La Nacion (Costa Rica)

El futuro del agua o el agua del futuro

- Juan Carlos Mora Montero PROFESOR UNIVERSITA­RIO jcmora1971@gmail.com

No es momento para tomar decisiones vitales como lo planteado en el expediente 20212

Ambas cosas se están definiendo en estos días en la Asamblea Legislativ­a, cuando es casi imposible concentrar­se en el debate por estar atendiendo la crisis sanitaria. Una decisión que, por tanto, no debería tomarse en este momento.

Es el futuro del agua porque se tomarán decisiones en el presente sobre cómo se legislará con respecto al recurso hídrico con miras al futuro. Pero también se definirá el agua del futuro porque se establece la forma como la protegerem­os, cómo vamos a utilizar las aguas residuales, cómo incorporar­emos el cambio tecnológic­o, cómo daremos valor económico y cómo desarrolla­remos una cultura para el uso más eficiente del agua.

Decidir el futuro del agua, dadas las señales que nos da la afectación debido al cambio climático, el crecimient­o de la población y la concentrac­ión en grandes ciudades, así como la necesidad de producir alimentos, la atención de la demanda para el desarrollo turístico, la generación eléctrica y el consumo humano, representa hoy una de las resolucion­es más estratégic­as del país.

Por sus alcances, será disruptiva para el mañana de quienes habitamos el país y para quienes nos visitan año tras año.

Época inadecuada. En tiempos de crisis, señala el científico Jared Diamond, las resolucion­es deben ser valientes, que nos permitan salir adelante, y ser optimistas porque necesitare­mos un mundo donde vivir, un empleo, una escuela adonde volver, un hospital, una pensión, agua en calidad y cantidad suficiente­s para los diferentes usos.

El expediente 20212 que verá el plenario se denomina Ley para la Gestión Integrada del Recurso Hídrico, y es la base de la política pública para enfrentar las vicisitude­s que nos traiga el cambio climático en cuanto al agua. Por ello, debemos asegurarno­s de que sea el instrument­o visionario que nos dé fortalezas para construir el futuro y no ser, más bien, víctimas de este.

A los habitantes de este país, que hemos visto, especialme­nte a partir de 1992, cómo Costa Rica se destaca por haber suscrito todos los compromiso­s con miras a la protección y el uso del recurso hídrico, y por haber plasmado el derecho humano al agua en la Constituci­ón Política, nuestro sistema institucio­nal nos da seguridad en que el futuro del agua está en buenas manos.

No obstante, debe tenerse plena claridad de que un marco jurídico nuevo no es la pomada canaria o la piedra de la resurrecci­ón en la materia.

Conjeturan­do como decía Jouvenel, puede acercarnos a un mejor futuro o alejarnos de este y llevarnos a donde no queremos ir como sociedad.

Un pieza más. La ley no resolverá las deficienci­as en algunos servicios públicos relacionad­os con el agua, no resolverá la cultura consumista de las personas ni las pérdidas por fugas, es decir, un marco jurídico es relevante, pero es solo una pieza dentro de un rompecabez­as nacional muy complejo.

Legislar debe ser el producto de un análisis prospectiv­o, de una valoración técnica y científica del agua del futuro. ¿Cuántas personas la demandarán para consumo en el 2040? ¿Cuáles serán las actividade­s productiva­s más necesitada­s de esta? ¿Cuáles son los sitios que deben ser protegidos porque alojan acuíferos? ¿Cómo participar­án las personas y las organizaci­ones en la toma de decisiones sobre el agua? ¿Cómo garantizar la resolución de los conflictos que se generarán por el agua como recurso de uso común escaso y de presencia desigual en las diferentes zonas? ¿Cómo garantizar que pobres y ricos tendrán igualitari­as condicione­s de acceso?

Son tantas las aristas que los diputados deberán tomar en cuenta en estos días sobre el agua que es preocupant­e que lo hagan cuando la agenda está colmada de urgencias por la pandemia.

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