La Nacion (Costa Rica)

Sean Connery cumple 90 años lejos del mundo que lo consagró

En las paradisiac­as y cristalina­s aguas del mar Caribe, así pasa su vejez el que solía llamarse Bond, James Bond.

- La Nación (Argentina, GDA)

Lo dijo alguna vez: había soñado con llegar a viejo “con un bello rostro, como el de Hitchcock o el de Picasso”. No sucedió así, hoy día camina con bastón, lento y encorvado, pero con la satisfacci­ón de haber cumplido con el mundo que lo vio consagrars­e. No le faltó nada. Es uno de los últimos sobrevivie­ntes de un cine cuya grandiosid­ad, hoy día, solo parece posible a través de una batería de efectos digitales.

Un día, simplement­e, sintió que debía tomar distancia y dar un paso al costado definitivo. Por eso, al celebrar este martes sus 90 años, Sean Connery sigue resuelto a mantener su plácido retiro en el Caribe, sin tomarse un minuto para pensar en una vuelta al cine.

De hecho, ya pasaron casi 20 años de su última aparición en la pantalla. Fue en la película La liga extraordin­aria (2003), un relato de aventuras basado en un cómic que fue desvaloriz­ado por la crítica y recibida con indiferenc­ia por el público.

Segurament­e, aquel desplante fue demasiado para el amor propio de Connery, quien según su propia confesión había trabajado mucho para corregir en la mesa de edición todo lo que no le había gustado.

Sin embargo, nada de eso sirvió para encarrilar un proyecto que venía envenenado. Las diferencia­s entre Connery y el director Stephen Norrington se hicieron notorias y todo acabó mal.

El actor se cansó. Entre todos esos esfuerzos vanos, y el escaso interés que hubo a partir de allí en convocarlo para interpreta­r personajes que fuesen centrales, terminaron de convencerl­o. Su tiempo en el cine había terminado. Solo iba a volver si le ofrecían un papel protagónic­o en alguna historia que lo interesara de verdad.

Para que esa promesa dejara de cumplirse tenía que ocurrir una sola cosa. La excepción era Henry Jones, que Connery interpretó a lo grande en Indiana Jones y la última cruzada (1989). Siempre quiso volver a encarnar al padre del héroe encarnado por Harrison Ford, pero cuando surgió esa oportunida­d en 2008 –con El reino de la calavera de cristal–, todo quedó en la nada.

En aquel momento, Connery dijo que había hablado con Steven Spielberg, pero la cosa no funcionó.

“No era una parte muy generosa, no valía la pena volver a entrar en este mundo. Y además habían tomado la historia por una línea muy diferente, así que el padre de Indy no era tan importante. Le sugerí a Spielberg que lo mataran, que sería un mejor final para él”, confesó Connery en aquel momento, sin admitir explícitam­ente lo que era un secreto a voces: actor y director tuvieron fuertes desacuerdo­s creativos.

“Si algo podía sacarme del retiro, eso era una nueva aventura de Indiana Jones. Pero al final descubrí que estar retirado era mucho más divertido”, reconoció más tarde en una declaració­n.

Después de esa negativa quedó mucho más claro que Connery tenía decidido partir. Lo declaró oficialmen­te en 2006, cuando el American Film Institute lo distinguió con el premio anual a la trayectori­a. Y si todavía quedaba alguna duda, su estrecho amigo y colega Michael Caine se encargó de disiparla.

“Le pregunté a Sean exactament­e eso. Si pensaba volver a hacer una película. Y me dijo: ‘No, nunca más’”, relató Caine al diario The Telegraph.

En ese momento se supo que la decisión ya estaba decidida desde hace tiempo. Connery había rechazado una oferta de Peter Jackson para interpreta­r a Gandalf en las tres películas de El señor de los anillos. Iba a recibir $10 millones por cada aparición, más el 15% por ciento del total de lo recaudado en el mundo.

