La Nacion (Costa Rica)

Impuesto a la riqueza

- Juan Carlos Hidalgo ANALISTA de POLÍTICAS PÚBLICAS jchidalgo@gmail.com

Detrás de la campaña de desinforma­ción lanzada por el Instituto de Investigac­iones Sociales de la UCR contra individuos y empresas nacionales, se encuentra una agenda muy concreta: introducir un impuesto a la riqueza. Ya hay varios proyectos de ley en esa dirección. Por eso, vale repasar la evidencia internacio­nal al respecto.

La idea no es original; es una de las principale­s banderas del socialismo millennial —como lo cataloga The Economist— y encontró mucho eco en las candidatur­as de Bernie Sanders y Elizabeth Warren durante las primarias del Partido Demócrata en EE. UU. Era cuestión de tiempo para que la progresía criolla la abrazara con entusiasmo.

La principal referencia sobre este gravamen la encontramo­s en el Viejo Continente. En 1990, doce países europeos tenían un impuesto sobre la riqueza. Actualment­e, solo Noruega, España y Suiza lo mantienen.

¿Por qué la mayoría lo derogaron? Según varios informes, incluido uno de la OCDE, el tributo es contraprod­ucente porque es difícil de administra­r, castiga a las personas que tienen muchos activos y poco efectivo, distorsion­a las decisiones de ahorro e inversión, ahuyenta a los adinerados fuera de sus países y, encima de todo, no recauda mucho. Si este es el efecto en países desarrolla­dos, ¿qué podríamos esperar en el nuestro?

Un caso particular es Francia, donde dicho impuesto causó la salida de 10.000 millonario­s entre el 2002 y el 2017. Derogarlo fue uno de los primeros actos de Emmanuel Macron. Como señala el columnista Noah Smith, de Bloomberg, “el éxodo de ricos del país probableme­nte redujo en el papel la desigualda­d, pero no está claro que su partida mejorara la situación de Francia”. Más bien, algunos economista­s señalan que el fisco terminó perdiendo más dinero del recaudado.

Los proponente­s criollos del impuesto sobre la riqueza nos dirán que reducir la desigualda­d es un objetivo en sí mismo, aun cuando el tributo no genere mayores recursos. Sin embargo, están apuntando mal. Según el último informe de la OCDE, las dos medidas que tendrían más impacto en reducir la desigualda­d en Costa Rica —medida por el coeficient­e de Gini— serían una reforma a la remuneraci­ón del sector público y una reducción de la informalid­ad.

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