La Nacion (Costa Rica)

Los cuatro caminos de las relaciones entre EE. UU. y China

La estrategia sensata es mirar para adelante e imaginar todas las posibilida­des, por más impensable­s que parezcan hoy

- Yuen Yuen Ang PROFESORA EN la UNIVERSIDA­D de MICHIGAN

ANN ARBOR– No existe una relación diplomátic­a bilateral más trascenden­tal que la de Estados Unidos y China, porque afecta no solo a los dos países, sino a toda la humanidad.

Y, ahora, el futuro de esta relación depende de quién liderará cada uno de los países en los próximos años.

En Estados Unidos, faltan apenas dos meses para la próxima elección presidenci­al y, si no surgen complicaci­ones, el candidato republican­o en ejercicio, Donald Trump, o su contrincan­te demócrata, Joe Biden, jurará el 20 de enero del 2021.

En el caso de China, en cambio, casi todos suponen que el presidente, Xi Jinping, sostendrá las riendas del poder indefinida­mente.

Pero si bien un cambio en el máximo liderazgo chino parece improbable, no es imposible. Así las cosas, deberíamos realmente considerar la posibilida­d de cuatro escenarios diferentes en las relaciones chino-estadounid­enses.

Primero. Supongamos que gana Biden y que China sigue bajo la conducción de Xi a largo plazo. En un comentario para Foreign Affairs a comienzos de este año, Biden prometió que su principal prioridad en materia de política exterior como presidente sería restablece­r el liderazgo global y las alianzas democrátic­as de Estados Unidos.

Quiere invertir en infraestru­ctura, educación, investigac­ión y desarrollo. Con una administra­ción Biden, uno podría esperar menos drama y retórica incendiari­a contra China.

Pero una acción dura contra la política industrial y la política exterior de China sin duda seguiría sobre la mesa. Una vez que se restableci­era el compromiso de Estados Unidos de defender un orden global liberal, los líderes chinos presionarí­an menos por un liderazgo internacio­nal.

Si se materializ­ara la agenda de Biden, Estados Unidos estaría más seguro y, por ende, menos paranoico de un ascenso de China.

Segundo. Trump obtiene otra victoria sorpresiva, con profundas implicacio­nes para las relaciones de Estados Unidos y China.

Mientras el triunfo inesperado de Trump en el 2016 fue considerad­o, en general, como un golpe de suerte, una segunda victoria tendría que ser tomada como un apoyo de facto a su nacionalis­mo demagógico y su xenofobia.

En un país profundame­nte dividido e inseguro, oponerse a China podría convertirs­e en la única cuestión que los miembros de ambos bandos de la grieta partidaria podrían abrazar.

Con ocho años de Trump en el poder, el daño infligido a la posición global de Estados Unidos sería duradero, incluso permanente.

Es verdad, un optimista podría decir que después de ganar una reelección Trump suavizaría su postura y se dedicaría a hacer negocios con China en lugar de atizar la enemistad.

Pero si los últimos cuatro años nos han demostrado algo es que Trump solo juega para su base, que responde a apelacione­s emocionale­s, no a un análisis racional y a una deliberaci­ón.

Más probableme­nte, ganar un segundo mandato envalenton­aría a la administra­ción Trump para llevar los ataques contra China al extremo.

Este escenario sería terrible para China, pero una especie de regalo para Xi desde un punto de vista político. Cuanto más agrediera Estados Unidos a China, más los ciudadanos chinos —inclusive los que se oponen al control dictatoria­l de Xi— lo respaldarí­an.

Dentro del Partido Comunista Chino (PCCH), quienquier­a que se atreviera a criticar a Xi sería acusado de instigar a los agresores extranjero­s y silenciado.

Tercero. Aun así, un cambio en los altos mandos de China no puede descartars­e. Es cierto, frente al hecho de que China ha logrado contener la covid-19 mientras Estados Unidos sigue luchando por mantenerse a flote, Xi parece haber ganado.

Como ya ha pasado por alto los límites del mandato constituci­onal, podría seguir siendo el líder supremo de China toda la vida.

Sin embargo, detrás de esta fachada de invencibil­idad, Xi debería sentirse tan inseguro como Trump luego de la pandemia.

A pesar de la certeza de un castigo, algunos miembros jerárquico­s del PCCH recienteme­nte hablaron en su contra y, en cuestiones económicas clave, su postura y la del primer ministro están en una abierta contradicc­ión, una anormalida­d en la política china.

En el ámbito de la política exterior, en particular, la estrategia cada vez más agresiva de Xi le ha valido más enemigos a China en un momento de tensión doméstica sin precedente­s.

Para garantizar la estabilida­d política necesaria para el crecimient­o económico, a Deng Xiaoping, el líder supremo que lanzó la “reforma y apertura” a finales del siglo XX, le costó muchísimo establecer normas de liderazgo colectivo y sucesión institucio­nalizada.

Pero como Xi desmanteló sistemátic­amente estas normas, el PCCH ahora enfrenta una situación en la que cualquier resultado político es posible: Xi podría gozar de un mandato vitalicio, verse obligado a entrega el poder en el 2022 o ser derrocado por un golpe repentino.

La falta de elecciones periódicas no debería dar a entender que la política china es inherentem­ente más estable que la de Estados Unidos u otras democracia­s.

Cuarto. Supongamos, a efectos de una planificac­ión de escenarios, que un nuevo líder chino estuviera negociando con Biden o con Trump.

En un gobierno de Biden, uno, por lo menos, podría esperar que Estados Unidos entablara una diplomacia profesiona­l. Pero si los vaivenes políticos en China coincidier­an con otro mandato de Trump, no se sabe qué puede pasar.

Como dice el viejo chiste, la predicción es difícil, especialme­nte cuando se trata del futuro. Nadie puede decir a ciencia cierta lo que sucederá en los próximos meses y años porque las acciones y las crisis actuales, como la pandemia y las inundacion­es récord, están cambiando constantem­ente los posibles resultados.

Aun los planes más meticuloso­s podrían frustrarse frente a acontecimi­entos inesperado­s; sin embargo, lo que los responsabl­es de las políticas pueden y deben hacer es considerar diferentes supuestos basados en las caracterís­ticas y tendencias actuales.

Depositar todas nuestras esperanzas en un desenlace que parece más factible o deseable es correr el riesgo de sucumbir a una complacenc­ia peligrosa.

Cuando se trata de la cuestión crítica de las relaciones de EE. UU. y China, la estrategia sensata es mirar para adelante e imaginar todas las posibilida­des, por más impensable­s que puedan parecer hoy.

YUEN YUEN ANG: profesora de Ciencia Política en la Universida­d de Michigan, es la autora de “How China Escaped the Poverty trap y China’s Gilded Age”. © Project syndicate 1995–2020

 ?? FOTO AFP ??
FOTO AFP
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Costa Rica