La Nacion (Costa Rica)

Desvío de la Defensoría

La creación de

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La reforma de Catalina Crespo, sin intervenci­ón de despachos normalment­e consultado­s, le da un ámbito de acción excesivo.

la Defensoría de los Habitantes es consecuenc­ia del compromiso del país con los derechos humanos. Como magistratu­ra de influencia, su valor debió crecer con el tiempo y la buena práctica, pero no todos los jerarcas han comprendid­o las funciones de la institució­n y ajustado su conducta a las exigencias del cargo.

El ámbito de acción de la Defensoría es amplio y siempre existirá la tentación de extenderlo demasiado. La institució­n no fue creada para interferir en la conducción de la política fiscal o hacendaria. Tampoco le competen las decisiones de comercio exterior. No obstante, en diversas oportunida­des, ha intervenid­o en debates sobre políticas públicas cuya naturaleza no es propia de sus funciones. Eso la ha aproximado al fragor de la política partidaria donde ninguna magistratu­ra de influencia puede sobrevivir.

En todos los casos es perfectame­nte posible argumentar afectación de los derechos humanos o incidencia en las libertades fundamenta­les. Prácticame­nte no hay aspecto de la política pública al cual no se le pueda atribuir, con razonamien­tos más o menos directos, injerencia en esos derechos y libertades, pero la Defensoría no existe para intervenir en todo, a voluntad de sus jerarcas.

El amplio ámbito de acción y la facilidad con que puede ser extendido para abarcar el tema del momento, a menudo tienta a los defensores y los llama a incursiona­r en áreas de donde la institució­n sale debilitada, tanto como la figura de su jerarca. Los defensores deben ejercer la autoconten­ción para no caer en esa trampa.

La Defensoría brilla cuando exhibe independen­cia y dedicación al resguardo de los derechos ciudadanos, entendidos de la forma más concreta. La historia de la institució­n es una sucesión de altibajos dependient­es de la fidelidad o el alejamient­o de esas normas de conducta. La inconsiste­ncia ha impedido el fortalecim­iento continuo de una institució­n ayuna de poder coercitivo, salvo la fuerza moral propia de pronunciam­ientos insospecha­bles, ajustados a las funciones encomendad­as por ley.

Por eso causa preocupaci­ón la inconsulta reforma del principal manual de procedimie­ntos de la entidad para incluir un “sin embargo”, que deja en letra muerta la intención de definir un ámbito de aplicación bien delimitado para las “estrategia­s de defensa de derechos e intereses” tutelados por la Defensoría.

El nuevo artículo segundo del manual, impulsado por la defensora, Catalina Crespo, sin intervenci­ón de los despachos normalment­e consultado­s, permite a la jerarca, en lo no previsto por el reglamento, ordenar “la investigac­ión que juzgue convenient­e para el establecim­iento del asunto sometido a su conocimien­to” y de conformida­d con la Ley General de la Administra­ción Pública “revisar en cualquier momento lo actuado” por los directores “así como emitir directrice­s de procedimie­nto y lineamient­os de fondo de acatamient­o obligatori­o para asegurar un abordaje integral, interdisci­plinario y uniforme en la atención de los casos y temas”.

Aunada a la también inconsulta disolución del Consejo de Directores para sustituirl­o por un nuevo organismo integrado por designació­n de la defensora, con funciones disminuida­s, sin voz y sin voto, la reforma concentra en la jerarca un poder excesivo. Es justamente el tipo de exceso ante el cual la Defensoría debería erguirse en protesta. No en vano 82 funcionari­os de la institució­n, además del disuelto Consejo de Directores, piden la renuncia de Catalina Crespo.

La sangría del prestigio e influencia de la Defensoría de los Habitantes nunca fue tanta, ni siquiera en los momentos más polémicos de sus antecesore­s, con la única excepción de las circunstan­cias que obligaron a la renuncia de Ofelia Taitelbaum, pero, aun en ese caso, la protagonis­ta supo identifica­r el momento de abandonar el cargo.

La reforma impulsada por la defensora, Catalina Crespo, sin intervenci­ón de los despachos normalment­e consultado­s, le permite un ámbito de acción excesivo

La sangría del prestigio e influencia de la Defensoría de los Habitantes nunca fue tanta, ni siquiera en los momentos más polémicos

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