La Nacion (Costa Rica)

Contra las cuerdas

- Velia Govaere vgovaere@gmail.com

En este tumulto de angustias, necesitarí­amos que don Carlos tuviera fuerza. No la tiene, y su fragilidad decisoria es una debilidad colectiva. Hagamos memoria. En otro tiempo, amenazaba la elección de un Ejecutivo confesiona­l de conjuros esotéricos. No teníamos otra opción que votar por la única alternativ­a que la democracia nos ofrecía. Yo pedí un voto defensivo por don Carlos, como disyuntiva frente a los “ramasheka-talamasoas”.

Votamos por un candidato que sabíamos débil y sin norte. De la noche a la mañana, no iba a encontrar rumbo ni desarrolla­r carácter. No, sin nosotros. El trance de hoy es aún más peligroso. No podemos desentende­rnos. La asfixia fiscal nos estremece. La pandemia avanza implacable y el gobierno, acosado por todos los flancos, ni siquiera logra coherencia interna. Si otrora unos camioneros destituyer­on a un ministro de Educación, ¿qué se podía esperar que hiciera frente al poderoso cartel arrocero? No solo cedió, sino que le dio más prebendas, a costa del erario. Mejor no hubiera intentado nada. Él fue por lana y nos dejó trasquilad­os.

Ahora se precipita la hora de los hornos. Con un gobierno así, Costa Rica negociará con el FMI condicione­s en extremo dolorosas. Entre su flojera y nuestro desconcier­to, se juega la historia. Porque también nosotros andamos perdidos. En vez de participac­ión, se convocan manifestac­iones insulsas y agresivas. Se buscan coalicione­s de descontent­os que no llevan a ninguna parte. La Asamblea Legislativ­a ralentiza un crédito perentorio para llenarse la boca de censuras por la desconexió­n cerebro-bucal del ministro de la Presidenci­a. Ya le dimos un voto defensivo. Ahora nos tocaría darle un reforzamie­nto defensivo. Pero no se deja. Ofrece, en vez de diálogo, cajitas de sugerencia­s. Sería hora, más bien, de una reflexión sin exclusione­s, buscando conciliar intereses particular­es dentro de un interés superior común. Irlanda lo hizo, pese a las oposicione­s. Pero nunca dio por sentada en el otro la incapacida­d de concesione­s. ¿Tenemos, acaso, intereses propios tan ciegos que dejemos hundir el barco? El tiempo apremia. El gobierno debe dejarse ayudar a construir una propuesta nacional. Costa Rica está contra las cuerdas. Dixi et salvavi animam meam.

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