Acuerdo con el FMI
Con 40 votos a favor y 14 en contra, la Asamblea Legislativa aprobó en segundo debate el crédito por $508 millones contratado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Son dos votos más de los necesarios para dejar la decisión en firme. El grueso de la bancada liberacionista apoyó el proyecto, pero varios de sus integrantes se cuidaron de justificar la decisión por un sentido de la responsabilidad y el deseo de evitar el recrudecimiento de la crisis económica. No podíamos esperar menos.
También es buena noticia la decisión de exigir transparencia en la negociación del acuerdo definitivo con el Fondo. El convenio dará acceso a una línea de financiamiento de $2.250 millones, pero exige la presentación de un plan de ajuste fiscal, probablemente compuesto por una mezcla de aumento de ingresos, recorte de gastos y venta de activos.
Con decisiones tan trascendentales por delante, hacen bien los liberacionistas cuando piden absoluta claridad. También hará falta valor, del gobierno y de la oposición, porque ninguna medida dejará de tener detractores. Enfrentamos una realidad amarga y nadie saldrá ileso. No obstante, es preciso hacer hasta el último esfuerzo para evitar mayores males a las capas de la población realmente necesitadas que, como es bien sabido, no son las de más galillo ni las más organizadas.
Si las propuestas del gobierno deben transparentarse, los partidos de oposición también están obligados a poner sus aspiraciones sobre la mesa. La trascendental tarea de los opositores no se agota en la fiscalización del proceso de negociación. Deben contribuir a darle forma.
Desafortunadamente, la pandemia nos sorprendió en un momento de debilidad y nos trajo al punto de acudir al FMI en malas condiciones, pero las circunstancias en que no habríamos querido encontrarnos son también una oportunidad para reflexionar sobre reformas indispensables y tantas veces pospuestas.
La meta no debe ser ejecutar los cambios necesarios para satisfacer las exigencias del Fondo, sino impulsar los requeridos para poner al país en la ruta de la prosperidad. Mucho puede hacer la oposición para impedir al gobierno conformarse con un mínimo. No debería perder la oportunidad, especialmente si tiene vocación de gobernar en un futuro próximo.
Un programa de cambio consensuado y ajustado a la mayor conveniencia, no al mínimo necesario, sería un segundo acto de responsabilidad y enviaría las mejores señales al mercado internacional, escenario de nuestro principal problema: el endeudamiento.