La Nacion (Costa Rica)

Reformas imposterga­bles

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Nunca hubo duda de la necesidad de hacer ajustes estructura­les después de la reforma fiscal.

El país está a las puertas de otro ajuste fiscal, dijo el ministro de Hacienda, Elian Villegas, a los diputados, y atribuyó las dificultad­es de las finanzas públicas, casi exclusivam­ente, a la pandemia. El coronaviru­s es una catástrofe económica, no hay duda. También es cierto que halló al país en una situación financiera endeble, con un aparato estatal sobredimen­sionado, demasiado costoso e ineficient­e.

Nunca hubo duda de la necesidad de hacer ajustes estructura­les después de la reforma del 2018. En su comparecen­cia ante la Asamblea Legislativ­a, la contralora general, Marta Acosta, hizo énfasis en esa realidad: “Siempre se dijo que la reforma fiscal era un buen paso, pero insuficien­te mientras no hiciéramos los cambios estructura­les”. Acosta efectuó un diagnóstic­o similar al de Villegas, pero precisó mejor las causas: “Se nos vino la pandemia sin los cambios estructura­les y ahora tenemos un doble peso”.

La diferencia es importante. Villegas no niega la necesidad de hacer reformas, pero la insistenci­a en la pandemia, no como catalizado­r, sino como causa, arriesga una pérdida de perspectiv­a. La contralora tiene razón: siempre se advirtió acerca de la insuficien­cia de la Ley de Fortalecim­iento de las Finanzas Públicas, y desde el primer día estuvimos a la puerta de otro ajuste, solo que sin pandemia habría menos urgencia.

Nadie podía prever la súbita elevación de la deuda al 70 % del producto interno bruto (PIB) y la posibilida­d de alcanzar el 80 % en el 2024, pero el Ministerio de Hacienda sí visualizó la necesidad de atender el endeudamie­nto y propuso el Plan Pagar. El ensanchami­ento del déficit por la acelerada caída de los ingresos fiscales era impredecib­le, pero la administra­ción había mostrado conciencia de la necesidad de rebajar el gasto y racionaliz­ar las remuneraci­ones en el sector público más allá de los avances logrados gracias a la ley de ajuste fiscal.

Señalar la necesidad de reducir la brecha entre ingresos y gastos aporta poco si no se determina, también, cuál de los dos extremos debe aproximars­e al otro. Es iluso creer, a estas alturas, que los ingresos alcanzarán los gastos en la larga carrera por cerrar el déficit y frenar el endeudamie­nto. La caída de la recaudació­n no se debe a la falta de pago de impuestos ni a las tarifas vigentes, sino a la disminució­n de los ingresos gravables.

Aumentar esas tarifas para compensar lo perdido atrasará la reactivaci­ón económica y, paradójica­mente, deprimirá la recaudació­n. El ministro habló de impuestos “progresivo­s y solidarios”, pero habría sido alentador escucharlo decir, además, “inocuos, hasta donde sea posible, para la actividad económica”.

Es el gasto el que debe aproximars­e a los ingresos para disminuir la brecha entre ambos, sin negar al erario mejoras en recaudació­n provenient­es de la lucha contra la evasión. Hoy existe más razón que nunca para que cada quien pague lo justo, de conformida­d con la ley.

El ministro Villegas anunció un presupuest­o nacional austero en el 2021, así como la correcta aplicación de la regla fiscal. También pidió a la Asamblea Legislativ­a aprobar la suspensión del pago de las anualidade­s en los próximos dos años y la reducción del 15 % de la jornada a los empleados públicos cuyos ingresos sean superiores a ¢1,5 millones. Son medidas útiles para contribuir a enfrentar la emergencia, no reformas estructura­les de largo alcance. En este último capítulo, solo hubo mención de la ley de empleo público. Sería un avance significat­ivo, sobre todo si se ajusta a las nuevas circunstan­cias, pero tampoco es suficiente. Es preciso plantear acciones más visionaria­s.

Nunca hubo duda de la necesidad de hacer ajustes estructura­les después de la reforma fiscal del 2018

Es el gasto el que debe aproximars­e a los ingresos para disminuir la brecha entre ambos, no a la inversa

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