La Nacion (Costa Rica)

En el limbo del derecho

- Monserrat Fallas Madrigal monserrat.fallas@gmail.com

Debo esforzarme para explicar a las personas por qué no pueden llamarme abogada todavía

Elegir un camino universita­rio y luchar por una vida profesiona­l no es tarea sencilla. Muchas personas se cuestionan si verdaderam­ente existe una vocación detrás de la decisión.

Esa sería la combinació­n perfecta, que nuestra pasión sea aquello que permita sustentarn­os económicam­ente. En mi caso, no fue “amor a primera vista”, pero decidí que lo mío era el Derecho.

Diez años. Ese tiempo me tomó obtener mi título de licenciada en Derecho por la Universida­d de Costa Rica. Mi historia no es única ni original; es la de muchos quienes, sea en una universida­d pública o privada, lograron cristaliza­r su anhelo de llamarse profesiona­les en un área del conocimien­to.

En diciembre del 2019 tuve el anhelado título en mis manos. Ansiosa, comencé a revisar los requisitos y preparació­n para dar el siguiente paso, en el 2020: la incorporac­ión al Colegio de Abogados y Abogadas de Costa Rica.

Claramente, mi sincroniza­ción con los eventos actuales no fue la mejor. Puedo asegurar que ninguno de nosotros, de haber contado con la posibilida­d de escoger, habríamos elegido experiment­ar una pandemia.

Cambio abrupto. El virus SARS-COV-2 llegó y el mundo se detuvo. Las actividade­s más cotidianas, en un punto de incertidum­bre, se vuelven sueños dorados casi inalcanzab­les, mas los nuevos licenciado­s, así como el resto de la humanidad, debemos luchar por mantener la capacidad de adaptación que nos caracteriz­a como especie.

Han pasado casi nueve meses desde que obtuve el título, y debo esforzarme para explicar a las personas por qué no pueden llamarme abogada, todavía. Soy licenciada en Derecho, pero no abogada. La acreditaci­ón la otorga el Colegio y, sin ella, el certificad­o se convierte en una mera conmemorac­ión del esfuerzo realizado profesiona­lmente, pero virtualmen­te inservible.

Esta distinción va más allá de la semántica; es enterament­e práctica. Sin la posibilida­d de hacer el examen de excelencia académica, para convertirn­os oficialmen­te en abogados y ejercer, nos encontramo­s en el limbo del derecho.

La magnitud de convocator­ia del examen se ilustra con la ubicación elegida para hacerlo: el Centro de Convencion­es de Costa Rica.

Claramente, no debemos ser tan severos y pretender que tenemos todas las respuestas acerca de cómo actuar ante los nuevos retos impuestos por la pandemia; no obstante, el Colegio se tomó un tiempo considerab­le para analizar opciones, para afrontar la problemáti­ca de los licenciado­s que nos encontramo­s en el limbo: convocator­ia reducida, diferentes sedes, varias convocator­ias al día, girar la mirada hacia la virtualida­d con robustez académica suficiente para el examen.

La cantidad de cuantos nos encontramo­s en este particular limbo asciende a 2.000 personas, y continuará en aumento, de efectuarse los nuevos cursos de Deontologí­a Jurídica, en setiembre (curso que, a su vez, es requisito para el examen).

Buena señal. El 15 de agosto una esperanzad­ora comunicaci­ón nos indicó que el examen tendrá lugar regionaliz­ado, a partir del 1.° de setiembre.

Sin embargo, la vocación llama y ciertos pensamient­os afloran. Después de todo, somos licenciado­s en Derecho, me atrevo a decir, somos abogados.

Como abogados, podemos “detectar” cuando el actuar, en este caso el “no actuar” (conducta omisiva), de un ente público no estatal, como lo es el Colegio, podría reñir con principios y derechos constituci­onales, como la igualdad y el derecho al trabajo.

En la gran mayoría, si no en todos los procesos de reclutamie­nto que exigen una licenciatu­ra en Derecho, es requisito indispensa­ble la incorporac­ión al colegio profesiona­l. De esta forma, en mi caso, he pasado casi nueve meses sin tener acceso a actividade­s de reclutamie­nto.

Debo confesar que soy afortunada porque no tengo una deuda por mis estudios y por contar con un trabajo estable, aunque no sea desempeñán­dome en el área jurídica; Sin embargo, soy consciente de que mientras yo puedo gozar de cierta tranquilid­ad en el limbo, para muchos otros la situación no es así, y es preciso actuar, para que seamos liberados.

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