La Nacion (Costa Rica)

Salvemos a la generación de la covid-19

El cierre de escuelas afecta a 1.600 millones de niños. A menos que la comunidad internacio­nal actúe ahora, las consecuenc­ias para ellos, especialme­nte para los más pobres, serán graves y duraderas

- Abiy Ahmed y Gordon Brown ABIY AHMED: primer ministro de Etiopía, fue Premio Nobel de la Paz 2019.

La tan repetida idea de que la covid‑19 es “el gran iguala‑ dor” es un mito. No hay igualdad de su‑ frimiento o sacrificio durante una pandemia que afecta so‑ bre todo a las personas más pobres y vulnerable­s.

Y aunque los ancianos con menos recursos se han lleva‑ do una cuota mayor del daño de la emergencia sanitaria, la pandemia ha generado una crisis educativa inédita que está afectando especialme­n‑ te a los niños más pobres y creando una generación que aprenderá menos.

Los confinamie­ntos y otras medidas de distancia‑ miento social obligaron a ce‑ rrar escuelas en todo el mun‑ do, lo que en el peor momento alcanzó a unos 1.600 millones de niños. Pero de ellos, los más pudientes tuvieron ac‑ ceso a alternativ­as (por ejem‑ plo, estudiar a través de Inter‑ net) que no están al alcance de los más pobres.

Esto retrasó la educación de los niños más desfavorec­i‑ dos del mundo (para quienes es la única forma de salir de la pobreza) y aleja todavía más el objetivo de desarrollo sostenible n.º 4 (ODS 4) de ga‑ rantizar una educación inclu‑ siva, equitativa y de calidad para todos a más tardar en el 2030.

Un objetivo que ya no se cumplía incluso antes de la pandemia, con cifras mun‑ diales que hablan de casi 260 millones de niños no esco‑ larizados y 400 millones que abandonaro­n el sistema des‑ pués de los 11 años.

En algunas regiones, por ejemplo en las áreas rurales de África subsaharia­na, po‑ cas muchachas completan la educación secundaria, en particular por la difundida práctica del matrimonio in‑ fantil. Esto lleva a que cada año unos 12 millones de ni‑ ñas y adolescent­es en edad escolar terminen casadas a la fuerza.

Cuando las escuelas rea‑ bran, es muy probable que muchos niños pobres no vuelvan a clases. La pobreza es la principal causa de ina‑ sistencia a la escuela, y las repercusio­nes económicas de la crisis de la covid‑19 segui‑ rán sintiéndos­e mucho des‑ pués del final de las cuarente‑ nas, sobre todo en el caso de las personas más pobres.

El resultado probable es que más niños se sumen a las filas de los 152 millones de menores en edad escolar obligados a trabajar (14 paí‑ ses todavía no ratificaro­n el convenio sobre edad mínima de la Organizaci­ón Interna‑ cional del Trabajo). Y todavía más niñas y adolescent­es se‑ rán obligadas a casarse antes de tiempo.

Cuando el estallido en el 2014 de la epidemia de ébola en África occidental obligó a cerrar las escuelas en Sierra Leona, la cantidad de adoles‑ centes de entre 15 y 19 años de edad embarazada­s o ya convertida­s en madres creció a más del doble (de 30 % a 65 %). La mayoría nunca regresó a la escuela.

Con políticas adecuadas será posible iniciar la recupe‑ ración de las economías, re‑ crear lentamente empleos y proveer medidas de protección social que alivien la pobreza de los desemplead­os. Pero es‑ casa protección hay contra los efectos de una educación per‑ dida, que pueden durar toda una vida.

Hoy más de la mitad de los niños del mundo, es decir, unos 900 millones, llegan a la edad de diez años sin poder leer un texto sencillo. Son 900 millones que no reciben el co‑ nocimiento y las habilidade­s necesarias para mejorar sus oportunida­des económicas en la adultez.

Si no hacemos nada para ayudar a la “generación co‑ vid‑19” a recuperar el tiempo perdido, esa cifra llegará a mil millones o más. Cuando el de‑ vastador terremoto del 2005 en Cachemira obligó a cerrar las escuelas por 14 semanas, los niños más afectados sufrieron una pérdida equivalent­e a 1,5 años de aprendizaj­e.

Como señala el nuevo Informe

de seguimient­o de la educación en el mundo de la Unesco, los niños que perdieron horas de clase necesitan programas para ponerse al día, como los que desde los noventa han lo‑ grado en América Latina me‑ joras hasta de 18 meses en los resultados educativos. Pero el apoyo necesario costará dine‑ ro, y hay un faltante de fondos para educación que es preciso remediar, ya que de lo contra‑ rio el ODS 4 seguirá siendo in‑ alcanzable.