Sin embargo, Connery estaba más interesado en disfrutar de los placeres del retiro en su mansión de las Bahamas, construida en torno de un campo de golf, uno de sus pasatiempo­s. Solo aceptó un reto más, ponerle voz a un personaje de la película animada Sir Billi (2012) y fue porque le gustaba la historia y porque sus nietos también disfrutaba­n del videojuego que le dio origen.

El astro coronado por la revista People como “el hombre más sexy del siglo” había dejado todo encerrado en un baúl. Sobre todo su tiempo como James Bond, personaje que ayudó a construir desde el principio en la pantalla gracias a sus siete aparicione­s, la primera en El satánico Dr. No, la película que inició la aventura en el cine del agente secreto creado por Ian Fleming.

De hecho, para muchos, Connery es el Bond definitivo, aunque otros piensan que tuvo la ventaja de haber sido su primer rostro en el cine, lo que le permitió modelarlo y darle una impronta que sus herederos tuvieron que seguir o alterar.

Después de Dr. No, aparecería seis veces más en el cine como 007: De Rusia con Amour, Dedos de oro, Solo se vive dos veces, Operación trueno, Los diamantes son eternos y la película no oficial Nunca digas nunca jamás.

Connery resultó ser toda una leyenda.

Luces y sombras de un grande.

Nacido en Edimburgo, Escocia, el 25 de agosto de 1930, Connery se crió en cuna humilde. Fue repartidor de leche, albañil, salvavidas, pulidor de ataúdes y fisicultur­ista antes de llegar al cine y alcanzar por primera vez el estrellato de la mano de 007.

Su carrera después de James Bond fue prolongada, exitosa, lúcida y feliz, con muchos puntos altos. Entre ellos, en sucesivas etapas, aparece El hombre que sería rey (de John Huston, junto a Caine), La caza al Octubre Rojo, El nombre de la rosa y Los intocables, que le daría en 1987 su primer y único Oscar, en este caso como mejor actor de reparto.

Pero hubo muchísimo más. Hombre de temperamen­to fuerte, como su voz de profundo acento escocés, sintió con el tiempo que los interlocut­ores que encontraba en la industria no hablaban su mismo idioma.

“Estoy cansado de los idiotas que viven ampliando la brecha entre la gente que sabe cómo hacer películas y la gente que debe darle luz verde a cada proyecto”, dijo abrumado.

Rescataba de ese sombrío panorama –caracteriz­ado por las secuelas y las remakes que jamás lo atraían–, a George Clooney, Sean Penn y Steven Soderbergh. Curiosamen­te, nunca trabajó con ninguno de los tres.

Fuera de los sets, Connery tomó conciencia, a la fuerza, de lo que significa el cambio de época. En 1965, durante una entrevista con Playboy, dijo: “No creo que haya algo particular­mente equivocado en pegarle a una mujer, si bien no recomiendo para nada hacerlo del mismo modo que a un hombre”.

Y en 1993, conversand­o con Vanity Fair, fue todavía más lejos al señalar que hay mujeres que en medio de una discusión con un hombre “están buscando una bofetada”.

De allí en adelante, el actor se cansó de justificar­se diciendo que esas declaracio­nes fueron tomadas fuera de contexto, hasta que en 2006 se conoció la autobiogra­fía de la actriz Diane Cilento, quien fue su esposa entre 1962 y 1973.

De la unión entre Cilento nació el único hijo de Connery, Jason. Volvió a casarse en 1975 con la artista plástica Micheline Roquebrune, nacida en Marruecos y con quien vive actualment­e.

 ??  ?? Sean Connery solo fue nominado una vez al Óscar, por ‘Los intocables’. En esa única ocasión conquistó la estatuilla. Archivo
Sean Connery solo fue nominado una vez al Óscar, por ‘Los intocables’. En esa única ocasión conquistó la estatuilla. Archivo
 ??  ?? Harrison Ford y Sean Connery en el rodaje de una de las inolvidabl­es cintas de ‘Indiana Jones’. Archivo
Harrison Ford y Sean Connery en el rodaje de una de las inolvidabl­es cintas de ‘Indiana Jones’. Archivo

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