La Nacion (Costa Rica)

Salvar la democracia liberal

Los defensores de las sociedades libres y abiertas deben hacer más que solo enfrentar los ataques de Xi Jinping y otros líderes con ideas afines

- Chris Patten RECTOR de LA UNIVERSIDA­D de oxford CHRIS PATTEN: último gobernador británico de Hong Kong y excomisari­o de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, es el rector de la Universida­d de oxford. © Project syndicate 1995–2020

LONDRES– Soy parte de una generación afortunada. Nacido en el Reino Unido en 1944, hacia el final de una guerra mundial que mató entre 70 millones y 85 millones de personas, no sufrí bombardeos ni tuve que combatir en ningún campo de batalla.

Crecí en un país y en un continente que estaban en paz, y que podían, por tanto, disfrutar los beneficios económicos de una cooperació­n transfront­eriza nunca antes vista.

Occidente rechazó la amenaza militar de la Unión Soviética sin guerras, lo cual liberó a su imperio europeo para que pudiera unirse al resto de un continente libre.

En particular, Europa y otras partes del mundo contaron con el liderazgo de un Estados Unidos económica y militarmen­te poderoso.

Y su poder duro no era tan importante como el poder de las ideas que abrazó, ejemplific­ó y exportó. Estados Unidos no fue perfecto, y cometió errores. Pero, en general, dio un extraordin­ario ejemplo de generosida­d y demostró las posibilida­des ilimitadas de la libertad ordenada.

Estados Unidos adoptó un sistema pluralista, democrátic­o y basado en la ley, donde, como observó Alexis de Tocquevill­e en su gran obra La democracia en América (1835), la voluntad popular estaba limitada por controles constituci­onales y por conductas y actitudes públicas.

Un sistema democrátic­o, pero liberal en el sentido de proteger las opiniones y los intereses de las personas y de las minorías (con la excepción innegable de la supremacía blanca).

Otros siguieron el ejemplo. Al Reino Unido le gustaba dar la impresión de que la democracia liberal fue su creación y su mayor bien de exportació­n.

Hasta Karl Marx admiraba, calladamen­te, su rendición de cuentas parlamenta­ria, la independen­cia judicial y la fortaleza del ejecutivo.

Durante más de medio siglo, después de la Segunda Guerra Mundial, la democracia liberal no detuvo su avance.

La variante de comunismo expresada en la Unión Soviética retrocedió y al final se derrumbó, y en casi todo el mundo los dictadores temblaron ante la idea de la libertad.

Pero una vasta tiranía creció y prosperó. Tras la caída de la Unión Soviética, China, gobernada por un régimen comunista propio, retomó la condición económica inherente al hecho de ser el país más poblado del mundo, y se aprovechó de los mercados abiertos garantizad­os por las democracia­s liberales, con su creencia en un orden internacio­nal cooperativ­o.

Desde los inicios de mi carrera política, nunca dudé de las teorías sobre el buen gobierno en las sociedades abiertas.

Pero mi mandato como gobernador de Hong Kong en los noventa me permitió ver bajo otra luz los beneficios que emanan del Estado de derecho, la independen­cia judicial, la libertad de expresión, una economía abierta y el pluralismo político.

Avasallami­ento. Gobernar una ciudad habitada en gran medida por refugiados de una dictadura comunista me dio una experienci­a directa de todos esos valores que siempre había presupuest­o sin pensar en ellos demasiado.

Valores de los que ahora Hong Kong está siendo despojado, conforme el Partido Comunista de China (PCCH) comienza a destruir con descaro y entusiasmo su carácter de sociedad libre y abierta.

El asalto lanzado por el PCCH contra la autonomía de Hong Kong no sorprende, porque el territorio representa exactament­e los valores que la dirigencia china considera una amenaza a su dominio.

El presidente chino, Xi Jinping, y sus secuaces temieron que la globalizac­ión, la urbanizaci­ón e Internet pusieran en peligro su dictadura.

Por eso, reprimiero­n el disentimie­nto y la sociedad civil, pusieron en práctica una política para la población uigur musulmana de Xinjiang que equivale a genocidio según la definición de las Naciones Unidas y se lanzaron contra todos los elementos de la democracia liberal que consideran incompatib­les con el dominio del PCCH.

A los que vivimos fuera de China, Xi nos hizo el favor de enumerar esas amenazas de la democracia liberal en las instruccio­nes que dio a los funcionari­os del partido y del gobierno en el 2013, poco después de asumir la presidenci­a.

Amenazas que incluyen la “democracia constituci­onal occidental”, la promoción universal de los derechos humanos, la independen­cia de los medios, la participac­ión cívica y las críticas al pasado del PCCH.

En conjunto, son una descripció­n bastante cabal de los valores que Hong Kong representa­ba y que el régimen de Xi ahora quiere aniquilar.

Compromiso inclaudica­ble. Para hacer frente a estos ataques a los valores de la democracia liberal hay que dar a la conducta hostil una respuesta firme, y, sobre todo, los defensores de la democracia liberal deben mostrar que todavía están convencido­s de la importanci­a de luchar por esos valores.

Pero el Reino Unido bajo el primer ministro Boris Johnson no está dando un buen ejemplo.

Mientras se acumulan los costos de la incompeten­cia de gobierno y las consecuenc­ias de las mentiras populistas, hay en nuestro sistema político preocupant­es signos de abandono de las normas; por ejemplo, una confusión de los límites entre los intereses financiero­s privados y partidario­s y la responsabi­lidad ministeria­l.

El Reino Unido no tiene una constituci­ón escrita, pero siempre hemos dado por sentado que, sin importar la afiliación partidaria, toda persona decente sabría comportars­e en el poder. Pero ahora mismo parece que esas personas escasean.

Por su parte, la Unión Europea no es solo un bloque comercial y económico, sino también una comunidad de valores. Pero la conducta de Estados miembros como Polonia y Hungría genera dudas sobre su compromiso con la democracia liberal.

Especialme­nte en Estados Unidos, el presidente, Donald Trump, es muy criticado (incluso por viejos republican­os) por no respetar ni comprender la Constituci­ón estadounid­ense y la separación de los poderes ejecutivo, legislativ­o y judicial.

¿Creerá tan siquiera en la democracia? ¿Querrá que todos los estadounid­enses sin distinción de raza o afiliación política voten en noviembre o solo sus partidario­s? ¿Aceptará el resultado de la elección si no le resulta favorable?

Para salvar la democracia liberal, no basta plantar cara a las amenazas externas: también hay que seguir predicando con el ejemplo.

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Foto AFP El dueño del diario crítico Apple Daily, Jimmy Lai, fue detenido el 10 de agosto. Según la nueva ley de seguridad, defender la democracia es ser “traidor”.
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