El fútbol ingrato y sin memoria

¿Los cinco mejores técnicos? Es cosa que tengo clara. En orden de excelencia: Pep Guardiola, Jupp Heynckess, Jurgen Klopp, Zinedine Zidane y Didier Deschamps.

Algunos de ellos fueron egregios futbolistas, tal el caso de los campeones mundiales en 1998, Zidane y Deschamps.

La excelencia de Guardiola como técnico nos ha hecho olvidar que fue uno de los bastiones del Barcelona de Cruyff, el “Wonder team”, con cometas de la magnitud de Romario, Koeman, Laudrup, Stoichkov (el mejor jugador búlgaro de todos los tiempos).

Y del famoso “cabecita” Heynckess la gente ha borrado el hecho de que fue, durante muchos años, el segundo mejor goleador de la Bundesliga, ariete del Mönchengladbach, únicamente por debajo del “Torpedo” Müller. Ganó el mundial 1974 con la Mannschaft, jugando poco debido a una infortunada lesión. Le decían “cabecita” por su impecable técnica de cabeceo.

El fútbol es tan amnésico, tan desvinculado de la noción de historia y de arqueología (de arché: griego por “origen”), que olvida al gran jugador para evocarlo únicamente en su avatar de técnico: nadie recuerda su inmensa valía de futbolista, el hecho de que otrora generaron más titulares como virtuosos del balón que hoy como técnicos. El fútbol debería seguir el ejemplo de Funes el memorioso, de Borges, no el de William Monk, el detective amnésico de Anne Perry.

Pocos han destacado como futbolistas al tiempo que como técnicos. Grandísimos jugadores resultaron un fiasco a guisa de entrenadores: Platini, Maradona, Falcao, Leao, Passarella, Matthaus, Bobby Charlton… un verdadero desastre. Y los hay que fueron tan excelsos jugadores como técnicos: Zagallo, Beckenbauer, Zidane, Deschamps.

Repito: al día de hoy, no hay para mí mejor técnico que Guardiola. Se formó jugando junto al legendario Rivaldo, en el Barcelona del cambio del siglo. ¿Zidane? Todavía le faltan sus añitos de experiencia, pero es un candidato que merece ser observado de cerca.