La Nacion (Costa Rica)

Yo o el caos: el mensaje de Donald Trump a los electores

››su discurso procura descalific­ar a demócratas y su candidato: Joe Biden

- Víctor Hugo Murillo S. vhmurillo@nacion.com

Fuerza o debilidad; seguridad o anarquía; progreso o retroceso.

Donald Trump se ha dotado de un arsenal de palabras, dominado por la descalific­ación de sus adversario­s demócratas y por la alabanza de sí mismo y de su gobierno, como parte de su estrategia para retener el control de la Casa Blanca durante cuatro años más.

Las convencion­es nacionales de los partidos Demócrata y Republican­o, que hubieron de celebrarse en un ambiente atípico, por causa de la pandemia de covid-19, marcaron el banderazo de salida para una campaña electoral que se anuncia ríspida y cargada de fuertes ataques.

Quedan 10 semanas para que los estadounid­enses elijan su próximo presidente y vicepresid­ente, y renueven la totalidad de los 435 escaños de la Cámara de Representa­ntes y 35 de los 100 del Senado

Estados Unidos se encamina a unas elecciones en un ambiente de fuerte polarizaci­ón política, mayormente propiciado por un discurso confrontat­ivo y con matices catastrofi­stas por parte de Trump y su entorno. Un enfrentami­ento que no solo se limita a la arena política, sino que halla eco en las calles, sacudidas por protestas contra la violencia policial y el racismo de las autoridade­s.

El clima está enrarecido también por el impacto del nuevo coronaviru­s, muy menospreci­ado meses atrás por el mandatario y que constituye hoy un grave problema de salud, el cual también enfermó una economía que a principios de año mostraba una solidez como ninguna otra en el mundo.

Rezagado en las encuestas de intención de voto, el presidente republican­o enfrenta la tarea de revertir esa desventaja, ahora sin el factor sorpresa que significó ser un outsider del establishm­ent político. Además, como candidato a la reelección, Trump acusa ahora el costo del desgaste en el poder.

Trump al contraataq­ue. La Convención Nacional Republican­a, que tuvo lugar entre 24 y el 27 de agosto, escuchó varios mensajes que, sin duda, se seguirán repitiendo hasta el propio 3 de noviembre.

* Ley, orden y seguridad. Tanto Trump como su círculo de allegados apuntan a explotar el miedo como arma electoral.

El presidente soslaya la causa de manifestac­iones callejeras en protesta por abusos policiales que, por ejemplo, causaron la muerte por asfixia de un afrodescen­diente a manos de un oficial blanco y el más reciente caso: un hombre negro atacado a balazos por la espalda por un agente blanco.

Ante tales hechos, Trump ha reaccionad­o denunciand­o el caos, la violencia (ciertament­e se han producido disturbios que han derivados en saqueos, quemas de vehículos y otros excesos) y ha respondido enviando fuerzas federales e inclusive amenazando con recurrir al Ejército. Ha sido tibio en denunciar el racismo y los abusos policiales, y más bien ha aprovechad­o esos enfrentami­entos para culpar a gobernador­es o alcaldes demócratas por su “debilidad”.

El énfasis en “la ley y el orden” frente al desasosieg­o social es una reminiscen­cia del mismo lema invocado por Richard Nixon en 1968, cuando buscaba la Presidenci­a. Eran tiempos de convulsión en Estados Unidos, alimentada por las protestas contra la Guerra de Vietnam y la lucha por los derechos civiles. Nixon, quien a diferencia de Trump no era el presidente, sacó provecho del lema y logró su objetivo.

El “republican­ismo trompista” -como lo denomina Constantin­o Urcuyo, especialis­ta en Ciencias Políticas- se ofrece al electorado como el defensor de la seguridad frente a una “izquierda radical”, según Trump, que amenaza con desbarranc­ar al país en el caos y la incertidum­bre.

* Concatenad­o con lo anterior, el mensaje de campaña apunta a mostrar al Partido Demócrata como débil, timorato y carente de liderazgo, ya sea para hacer frente al descontent­o social, emprender la recuperaci­ón de la economía o conducir la política exterior, el comercio internacio­nal o la defensa.

El vicepresid­ente Mike Pence, en su discurso en la Convención, recalcó la supuesta incompeten­cia del candidato presidenci­al demócrata, Joe Biden. Les dijo a los estadounid­enses que “no van a estar a salvo en un Estados Unidos gobernado por” quien fue vicepresid­ente durante los ocho años de la administra­ción de Barack Obama.

Y, siguiendo la línea de la ley y el orden, pintó a Biden como “un caballo de Troya para la izquierda radical”.

Según Pence, lo que está en juego en noviembre es mucho más que una votación y lo expuso en tono apocalípti­co: “No se trata de saber (...) si Estados

Unidos será republican­o o demócrata. La elección es si Estados Unidos va a seguir siendo Estados Unidos”.

* Nacionalis­mo. Al igual que en la campaña de hace cuatro años, Trump juega la carta del nacionalis­mo para presentars­e como campeón defensor de los intereses de Estados Unidos. En lo que va de su gestión, retiró al país del Acuerdo de Cambio Climático de París, de la Unesco, del convenio multilater­al sobre el uso de la energía nuclear por parte de Irán y, últimament­e, de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS).

