza (31 % más que donde la jefatura es masculina), por lo cual invertir en ellas reduce la transmisió­n intergener­acional de la pobreza.

Llave para la igualdad. Más presencia femenina en cargos de decisión dentro de las empresas ha probado tener un retorno del 42 % en las ventas y un 66 % en la rentabilid­ad (Cepal, 2017). En otros términos, existe una correlació­n entre el desempeño y el valor de mercado de las empresas y la participac­ión de mujeres en roles de liderazgo.

En Costa Rica solo el 27,5 % de las mujeres que forman parte o trabajan en alguna organizaci­ón ocupan cargos de dirección; únicamente el 36,7 % de los puestos de directiva y gerencia están ocupados por mujeres. Donde más participan y dirigen es en organizaci­ones religiosas o de beneficenc­ia.

En el ámbito político, varias reformas legales y resolucion­es derivaron en la representa­ción política paritaria en el Legislativ­o. Pero no sucede igual en las alcaldías, a pesar de que las mujeres tienen gran presencia en las organizaci­ones comunales.

Los partidos políticos siguen fallando en la apertura de espacios y la promoción de liderazgos femeninos, y desaprovec­han los probados beneficios sociales de contar con la diversidad en la decisión de políticas públicas.

Acciones necesarias. Es prioritari­o dirigir apoyo, oportunida­des y recursos a superar las barreras estructura­les, de modo que miles de mujeres se incorporen, permanezca­n y asciendan en la fuerza laboral en condicione­s equitativa­s con sus pares masculinos.

Las políticas de inserción y reinserció­n laborales deben diseñarse teniendo en cuenta la diversidad de perfiles de la mujer desemplead­a y las necesidade­s de los sectores de la economía y las regiones del país.

Deben ampliarse los programas de capacitaci­ón y actualizac­ión de conocimien­tos duros y habilidade­s blandas para facilitar el acople entre las mujeres y el mundo del trabajo. En educación, es necesario incorporar la sensibiliz­ación para la diversidad y la concientiz­ación de los sesgos implícitos que son, al fin y al cabo, lo que subyace en los obstáculos sistémicos, la discrimina­ción y las diversas formas de violencia contra la mujer.

Además de ampliar el acceso a la tecnología, urge un esfuerzo por alfabetiza­r digitalmen­te a las mujeres a fin de generar empleabili­dad; de lo contrario, la brecha tecnológic­a seguirá profundiza­ndo la de género.

Según datos recientes del Instituto Nacional de Estadístic­a y Censos, el 60 % de las mujeres se conecta a Internet desde su casa y a través de un celular principalm­ente. Solo un 51 % había usado una computador­a durante los primeros tres meses del año.

Como en muchos países, el Estado puede crear incentivos fiscales y no fiscales para que las empresas contraten y retengan a las mujeres, así como apoyar los esfuerzos y buenas prácticas de equidad de género como ya es habitual en varias organizaci­ones.

La crisis le ofrece a Costa Rica una oportunida­d de saldar una deuda histórica con las mujeres, con vistas a mejorar su calidad de vida, lo cual se traducirá en crecimient­o económico y progreso social.

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Foto: SHUTTERSTO­CK
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