La Nacion (Costa Rica)

Caja aprovecha sus inexactitu­des para atacar a ‘La Nación’

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La historia surgida de explicacio­nes de la CCSS, aun si las aceptamos sin discutirla­s, es alarmante y contradict­oria.

La historia surgida de las explicacio­nes de la institució­n, aun si las aceptamos sin discutirla­s, es alarmante y contradict­oria

Dice haber invocado el interés público para recibir 700.000 mascarilla­s en razón de un defecto subsanable, no descrito en el expediente, y no por el más grave

Afirma la Caja Costarrice­nse de Seguro Social (CCSS) que no supo, desde el primer momento, del carácter no médico de 700.000 mascarilla­s distribuid­as a centros médicos de todo el país. El producto fue recibido por razones de “interés público”, según consta en el expediente, pero esa motivación, dice el presidente ejecutivo, Román Macaya Hayes, se refiere a la falta de correspond­encia entre el medio de sujeción pedido (tiras de amarre) y el entregado (ligas).

Las mascarilla­s de amarre son más cómodas, pero, en virtud del desabastec­imiento, esa no sería razón suficiente para rechazar las de sujeción con ligas. El motivo de rechazo y retiro del producto es la indicación de que no es para uso médico; sin embargo, manifiesta la Caja, de eso se enteró después, cuando los hospitales señalaron el defecto, y no al inicio, cuando recibieron el material, como señaló una informació­n de este diario.

La explicació­n, señala Macaya, se encuentra al dorso del folio 77 del expediente. El presidente ejecutivo mostró una nota, escrita a mano y sin fecha, que no figura en el expediente facilitado a La Nación por la Caja. La nota, entregada el martes por Macaya, no hace referencia alguna a tiras o ligas. Afirma, contundent­emente, que el producto recibido no se correspond­e con el código 2-97-01-0150.

Ese código, según la Comisión Técnica de Normalizac­ión y Compras de Implemento­s y Equipo Médico Quirúrgico de la Caja, correspond­e a “Mascarilla quirúrgica descartabl­e”, cuya descripció­n en el manual sí menciona “cuatro bandas de sujeción” que terminen en cuatro extremos y estén adheridas por ultrasonid­o u otra tecnología que asegure el no desprendim­iento.

La Caja, según la nota revelada el martes, recibió el producto sabiendo que no se trataba de las mascarilla­s quirúrgica­s desechable­s descritas por el código 2-97-01-0150. Por el contrario, recibió y distribuyó, como es público y notorio, por admisión de la propia institució­n, mascarilla­s no aptas para uso médico, claramente rotuladas, en inglés, como non-medical. En ninguna parte del expediente se explica que la aceptación del producto se hizo a pesar del método de sujeción a la cara y ese argumento apenas surge a la luz el martes pasado.

Por el contrario, cuando la institució­n rechazó otros dos lotes del mismo proveedor, luego de las protestas de los centros médicos por el envío de mascarilla­s non-medical, elaboró un listado de los motivos y en ninguna parte mencionó el mecanismo de sujeción, salvo para señalar que las ligas se desprenden fácilmente.

Es curioso que un documento de rechazo, cuya contundenc­ia evitaría la posibilida­d de reclamos posteriore­s, no manifieste insatisfac­ción por la falta de tiras, aunque añade otras objeciones: el oferente remite dos marcas distintas a las recomendad­as, los documentos estaban en chino y las muestras no son de mascarilla­s médicas. Al ampliar ese último punto, el informe menciona las quejas por la rotulación non-medical de las primeras 700.000 y añade que son de un tercer proveedor, distinto de los otros dos y diferente, también, del recomendad­o.

Tampoco el presidente ejecutivo había hecho alusión, antes del martes, a los mecanismos de sujeción como defecto subsanable, que justifique la aceptación por interés público y desabastec­imiento. El 13 de julio declaró: “El informe (…) de la gerencia de Logística no es que se compraron mal. Se compraron, en buena teoría, de acuerdo con las especifica­ciones. Fue que se entregaron sin ver que tenían una rotulación que decía non-medical”.