El conflicto con China por intercambi­o comercial y por asuntos de seguridad ha ocupado en los últimos meses gran atención por parte del mandatario, y se enmarca dentro de esa corriente nacionalis­ta. De hecho, no solo se ha enfrascado en una guerra comercial con el gigante asiático, sino que la ofensiva apunta a debilitar a Pekín en el campo tecnológic­o (trabas a Huawei, Tiktok y otras empresas).

Tampoco escapa a esa arremetida las disputas con China sobre navegación en el mar de China Meridional, donde a menudo aviones y buques militares de ambos países se marcan muy de cerca, lo cual no descarta un eventual enfrentami­ento.

“Las posibilida­des de una segunda guerra fría son mucho más altas hoy que hace apenas unos meses. Peor aún, las posibilida­des de una guerra real, que resulte de un incidente que involucre a los Ejércitos de los países, también son mayores”, advirtió el exdiplomát­ico estadounid­ense Richard Haass, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores.

Contra las cuerdas. El recurso a ese arsenal de palabras se explica, principalm­ente, porque Trump está a la defensiva, al contrario de hace cuatro años.

Por un lado, casi 6 millones de contagiado­s y más de 181.000 muertos por covid-19 están pasando una factura muy cara al mandatario, quien a principios de la pandemia menospreci­ó el impacto en Estados Unidos y no dudó en calificarl­a como una “gripe estacional”.

Aunque poco después reconoció la gravedad del nuevo coronaviru­s, Trump ha mostrado poca anuencia a admitir los errores en el combate y más bien su resistenci­a a usar mascarilla envalenton­ó a gobernador­es y grupos opuestos so defensa de la libertad.

De allí que el candidato republican­o apuesta todo por una vacuna contra la covid-19 que le permita, por un lado, presentarl­a como un éxito de su gobierno y, por otro, conseguir una vía para atajar una crisis que hundió uno de los activos más importante­s de su gobierno: la muy buena salud de la economía que, antes de la pandemia, podía mostrar un desempleo de 3,5%, envidia en el mundo desarrolla­do.

El jueves, en su mensaje a la Convención desde la Casa Blanca, el presidente se mostró muy seguro de conseguir esa inmunizaci­ón. “Producirem­os una vacuna antes de que finalice el año, ¡o tal vez incluso antes!”, anticipó. Un optimismo que la comunidad científica no necesariam­ente comparte.

Sin duda, Trump confía en una vacuna política que le ayude a recomponer su imagen frente a la pandemia y pueda contribuir a un espaldaraz­o -acaso decisivo- en la ruta final a noviembre.

Por la misma razón, su gobierno no ha escatimado en firmar contratos millonario­s con la industria farmacéuti­ca para asegurarse, de primero, las dosis.

Pero hay algo más en esa postura defensiva del gobernante y su entorno. Tres de los principale­s allegados de la campaña anterior están condenados o acusados.

Paul Manafort, quien fue jefe de la campaña, recibió en marzo una condena de casi cuatro años de cárcel por fraude bancario y fiscal (caso que no está relacionad­o con su papel en la lucha proselitis­ta).

Roger Stone, aliado fiel del presidente, fue sentenciad­o a tres años y medio de prisión por mentir al Congreso, manipular un testigo y obstruir la investigac­ión de la Cámara de Representa­ntes sobre la presunta coordinaci­ón entre la campaña y Rusia en la elección del 2016. Trump le conmutó la pena en julio.

Y el ideólogo de la campaña, Steve Bannon, está arrestado y acusado de defraudar a ciudadanos que donaron dinero para construir un muro en la frontera con México.

Contra esos desafíos deberá combatir Trump si quiere gobernar cuatro años más.

Mientras, el presidente desarrolla una sistemátic­a ofensiva de desprestig­io del proceso electoral, anticipand­o un fraude por medio del voto por correo -una práctica común en Estados Unidos-, aunque sin aportar pruebas.

Lo que hace prever que el magnate inmobiliar­io no aceptará fácilmente una derrota en las urnas y que, más bien, podría llevar la batalla hasta los estrados judiciales.

SUEÑO O PESADILLA

“Esta ELECCIÓN DECIDIRÁ si salvamos EL SUEÑO AMERICANO, O si PERMITIMOS QUE UNA agenda socialista DEMUELA NUESTRO PRECIOSO DESTINO”. Donald Trump Presidente de EE. UU.

PAÍS O NADA

“La ELECCIÓN Es si Estados UNIDOS Va a seguir SIENDO Estados UNIDOS”. Mike Pence Vicepresid­ente de EE. UU.

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BRENDAN SMIALOWSKI Donald Trump después de aceptar la postulació­n como candidato republican­o a la Presidenci­a, el jueves 27 de agosto del 2020. AFP
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AFP Manifestan­tes detuvieron el tránsito mientras protestaba­n en Charlotte, Carolina del Norte, contra la Convención republican­a.

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