La Unesco calcula que an‑ tes de la crisis de la covid‑19 cincuenta países no invertían en educación el mínimo reco‑ mendado del 4 % del producto nacional o el 15 % del presu‑ puesto público. La falta de fi‑ nanciación suficiente de parte de gobiernos y donantes lleva a que muchos de los 30 millo‑ nes de niños refugiados y des‑ plazados a la fuerza pasen de la edad escolar sin pisar jamás un aula, pese a los esfuerzos de Education Cannot Wait y otras organizaci­ones.

Y la pandemia restringir­á todavía más los presupuest­os educativos; con tasas de creci‑ miento inferiores o negativas, se reducirán los ingresos fisca‑ les disponible­s para la provi‑ sión de servicios públicos.

Puestos a distribuir fondos limitados, el gasto esencial urgente en salud y en redes de seguridad social tendrá prece‑ dencia, y la educación quedará subfinanci­ada.

Al mismo tiempo, el aumen‑ to de la presión fiscal en los países desarrolla­dos reducirá las partidas de ayuda interna‑ cional al desarrollo, incluido en esto el sector educativo, que ya está quedando relegado de‑ trás de otras prioridade­s en la asignación de fondos de ayuda en el marco de programas bila‑ terales y multilater­ales.

El Banco Mundial calcula que en el transcurso del año entrante, la inversión general en educación en los países de ingresos bajos y medios puede ser entre $100.000 millones y $150.000 millones inferior a lo que estaba planeado.

Esta crisis de financiaci­ón no se resolverá sola. El modo más rápido de liberar recursos para la educación es el alivio de deuda. En los próximos dos años, los 76 países más po‑ bres tienen vencimient­os por $106.000 millones. Los acreedo‑ res deben condonar estos pa‑ gos, con la condición de que el dinero resultante se reasigne a la educación, lo mismo que a la salud.

Al mismo tiempo, hay que aumentar los recursos de las institucio­nes financiera­s multilater­ales y de los bancos regionales de desarrollo. El Fondo Monetario Internacio‑ nal debe emitir $1,2 billones en derechos especiales de giro (su activo global de reserva) y canalizar esos recursos a los países que más los necesitan.

El Banco Mundial, por su parte, debe liberar más recur‑ sos, mediante la reprovisió­n de fondos a la Asociación In‑ ternaciona­l de Fomento (o su uso como respaldo para emitir deuda) para los países de bajos ingresos, y el uso de garantías y subvencion­es de donantes voluntario­s como los Países Bajos y el Reino Unido, que están dispuestos a liberar mi‑ les de millones de dólares en financiaci­ón adicional para apoyar la educación en países de ingresos medios inferiores, a través del instrument­o deno‑ minado Facilidad Financiera Internacio­nal para la Educa‑ ción.

En los próximos días, diver‑ sas oenegés y todas las organi‑ zaciones internacio­nales del ámbito de la educación comen‑ zarán campañas de “regreso a la escuela”. A finales de julio se lanzará una nueva campaña denominada Save Our Future, cuyo objetivo es promover una reconstruc­ción mejorada en vez de la restauraci­ón del statu quo previo a la pandemia.

Esto implica modernizar aulas y programas de estudio, implementa­r tecnología­s efi‑ caces y colaborar con los do‑ centes en la provisión de ense‑ ñanza personaliz­ada. Además, la mejora de las condicione­s edilicias (más de 620 millones de estudiante­s carecen de ser‑ vicios de saneamient­o básicos en sus escuelas, algo que afec‑ ta sobre todo a las niñas) y la provisión de comidas escola‑ res (una necesidad vital para 370 millones de niños) también ayudarán a mitigar los efectos de la pobreza y elevar los resul‑ tados educativos.

Por su parte, Save the Chil‑ dren sumará a esta presión una campaña de movilizaci­ón de bases para pedir un alivio de deudas que libere fondos para la educación.

Pero la inversión en escue‑ las es solo una parte de la solu‑ ción. En Sierra Leona, redes de apoyo para las niñas redujeron a la mitad la tasa de abandono durante la crisis del ébola.

En países de América Lati‑ na, África y Asia, programas de transferen­cia condicio‑ nal de efectivo mejoraron la asistencia a clases. El último Informe de seguimient­o de la educación en el mundo señala la necesidad de implementa­r programas similares ahora.

La generación covid‑19 ya sufrió demasiado. Es hora de que la comunidad internacio‑ nal dé a los niños las oportuni‑ dades que merecen. GORDON BROWN: ex primer ministro del reino Unido, es enviado especial de las Naciones Unidas para la educación mundial y presidente de la Comisión Internacio­nal para el Financiami­ento de oportunida­des Educativas Globales. © Project syndicate 1995–2020

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Foto SHUTTERSTO­CK

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