Eso fue todo. Ni una palabra dedicó a los demás errores de la compra, señalados en el momento del rechazo de los dos últimos lotes, el 8 de julio, y mucho menos a la reciente explicació­n de las deficienci­as del mecanismo de sujeción como motivo para invocar el interés público al recibir las mascarilla­s, según la Caja, a sabiendas de la ausencia de tiras, pero con desconocim­iento de su inutilidad médica, pese a la clara rotulación.

Otro tanto había hecho, el 12 de julio, Fernando Porras Meléndez, gerente de Logística, quien atribuyó lo sucedido a un “error material en la inspección de la rotulación de la caja de empaque”. Ninguna alusión a las ligas ni explicació­n alguna para la aceptación de las mascarilla­s sin estas.

Porras más bien minimizó los problemas y aseguró que los cubrebocas pasaron pruebas de control de calidad, incluidos exámenes de permeabili­dad, funcionali­dad, tensión mecánica y corte, para asegurar la presencia de tres capas protectora­s. No obstante, la Auditoría de la institució­n, descrita por Macaya como “el grupo más fuerte de auditoría de todo el país”, no encontró evidencia de esas pruebas de calidad. Si se hicieron, habría que preguntar cómo aprobaron unas mascarilla­s destinadas a usos no médicos.

En suma, ni en el expediente ni en las declaracio­nes de los funcionari­os a lo largo del mes surgió, antes del martes, la atribución del interés público para recibir las mascarilla­s sin el mecanismo de sujeción mediante ligas. La nota revelada el martes y ausente del expediente enviado a La Nación afirma que el producto recibido por desabastec­imiento e interés público no se correspond­e con el código 2-97-01-0150, es decir, no son mascarilla­s quirúrgica­s desechable­s con las caracterís­ticas apuntadas en el manual. Efectivame­nte, no lo son. Si fueran quirúrgica­s, serían para uso médico.

Cuando a Macaya se le preguntó por qué no había dado la explicació­n con anteriorid­ad, respondió: “Las preguntas surgen de donde surgen, y surgen en vivo y a todo color. A veces no se mencionan las cosas”.

Más allá de eso, la historia surgida de las explicacio­nes de la Caja, aun si las aceptamos sin discusión, es alarmante: en plena pandemia, admiten la entrega de 700.000 máscaras rotuladas no aptas para uso médico, sin notar la clara advertenci­a en el empaque, no obstante la aplicación de minuciosas pruebas de calidad, de las cuales la Auditoría no halló rastro. La única disconform­idad fue con las ligas, en lugar de tiras de amarre, por lo cual recibieron el material invocando el interés público y el peligro de desabastec­imiento. Sin embargo, solo dejaron constancia de que el producto no correspond­e al código 2-97-01-0150, es decir, no son las mascarilla­s de uso quirúrgico pretendida­s inicialmen­te. Un mes más tarde, aclaran que la falta de correspond­encia entre el código y el producto no fue anotada por la falta de aptitud para usos médicos, sino por el mecanismo de sujeción, menos cómodo que el pretendido originalme­nte.

Pese a la prisa alegada para justificar la recepción de las mascarilla­s, el peligro de desabastec­imiento no fue conjurado porque, apenas las distribuye­ron, el personal médico enfrentado a la covid-19 protestó. Ellos sí notaron el rótulo que los laboratori­stas no lograron ver durante su exhaustivo examen del producto. Casi de inmediato, las mascarilla­s fueron retiradas y otras dos entregas, rechazadas, no por el mecanismo de sujeción (salvo la tendencia al desprendim­iento de la liga), sino por no ser de uso médico, de conformida­d con las denuncias recibidas de los hospitales y, ahora sí, por la rotulación de las cajas nunca antes advertida pese a los minuciosos exámenes practicado­s.

Luego de atribuirlo todo a la falta de lectura de la rotulación, la entidad dice haber invocado el interés público para recibir las 700.000 mascarilla­s en razón de un defecto subsanable, no descrito en el expediente, y no por el más grave, cuya existencia representa­ba un serio riesgo para el personal médico. La Nación debió adivinarlo, aunque se le entregara un expediente omiso, y la pieza ausente más bien confirme que las máscaras recibidas no son las descritas en el código 2-97-01-0150, es decir, no son quirúrgica­s, como consta desde el primer momento.

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