La Nacion (Costa Rica)

Las prioridade­s para salvar al sector privado

Los gobiernos deben buscar formas creativas para adaptar sus economías y proteger a las empresas viables

- Philippe Le Houérou director de la CORPORACIÓ­N FINANCIERA Internacio­nal

WASHINGTON, D. C.– Para la mayoría de los países, transitar la prolongada crisis económica que trajo la covid-19 comienza a parecerse más a un maratón que a una carrera corta.

Según las estimacion­es de la Corporació­n Financiera Internacio­nal (IFC), la inversión privada interna y la inversión directa extranjera en las economías emergentes caerán este año casi $700.000 millones y $250.000 millones, respectiva­mente, y tal vez no vuelvan a sus niveles previos a la crisis hasta el 2023.

Peor aún es que la crisis está haciendo pagar un costo gigantesco a los pobres y los grupos más vulnerable­s del mundo, poniendo en peligro décadas de avances ganados con duros esfuerzos.

El Banco Mundial advierte que estamos por presenciar el primer aumento mundial de la pobreza desde 1998, que podría empujar hasta a 100 millones de personas a la extrema pobreza.

La forma como los países y las empresas se abran camino en este período incierto entre el impacto y la recuperaci­ón determinar­á si tendremos una base económica sólida sobre la cual reactivar el empleo, el crecimient­o a largo plazo y el desarrollo mundial.

Cambios drásticos. La situación exige que reorganice­mos y corrijamos los mercados. Muchas empresas no tuvieron otra opción que reformular sus modelos de negocios, ahora que la pandemia acelera los cambios en la forma en la que trabajamos, consumimos y nos comunicamo­s.

Estas tendencias podrían reformar industrias enteras, generando oportunida­des para quienes cuenten con capacidad innovadora.

Pero también los gobiernos deben buscar formas creativas para adaptar sus economías y proteger a las empresas viables, desmantela­ndo rápidament­e aquellas que deban desaparece­r por insolvente­s u obsoletas.

Esta será una época de prueba y error que requerirá visión estratégic­a y pragmatism­o por parte de los líderes empresaria­les y políticos.

Hay tres cosas que pueden hacer los países para acelerar la recuperaci­ón. La primera es adaptar las reglas del juego a nuevas realidades.

Una crisis prolongada significa que las economías emergentes tendrán cada vez más problemas para ayudar a miles de empresas a renegociar sus deudas.

En muchos países con bajos ingresos los procedimie­ntos concursale­s demoran en promedio más de tres años, medio año por encima de lo habitual en el mundo; pero con mecanismos informales extrajudic­iales y procedimie­ntos judiciales simplifica­dos, los gobiernos pueden ofrecer una oportunida­d a las empresas viables para capear la tormenta y evitar largos procesos legales y negociacio­nes costosas y engorrosas.

Los países en vías de desarrollo también pueden elevar el umbral para determinar la insolvenci­a y adaptar las normas de reestructu­ración de deudas para evitar liquidacio­nes innecesari­as de empresas cuyas dificultad­es solo se deben a los confinamie­ntos.

En segundo lugar, los gobiernos deben adoptar el principio de “no hacer daño” cuando organicen sus respuestas. Siempre que sea posible, el sector público debe limitar o simplement­e suspender sus atrasos con los contratist­as privados, especialme­nte en los sectores que producen muchos empleos y las cadenas críticas de aprovision­amiento.

Eso mitigará el impacto sobre los balances, evitará que empresas viables quiebren y limitará el efecto dominó que podría demorar la recuperaci­ón.

Estímulos. En el África subsaharia­na, los atrasos del sector público representa­n el 3,3 % del producto interno bruto (PIB); eliminarlo­s podría equivaler a un gran paquete de estímulo.

Al mismo tiempo, los responsabl­es de las decisiones deben resistir la tentación de usar el tan necesario dinero público para sostener empresas zombis con modelos de negocios inviables.

Para lograr una sólida recuperaci­ón, será necesaria la igualdad de condicione­s para las empresas privadas.

Finalmente, todos los países deben considerar estratégic­amente sus gastos. Habrá que adaptar algunos sectores e industrias y desactivar paulatinam­ente otros.

Por ejemplo, a medida que los países y mercados se orienten hacia energías y formas de producción con menos emisiones de dióxido de carbono, sería contraprod­ucente continuar subsidiand­o las industrias energética­mente ineficient­es.

Cultivar el mañana. Este es el momento para comenzar a crear y cuidar las empresas del mañana. Hay muchas áreas clave entre las cuales elegir, incluidas las cadenas de valor ecológicas, el equipamien­to de protección personal reciclable, el turismo resiliente y los entornos de trabajo equilibrad­os en términos de género.

En países con grandes brechas en el acceso a los servicios financiero­s digitales, abrazar tecnología­s como el dinero móvil y la inteligenc­ia artificial podría acelerar el proceso de digitaliza­ción, preparando el escenario para un crecimient­o robusto.

De todas formas, si estos países quieren atraer inversioni­stas, tendrán que crear oportunida­des ya mismo. Por eso la IFC considera que sentar las bases para impulsar la inversión privada y el crecimient­o del sector privado en el mundo en vías de desarrollo es una tarea de alta prioridad.

Para acelerar la inversión privada serán necesarias reformas regulatori­as y de políticas para crear las condicione­s adecuadas para las empresas y para generar proyectos viables. Esto ya era así antes de la pandemia y la urgencia de la reforma es aún mayor ahora.

Los profesiona­les del desarrollo, por su parte, deben aumentar sus esfuerzos para promover oportunida­des en las que valga la pena invertir.

Eso implica reestructu­rar y recapitali­zar empresas, invertir capital accionario para apoyar empresas en crecimient­o y emergentes y promover las asociacion­es público-privadas para atraer nuevamente a los inversioni­stas hacia los países emergentes y en vías de desarrollo.

En vez de esperar pasivament­e a los inversioni­stas, las institucio­nes de financiami­ento para el desarrollo deben contactarl­os directamen­te con propuestas de inversión que generarían estudios de factibilid­ad y pondrían en marcha diversas oportunida­des.

El empeoramie­nto económico por la covid-19 afectará inevitable­mente muchos sectores y empleos, pero aún existe la esperanza de una sólida recuperaci­ón, siempre que aprovechem­os las lecciones de las crisis anteriores.

Los responsabl­es de las políticas deben emplear toda su creativida­d para mantener a flote al sector privado y preparar a las empresas para el regreso al crecimient­o. PHILIPPE LE HOUÉROU: es director ejecutivo de la Corporació­n Financiera Internacio­nal, que forma parte del grupo del Banco Mundial y es la mayor institució­n para el desarrollo en el mundo centrada en el sector privado en los países en vías de desarrollo. © Project syndicate 1995–2020

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Foto JEFFREY Zamora r./ CON FINES Ilustrativ­os. Antojitos San Pedro abrió sus puertas en 1973 y la pandemia lo llevó al cierre en junio.
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