En el limbo del derecho
Debo esforzarme para explicar a las personas por qué no pueden llamarme abogada todavía
Elegir un camino universitario y luchar por una vida profesional no es tarea sencilla. Muchas personas se cuestionan si verdaderamente existe una vocación detrás de la decisión.
Esa sería la combinación perfecta, que nuestra pasión sea aquello que permita sustentarnos económicamente. En mi caso, no fue “amor a primera vista”, pero decidí que lo mío era el Derecho.
Diez años. Ese tiempo me tomó obtener mi título de licenciada en Derecho por la Universidad de Costa Rica. Mi historia no es única ni original; es la de muchos quienes, sea en una universidad pública o privada, lograron cristalizar su anhelo de llamarse profesionales en un área del conocimiento.
En diciembre del 2019 tuve el anhelado título en mis manos. Ansiosa, comencé a revisar los requisitos y preparación para dar el siguiente paso, en el 2020: la incorporación al Colegio de Abogados y Abogadas de Costa Rica.
Claramente, mi sincronización con los eventos actuales no fue la mejor. Puedo asegurar que ninguno de nosotros, de haber contado con la posibilidad de escoger, habríamos elegido experimentar una pandemia.
Cambio abrupto. El virus SARS-COV-2 llegó y el mundo se detuvo. Las actividades más cotidianas, en un punto de incertidumbre, se vuelven sueños dorados casi inalcanzables, mas los nuevos licenciados, así como el resto de la humanidad, debemos luchar por mantener la capacidad de adaptación que nos caracteriza como especie.
Han pasado casi nueve meses desde que obtuve el título, y debo esforzarme para explicar a las personas por qué no pueden llamarme abogada, todavía. Soy licenciada en Derecho, pero no abogada. La acreditación la otorga el Colegio y, sin ella, el certificado se convierte en una mera conmemoración del esfuerzo realizado profesionalmente, pero virtualmente inservible.
Esta distinción va más allá de la semántica; es enteramente práctica. Sin la posibilidad de hacer el examen de excelencia académica, para convertirnos oficialmente en abogados y ejercer, nos encontramos en el limbo del derecho.
La magnitud de convocatoria del examen se ilustra con la ubicación elegida para hacerlo: el Centro de Convenciones de Costa Rica.
Claramente, no debemos ser tan severos y pretender que tenemos todas las respuestas acerca de cómo actuar ante los nuevos retos impuestos por la pandemia; no obstante, el Colegio se tomó un tiempo considerable para analizar opciones, para afrontar la problemática de los licenciados que nos encontramos en el limbo: convocatoria reducida, diferentes sedes, varias convocatorias al día, girar la mirada hacia la virtualidad con robustez académica suficiente para el examen.
La cantidad de cuantos nos encontramos en este particular limbo asciende a 2.000 personas, y continuará en aumento, de efectuarse los nuevos cursos de Deontología Jurídica, en setiembre (curso que, a su vez, es requisito para el examen).
Buena señal. El 15 de agosto una esperanzadora comunicación nos indicó que el examen tendrá lugar regionalizado, a partir del 1.° de setiembre.
Sin embargo, la vocación llama y ciertos pensamientos afloran. Después de todo, somos licenciados en Derecho, me atrevo a decir, somos abogados.
Como abogados, podemos “detectar” cuando el actuar, en este caso el “no actuar” (conducta omisiva), de un ente público no estatal, como lo es el Colegio, podría reñir con principios y derechos constitucionales, como la igualdad y el derecho al trabajo.
En la gran mayoría, si no en todos los procesos de reclutamiento que exigen una licenciatura en Derecho, es requisito indispensable la incorporación al colegio profesional. De esta forma, en mi caso, he pasado casi nueve meses sin tener acceso a actividades de reclutamiento.
Debo confesar que soy afortunada porque no tengo una deuda por mis estudios y por contar con un trabajo estable, aunque no sea desempeñándome en el área jurídica; Sin embargo, soy consciente de que mientras yo puedo gozar de cierta tranquilidad en el limbo, para muchos otros la situación no es así, y es preciso actuar, para que seamos liberados.